Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

miércoles, 11 de enero de 2017

Últimas conversaciones

Hace ya algún tiempo que se publicó el libro "Últimas conversaciones", entrevistas que le hacen al Papa emérito, un libro que a mi juicio es muy interesante dada la altura intelectual de Benedicto XVI; con este motivo traigo un artículo en el que se glosa una de sus encíclicas y habla precisamente de la esperanza. Ahora que estamos comenzando un Año Nuevo, quizás sea una buena ocasión de reflexionar sobre esta virtud tan necesaria y de paso hago propaganda de un libro que no debe pasar inadvertido para quien tenga una mínima inquietud de saber.

La esperanza, un futuro que cambia el presente

Quiero dedicar este artículo a la última encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la esperanza. La persona necesita una esperanza que le ayude a afrontar el presente . Es el mejor remedio para combatir el vacío de sentido que parece caracterizar a una parte del mundo contemporáneo.

En la 1ª encíclica hablaba de la fe en un Dios que es caridad; ahora, una de las claves de la nueva encíclica es precisamente la conexión que establece entre fe y esperanza. “La fe es esperanza”. En realidad, la actual crisis de fe es crisis de esperanza.
Gracias a la esperanza podemos afrontar nuestro presente, aunque sea un presente costoso, se puede  aceptar si lleva hacia una meta y esta meta es tan grande que justifica el esfuerzo del camino. Esa meta es la salvación eterna. La fe cristiana  cambia la vida.
Para los primeros cristianos, esa esperanza producía en sus vidas un cambio radical. Sin embargo, “para nosotros, que nos hemos acostumbrado a él, tener esperanza resulta ya casi imperceptible”.
Para ayudar a comprender lo que significa ese impacto, el Papa cita el caso de  Josefina Bakhita,  vendida como esclava cuando tenía nueve años. Después de difíciles vicisitudes, llega a una familia italiana y  descubre que existe otro “amo” por encima de todos los señores. “En este momento tuvo ‘esperanza’; no sólo la pequeña esperanza de encontrar amos menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy querida, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera.  A través del conocimiento de esta esperanza ella fue ‘redimida’, ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios”.
Es el momento de preguntarnos ahora de manera explícita: la fe cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida?
La esperanza cristiana fue reemplazada en la época moderna por la esperanza en el reino del hombre. No se niega la fe, pero se la desplaza al nivel de las realidades exclusivamente privadas, y resulta irrelevante.
El Papa no tiene una visión negativa del progreso. El problema es que el progreso, “en malas manos, puede convertirse, y se ha convertido  en un progreso  en el mal”. De ahí que “si el progreso no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre,  no es  progreso es una amenaza para el hombre y para el mundo”.

Visto el desarrollo de la edad moderna, la conclusión es que “el hombre necesita a Dios; de lo contrario queda sin esperanza”. El hombre no puede ser redimido por una estructura externa. “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor”, por el amor incondicionado de Dios. 

martes, 10 de enero de 2017

Vuelvo a Cicerón


En principio, esclavos de nadie, pero quizás el pensamiento de Cicerón nos puede ayudar a comprender lo que es la verdadera libertad.