Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

lunes, 5 de agosto de 2013

Cómo adquirir fuste


Decía ayer que quizás tendríamos que cambiar el rumbo para que la frivolidad no se paseara con tanta libertad por nuestra sociedad. Una de las muchas cosas que ha dicho el Papa Francisco en la JMJ ha sido recordar a la madre Teresa de Calcuta, afirmaba ésta que, para cambiar el mundo tendríamos que empezar a cambiar tú que me lees y yo. ¿y en qué dirección tendríamos que cambiar?, intentaré explicarme.
Pienso que nadie en su sano juicio puede protestar porque en las autovías haya una separación en medio de forma que impida pasarse al otro lado, todos nos damos cuenta que es por nuestra propia seguridad y la de los demás; también entendemos que se nos advierta sobre tramos especialmente peligrosos que hay en las carreteras e incluso que se nos exija ir a una velocidad determinada: lo entendemos porque es nuestra vida como mínimo, la que está en juego. También entendemos que se nos advierta en los medicamentos que no debemos dejarlos al alcance de los niños o que no nos conviene abusar de ellos; obviamente es por nuestro bien. Podría seguir poniendo ejemplos y entonces alargaría demasiado esta reflexión. Lo que me parece que está claro es que si alguna persona a la vista de las recomendaciones o incluso prohibiciones que se hacen en bien de la vida propia, de la dignidad, del derecho al respeto que toda persona tiene, etc., opinara que va en menoscabo de su libertad habría que pensar que algo le falla en su inteligencia.

Todos estamos de acuerdo en que no es justo robar, ni matar y que semejantes acciones hay que castigarlas; sin embargo hace muchísimos años alguien se nos adelantó a nuestros deseos y dio un decálogo dirigido a establecer una buena convivencia entre las personas y he aquí que no sólo protestamos sino que nos las saltamos a la torera y cuando nos afecta las consecuencias de esos actos, rápidamente exigimos justicia humana que en tantas ocasiones deja tanto que desear…
Pienso que la rectificación del rumbo pasa sin más remedio por cumplir la ley natural que en contra de lo que algunos creen, afecta a todas las personas por el hecho de serlos, tengan o no alguna religión: amar a Dios, amar al prójimo, no matar, no robar etc. (cfr. Compendio del Catecismo. Los diez Mandamientos)

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