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viernes, 25 de enero de 2019

Sobre la mujer. Interesante y real.


La mujer está llamada a desempeñar en la sociedad y en la Iglesia un papel tan relevante como el del hombre. Y digo “está llamada” porque, por desgracia todavía se suele reducir la presencia de la mujer al ámbito de lo privado, con escasa participación en tareas de responsabilidad pública.

Son pocas las mujeres que actúan en los mundos de la política, de la economía, de las relaciones internacionales; y siguen siendo los hombres los principales configuradores de nuestra sociedad. Pero los cambios en este terreno se están produciendo a gran velocidad, y en una medida sin precedentes en la historia.

El papel de la mujer está definido, en mi opinión, por dos elementos: su identidad y su autodeterminación. La mujer –como el hombre- tiene que estar en condiciones de orientar con autonomía su futuro, su proyecto vital. Para lograrlo ha de disponer de las mismas oportunidades que el varón. Y lo hará desde su identidad, siendo quien es, sin caer en la tentación del mimetismo, sin imitar las costumbres y ademanes del varón pensando que así se encontrará sí misma.

La mujer está reclamando, a veces en silencio, no discursos, promesas, adulaciones, sino hechos que confirmen las tan cacareadas buenas intenciones. Es decir, está reclamando dejar de ser un “tema”, un motivo de conferencias internacionales, un incómodo sector a quien se asigna –como una concesión- una cuota de poder. La mujer es, sencillamente,  una persona más, destinada a construir junto con el hombre la sociedad que junto con el hombre forma, con iguales derechos y oportunidades.

(Javier Echevarría. “Instantáneas de un cambio”. Ed. Palabra)