Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

sábado, 19 de mayo de 2018

Historias interesantes


José Ignacio Pérez pensó que la Iglesia debía cambiar durante gran parte de su vida. Dios estaba presente, pero como algo lejano y ajeno, que perdonaba todo siempre.

De repente, un verano, navegando por internet, se encuentra por casualidad con historias acerca de Garabandal y el Padre Pío. Le dejaron una semilla que, más tarde, floreció y dio fruto hasta su conversión. Lo cuenta en su testimonio, en dos partes, en programa
Cambio de Agujas de HM Televisión.

Familia católica y colegio religioso
José Ignacio se crió en un ambiente católico. Su familia iba a misa los domingos y él iba a un colegio religioso. “No era un ambiente excesivamente católico, pero sí piadoso”,
Un chico de su época
Siendo joven, vivió la Transición española. Para él fue una explosión de libertad. “Yo era un chico de mi época”, cuenta José Ignacio. “Comencé a alejarme. Rezaba por las noches, pero yo construía mi propia religión, a mí medida. No me gustaba la Iglesia”.

José Ignacio llevaba una vida normal. Estudió periodismo por vocación, pero luego se dedicó al márquetin y a los negocios.

"¿Por qué nadie me había contado esto?"
En el verano del 2006, encontró por pura casualidad dos cosas que calaron en su alma: Garabandal, y el Padre Pío. “No tenía ni idea de ninguna de las dos cosas”, cuenta. “Yo pensé, ¿por qué nadie me había hablado de esto? Son unas apariciones que ocurrieron en España, y además más o menos cuando yo nací”.

José Ignacio se descargó un archivo PDF con una pequeña biografía del Padre Pío. “Me encantó su vida”, cuenta. Se impresionó por las coincidencias con la suya: habían nacido el mismo día, y la fecha de la muerte del santo era la misma en la que José Ignacio se separó de su primera mujer. “Me impresionaron muchas cosas de él”, cuenta. “Me impresiona que haya tenido una lucha con la jerarquía de la Iglesia, me impresiona su humildad…”.

Sin embargo, eso no le hace volver a la Iglesia “aunque me deja huella”, explica José Ignacio. Él seguía pensando que la Iglesia debía cambiar, que debía modernizarse. Además, el verano terminó, y llegaron la rutina, el trabajo y demás quehaceres.

No todo es éxito... Tiene que haber algo más
A partir de 2010, coincidiendo con la Crisis, José Ignacio empieza un muy duro periodo en su vida. A nivel familiar, su madre empezó a tener alzheimer, y en 2012, le echaron de su trabajo. Además, se separó de su segunda mujer. Todo eso fue un punto de inflexión.

“Las cosas me empezaron a ir muy mal, y yo no entendía nada”, recuerda José Ignacio. “En ese momento pensé que no todo en la vida puede ser éxito, algo más tiene que haber… Empecé a buscar”.

José Ignacio leyó sobre filosofías orientales, Zen, Budismo… “Cosas New Age”, como él mismo dice. Pero nada le llenaba, eran cosas pasajeras. Es cierto que su vida había dado un giro. “Sin embargo no encontraba tranquilidad”, cuenta.

Más tarde, comenzó a salir con otra mujer. Su nueva pareja, con la que sigue estando, sí que era practicante y empezó a ir a la Iglesia con más regularidad. Algo que no le costó demasiado porque años antes, su hijo había hecho la primera comunión y ya asistía con él a la Iglesia de vez en cuando.
“La Comunión de mi hijo fue un acto social”, cuenta José Ignacio. “Pero yo quería ser coherente, y empecé a ir con él a misa”.

Misa de una en Garabandal
No fue hasta más más tarde, en su primera visita a Garabandal, que José Ignacio cambió de raíz. “Estábamos pasando un fin de semana a Santander”, recuerda. “Yo me acordé de lo de Garabandal que había leído años atrás. En un acto impulsivo dije: ‘vamos a Garabandal, vamos a llegar a misa de una”.

Llegaron a misa por los pelos, y José Ignacio apenas pudo estar cinco minutos en la zona de los pinos, donde se apareció la Virgen. “Me quedé plantado delante de Su imagen”, recuerda. “A ver si ya de una vez la Iglesia se 'moderniza' y vuelvo a tener cabida, le dije. Yo siempre tenía la idea en la cabeza de que eran los demás los que tenían que cambiar”. Así quedó la cosa.
La Virgen reía de felicidad
Otro acto impulsivo terminó de definir la conversión de José Ignacio. Justo antes del puente de mayo de 2016, consiguió reservar un apartamento de última hora en Garabandal. Al llegar a la iglesia del pueblo, vió en el confesionario una imagen de la Virgen de Fátima y del Padre Pío. "Sentía que la Virgen estaba muy contenta, riéndose incluso", recuerda José Ignacio. “No me atrevía a comentarlo, nunca había sentido algo así”.

“Esa noche sentí un tremendo impulso de ir a los pinos, pero estaba lloviendo y no pude ir”, cuenta José Ignacio. “A la mañana siguiente, una chica que no conocíamos de nada se acercó a hablar con mi pareja. Más tarde le pregunté de que estaban hablando, y ella me dijo que la chica le había recomendado que viésemos un vídeo”.

Un vídeo con un testimonio
José Ignacio pensó que aquello era una locura, pero buscaron un lugar con wi-fi, y vieron el vídeo. Era un testimonio del escritor José María Zavala,
bloguero de ReL, y escritor de varios libros sobre el Padre Pío.

“Me impresionó su testimonio, no daba crédito”, cuenta José Ignacio. “Era como ver reflejada mi vida, había muchas coincidencias. Era como si la Virgen me estuviera diciendo 'no eres el único que tiene este tipo de problemas', hay salida para todo".
José Ignacio recuerda que se emocionó, y empezó a llorar. "Yo estaba desbordado, no entendía lo que estaba pasando", recuerda. “Por un lado, sentía pena por todo el tiempo que había perdido, y por otro, una felicidad plena. A partir de ahí tuve la certeza absoluta de que mi vida iba a cambiar”.

Recordando sus pecados en sueños
Ahora solo quedaba la reconciliación con Dios. José Ignacio empezó a ir a misa con regularidad, pero no comulgaba. “No tenía paz suficiente como para comulgar, estaba confuso”.

Sin embargo, cree que la Virgen vino en su ayuda. “Comencé a confesarme con regularidad, pero seguía sin paz”, cuenta José Ignacio.

“Entonces empecé a recordar en sueños, por las noches, pecados que había cometido hacía años. No me hubiera acordado de ellos nunca. Después, los contaba en el confesionario”.

“Así transcurrió todo el mes de mayo, y al final sentí una paz total. La Virgen no solo me había ayudado con las confesiones, sino que me había diseñado un programa de formación a medida", cuenta José Ignacio.

viernes, 18 de mayo de 2018

Cumpleaños de San Juan Pablo II



"La universalidad de la salvación no significa que se conceda solamente a los que, de modo explícito, creen en Cristo y entraron en la Iglesia. Si es destinada a todos, la salvación en verdad debe de estar a disposición de todos"

"La Fe no teme a la razón. Estas son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo"

"¡No tengáis miedo! ¡Abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo!"

"La fe, además de conocerla, hay que vivirla"

"Les pido a todos, a todo el pueblo, que por lo menos dejen una ventana abierta para que Cristo entre en sus vidas"

"María es el modelo de un amor sin fronteras"

 "Sin Dios la sociedad acaba deshumanizada"

"Dejadme ir a la casa del Padre" (sus últimas palabras)


miércoles, 16 de mayo de 2018

Los hábitos que ayudan a la felicidad

Como he puesto en el título estos hábitos ayudan pero la felicidad está dentro de la persona, en su cabeza y en su corazón.

domingo, 13 de mayo de 2018

El saber no ocupa lugar

ECOLOGISMO COHERENTE
·         A. Una base firme.
·         B. Consecuencias: el respeto.
A. UNA BASE FIRME
1. El problema. Un buen ecologista respeta con cuidado los animales y plantas. Sin embargo, esta actitud requiere una aclaración, pues el mismo ecologista se alimenta de animales y plantas. Surgen así unas dudas: ¿se respeta lo que se mata para comer?, ¿cómo explicar este comportamiento unas veces cuidadoso y otras no?
2. Una primera explicación. El hombre por su inteligencia domina la creación y usa de los animales y plantas según su conveniencia, pero no abusa de ellos pues desea que le sirvan más adelante. Sin embargo, todavía falta solidez a esta idea, pues podría usar y abusar a su antojo. Para que esto no ocurra hay varias soluciones:
3. El gobierno dicta leyes que regulan esta materia y castigan las infracciones. Esto resuelve muchos problemas y es un paso importante que se debe dar. Pero el problema continúa, pues podría concluirse que lo importante es que no te pillen, es decir, el hombre usa y abusa mientras la policía o los guardas no le pillen.
4. La propaganda. Para que esto no suceda, lo siguiente que se intenta -también correcto- es educar a la multitud mediante la propaganda ecológica. Pero así no se alcanza el remedio mejor, pues se diría que el hombre usa y abusa en la medida en que haga más o menos caso a la propaganda.
5. La solución del corazón. Buscando planteamientos más serios, se puede decir lo siguiente: Cada persona tiene un solo corazón con el que se ama a sí mismo, a Dios y a los demás, a los animales y las plantas. La persona de corazón noble desea el bien para todo lo que le rodea, y por eso respeta los seres creados aunque nadie le vigile. Esta idea resuelve parte del problema pero:
  • Los sentimientos son variables y no siempre razonables. Por ejemplo, según esto se cuidaría mucho de los lindos gatitos de angora y podría maltratarse a las hienas, chacales, buitres y lobos.
  • Queda sin resolver por qué es correcto matar a unos y no a otros. En este punto suele decirse que es necesario evitar la desaparición de una especie. Es buen argumento para un corazón sensible, pero se puede responder que los propios animales se matan entre sí sin tener en cuenta extinciones y muchas especies han desaparecido sin intervención humana, de modo que la extinción de especies es natural. Sin embargo, no la deseamos, y conviene encontrar mejores razones para su protección.
6. Una posible solución. Se deben cuidar los animales y plantas no por sí mismos sino por el bien del hombre. En concreto, para que los siguientes seres humanos encuentren un mundo mejor. Así hay coherencia en combinar el cuidado y la explotación de la naturaleza. Y se comprende la validez de matar unos animales mientras se protege a otros que al hombre le interesa cuidar por algún motivo.
7. Una consecuencia. Por tanto, no se trata de amar el ecologismo sobre todas las cosas, sino por el bien del hombre; no se protegen animales y plantas por encima de todo, sino por el bien del hombre. Por ejemplo, unas veces el bien de unos pueblos puede aconsejar admitir algún deterioro ecológico, mientras otras veces conviene exigir un mayor cuidado ecológico buscando igualmente el bien de esos pueblos.
8. ¿Y si a uno le importan poco los demás? El egoísmo no es compatible con un ecologismo coherente. Al egoísta le importa poco como deja el mundo a los demás.
9. ¿Hay otro apoyo para el ecologismo? El hombre ha recibido de Dios el encargo de usar y cuidar la creación. Por tanto, la creación no es propiedad del hombre, sino que está en régimen de alquiler. El hombre es responsable ante Dios del cuidado de la creación: puede y debe usarla pero razonablemente, sin salirse de los planes previstos por el Creador que siempre busca el bien de los hombres.
10. Entonces, ¿cuál es la base firme del ecologismo? El ecologismo coherente se apoya en el deber de buscar el bien de los hombres dejándoles un mundo mejor. Y este deber de buscar el bien humano se apoya en que Dios ama a los hombres. Con otras palabras, el amor a Dios y al prójimo exigen y avalan los cuidados ecológicos.
11. ¿El ecologismo no se apoya en respetar la naturaleza por exigirlo la propia naturaleza? Este argumento es bastante válido, pero puede conducir a incoherencias y exageraciones. Por ejemplo, si la propia naturaleza erosiona paisajes y elimina especies, es incoherente que el hombre deba protegerlos porque la naturaleza lo exija; será por otro motivo. Otro ejemplo: si la naturaleza de por sí puede exigir a los hombres un respeto, lo coherente sería respetarla siempre, pero esto es exagerado pues conduciría a prohibir la pesca, la caza, la agricultura y las granjas.
12. ¿La naturaleza no exige un respeto? El Creador de la naturaleza es quien exige respetarla por el bien de los hombres. En realidad la llamada naturaleza es sólo un conjunto de animales, plantas y elementos materiales que no pueden de por sí exigir cosas al hombre. En cambio, el Creador de la naturaleza y del hombre sí puede exigir al hombre que cuide la naturaleza, sin exageraciones.
13. ¿Algún otro apoyo para un ecologismo coherente? A las personas más espirituales les gustará esta idea: quien cuida el medio ambiente colabora con Dios en la mejora y conservación del mundo. Y colaborar con Dios es algo de mucha dignidad y grandeza.

B. CONSECUENCIAS: EL RESPETO
Concretamos ahora algunas actitudes del buen ecologista. La primera de ellas es el respeto, que -si es coherente- debe ejercitarse en cuatro grandes campos:
1. Respeto a los animales y plantas. Es la actitud ecológica típica y no hace falta añadir comentarios.
2. Respetar a los demás hombres. Sería incoherente tratar bien a los animales y plantas y olvidar a los hombres. Precisamente el ecologismo respeta animales y plantas por el bien humano. Este respeto a los hombres conduce a varias consecuencias prácticas:
  • El buen ecologista es partidario de la vida. Nunca del terrorismo, ni del aborto. Respeta la vida de las semillas vegetales y humanas (embrión).
  • Un buen ecologista respetará a sus padres y a las autoridades; etc.
  • Un buen ecologista vestirá correctamente (moda) y no adoptará gestos provocativos, por respeto a la intimidad de los demás (y a sí mismo). Por ese mismo respeto procurará dominar sus instintos sexuales.
  • Un buen ecologista no será violento, sino amable con los demás. No murmurará.
3. Respetarse a sí mismo. El respeto a los animales y plantas está ligado lógicamente a tratarse del mismo modo a uno mismo. Por ejemplo, un buen ecologista será sobrio en la bebida y no se drogará.
4. Respetar a Dios. Este punto es más importante de lo que parece, pues si no se ama a Dios sobre todas las cosas, cabe el peligro de amar el ecologismo sobre todas las cosas, con actitudes desorbitadas e irracionales. Por otro lado, si el amor a los animales y plantas no se basa en el respeto y obediencia a Dios sino en los propios gustos, se acabaría por amar egoístamente a los animales y plantas que por algún motivo caen bien (amor).
5. No basta con respetar. El buen ecologista no queda indiferente ante la posible desaparición de una especie, sino que busca activamente su mejora y desarrollo. El ecologismo coherente aplica esta misma actitud ante los seres humanos: no basta con respetarlos, sino que es preciso interesarse activamente por los demás. El egoísmo y la comodidad no son propios del buen ecologista, que siempre será servicial, y buscará habitualmente el bien de los demás, incluso el bien para sus almas.