Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

domingo, 24 de diciembre de 2023

 

10 claves de Munilla para afrontar la crisis actual: movilizarse, Rosario... y «humor exorcizador»

 

1- Prestar más atención a las causas que a las consecuencias

Estamos en un momento, en el que hemos llegado tan lejos, que lo fácil es fijarse solo en a dónde hemos llegado. Cómo es posible una amnistía; una ley trans, en la que cada uno tiene derecho a elegir su identidad; cómo es posible tener derecho a suicidarse... Creo que empobreceríamos nuestra capacidad de afrontar esta crisis si nos redujésemos solo a hablar de a dónde hemos llegado.

Es importante reflexionar y preguntarse más bien de dónde ha venido todo esto. Porque no se podía llegar tan lejos, si no hubiese habido unas premisas que pocos las percibían como tan graves. Si nos llegan a decir hace 15 años que íbamos a vivir lo que estamos viviendo, no nos lo hubiéramos creído.

La crisis de la modernidad ha sido percibida por aquellos que tenían conciencia de que, cuando el hombre se desvincula de Dios, y Este deja de estar presente en la cosmovisión de la vida, se empieza a desencadenar toda una serie de desvinculaciones que llevan hasta no saber ni quién soy yo.

Nos desvinculamos de Dios, de nuestras raíces cristianas, de nuestra historia, del pensamiento cristiano, de la propia familia... somos seres desvinculados.

 La causa es la secularización, plantear la vida como si Dios no existiera

2- No creer que a nosotros no nos toca la crisis 

No hay que pensarse ingenuamente que estamos fuera de esta crisis, que a mí no me ha afectado. Si pensásemos eso, seríamos unos ingenuos. Esta crisis nos ha transformado más de lo que pensamos, es como si hubieran cambiado el agua de la pecera sin que los peces se dieran cuenta.

Hemos ido poco a poco bajando el listón de nuestra vida sin darnos cuenta. Lo noto mucho en el tema del sacrificio, de la mortificación, de la austeridad... nos hemos ido acostumbrando a máxima comodidad a mínimo esfuerzo.

Esta crisis también se explica por el hecho de que el materialismo se ha apoderado de nosotros y nos ha hecho muy blandos y muy vulnerables, a una satisfacción inmediata de todos nuestros deseos. Cuando alguien está a merced de que sus deseos se satisfagan se le puede manipular muy fácilmente. 

3- La primera solución es mi propia conversión

La primera respuesta a esta gran crisis comienza con mi conversión, y por fortalecer la familia. ¿Qué puedo hacer yo?. Como diría Madre Teresa, '¿que cambiaría de la Iglesia?, comenzaría por cambiarme a mí misma', y, 'si quieres cambiar el mundo, vete a tu casa y ama a tu familia'.

Esta crisis es una crisis de santos. Dios ha suscitado santos en los momentos más críticos de la historia para afrontar las situaciones. Fijaros en el Siglo de Oro español, todos los santos de la Contrarreforma, fue una respuesta increíble.

Que yo mantenga intacta la esperanza de que Dios va a llevar adelante su obra de santidad en cada uno de nosotros. Porque es mucho más fácil creer que Dios hizo el firmamento a que nos puede hacer santos. 

4- La oración es lo único que cambia la historia

Frente al influjo del pelagianismo, es necesario creer que el poder de la oración es el único que puede cambiar el decurso de la historia. Solo Dios puede cambiar el curso de la historia. El poder de la oración tiene que manifestarse en nosotros teniendo fe en que Dios es el señor de la historia. Dame un punto de apoyo y moveré el mundo, ese punto de apoyo es la oración.

5- Discernir nuestros talentos y no enterrarlos

Hay que discernir cuáles son mis talentos y no enterrarlos. En esta crisis es posible que tengamos talentos de tipo político y no hay que enterrarlos. Hacerse presentes en la vida pública, en el ámbito cultural... Es importante que sepamos que depende del desarrollo de los dones que Dios nos ha dado el bien común.

Talentos también de tipo comunicativo o en el mundo empresarial. Este último es un ámbito interesante en el que hay un plus de libertad. Donde un trabajador o un empresario puede manifestarse, y dar testimonio y poner en marcha otras iniciativas. 

6-Es necesario "desperezarse" ante las movilizaciones

Estamos acostumbrados a que, como suceden tantas cosas, no puedes hacer movilizaciones todo el tiempo. La gente se cansa, no persevera... y el enemigo se frota las manos ante esa realidad. El maligno sabe cuáles son nuestros puntos débiles y cuenta con nuestra tendencia a desactivarnos.

Tenemos que ser conscientes de que, en esta crisis en la que vivimos, las movilizaciones que se hagan, tenemos que asumirlas como una llamada, como una vocación a responder. No si me viene bien o me viene mal, jerarquía de valores.

Para afrontar esta gran crisis, ante los retos que vengan, todo aquello que veáis que en conciencia, os están llamando a una movilización para actuar, creo que debemos estar atentos. Detrás de la pereza se encuentra algo peor, que es la pérdida de esperanza

7- Capacidad crítica, pero sin amargura y quemazón

Dios nos da capacidad de afrontar esta crisis sin perder la alegría y el sentido del humor. Un sano humor nace de la confianza de que sabes que este gigante tiene los pies de barro y sabes que va a caer, no sé cuándo ni como, pero caerá.

La última palabra la tiene la resurrección de Jesucristo, su victoria es cierta y eso me da un tono de vida. El que ve las cosas desde Dios tiene otra perspectiva. Tenemos que tener el don del sentido del humor utilizado como un exorcismo, el humor exorciza ante la pérdida del sentido común. Hacemos idolatrías y viene alguien con humor y las pone en su sitio.

8- Cultivar una esperanza escatológica 

Tenemos una esperanza escatológica, porque la última palabra la tiene Dios, la Parusía. Dios vendrá como juez de vivos y muertos, y es: cielo, infierno y purgatorio. Tener eso claro es muy importante. Nuestra esperanza está fundada en que Dios es justo, Dios es tan infinitamente justo como infinitamente misericordioso.

No es cierto que el bien y el mal den lo mismo, quien dé esa imagen de misericordia, está condenando a Dios a ser injusto. Nuestra esperanza en que el bien venza al mal es definitiva. 

9- Que vivamos en comunión los unos con los otros

Que vivamos este tiempo en cenáculo. En Hechos de los Apóstoles se dice que en el cenáculo había 120 personas, y no doce como se pinta. Una clave importante son los lazos de fraternidad que tenemos que establecer entre nosotros, nos tenemos que ver, nos tenemos que apoyar, hay que tener personas de referencia, no puedo abordar esto en soledad, no puedo ser una familia aislada.

En esta crisis, debemos responder con adoración eucarística, es la propuesta proporcional para afrontar esta crisis. Las capillas de la adoración perpetua son uno de los grandes legados de Benedicto XVI a la Iglesia Católica. Tenemos que luchar por la adoración perpetua, para que haya capillas donde se adore al Señor continuamente.

Pero, también, debemos ofrecer nuestra batalla personal. Que la ofrezcas por aquellos que te han sido encomendados. Si yo fuera un obispo más santo, mis sacerdotes y mis fieles serían más santos. Oración de intercesión, adoración eucarística y tomarme en serio mi gran reto de santificación y ofrecerlo por el mundo. 

Los lazos de fraternidad hay que cuidarlos, tenemos que estar dispuestos a complicarnos la vida para fortalecer esos lazos. En la historia de mi vida, yo sé que Dios se sirvió especialmente de mis compañeros de promoción. Fuimos capaces de forjar un ambientado estimulante, de tirar unos de otros para arriba.

Hay amistades, que cada vez que estás con ellas, sales con deseos de entregarte más. Es clave que invirtamos tiempo y esfuerzo en con quien me encuentro y me enriquezco. Necesitamos ayudarnos, tener lugares de cenáculos donde oremos, compartamos...

10- Nuestra principal arma será el santo Rosario

En este momento tan difícil nos tenemos que agarrar al Rosario y hacer del Rosario el instrumento de petición y de intercesión. Como en la batalla de Lepanto, que fue palanca de intercesión. En esta batalla, que es mucho más difícil, porque el enemigo lo tenemos muy dentro de nosotros, el remedio es el mismo.

Tenemos que hacer del Rosario nuestro santo y seña, salpicar nuestra vida de ave marías intercesoras. Que la oración nos mantenga en presencia de Dios. Si queremos purificarnos de rencores y de vanidades, el santo Rosario es clave, y el Rosario rezado en familia tiene un poder inigualable.

 

 

domingo, 23 de abril de 2023

LA VOLUNTAD (2) 

LA ESPECIFICACIÓN DE LA VOLUNTAD SOBRE LA FASE DE LA ELECCIÓN

3.1. La voluntad según la naturaleza y la voluntad según la razón

En la dinámica volitiva interviene en primer lugar la inclinación al bien en general: la tendencia a la felicidad. Dicha inclinación no está en nuestro poder modificarla. En segundo lugar, interviene la elección de los medios para alcanzar la felicidad: esto sí que está en nuestro poder. Esa elección va acompañada de una deliberación reflexiva por la cual preferimos un medio y otro.

Tomás de Aquino lo explica diciendo que todo hombre tiende necesariamente a la felicidad, que no es un bien elegible. Esta tendencia natural al bien en general es una inclinación necesaria implícitamente presente en todas nuestras acciones. 

3.2.  Negadores del acto de la elección

En la actualidad algunos psicólogos, antropólogos, e incluso algunas escuelas jurídicas de criminología sostienen que el hombre, propiamente no tiene elección, sino motivaciones psicológicas basadas en sus tendencias sensitivas, en procesos fisiológicos o genéticos, o incluso en factores sociológicos o imperativos sociales.

Con ello se anula la voluntariedad de la acción y se convierte a la voluntad en algo irrelevante: se considera entonces al hombre como un ser con muy escasa capacidad de decisión y por tanto de responsabilidad: el criminal lo será por una determinación de los genes, y por tanto no sería culpable; los usos sociales justificarían cualquier tipo de conducta, etc.

Esta postura está dentro de las ideologías actuales que tienden a eliminar o reducir al mínimo las facultades específicas del ser humano, con la consiguiente deshumanización del mismo, lo cual lleva implícito la animalización del hombre.

2.3.    Respuesta al problema planteado:

Ante dichas posturas hay que decir que las motivaciones son importantes, pero no anulan la voluntad ni la libertad. Decir lo contrario contradice la experiencia espontánea: el ser humano es realmente capaz de elegir, aunque sea limitadamente. Mediante la voluntad el ser humano puede modificar su conducta (motivaciones, impulsos, instintos, etc.) y forjarse el carácter. La voluntad es la facultad por la cual el ser humano se puede proponer fines no sensibles, puede controlar y rectificar sus tendencias instintivas sin la presencia de ningún estímulo que le determine a obrar en un sentido.

La psicología introspectiva analiza la capacidad de la voluntad de controlar las tendencias inferiores y orientarlas hacia un fin no sensible. Importancia de aprender a ejercer la voluntad y de educar a los jóvenes en su uso, pues es la única forma de ser dueños de sí mismos.

El conjunto de la conducta, y por consiguiente la vida humana, están hechas de elecciones y decisiones, tomadas según preferencias. Con esto entramos en el gran tema de la acción humana y nos encontramos ante el problema del determinismo y de la libertad que vemos a continuación, pues el problema de la voluntad nos interesa sobre todo en su ejercicio.

El amor como acto radical de la voluntad. El amor es el uso más humano y profundo de la voluntad. Por eso, el amor no es un sentimiento sino un acto de la voluntad acompañado de un sentimiento. El amor está integrado de afectos (sentir que se quiere) y de afectos diversos: placer, gozo, etc.

domingo, 16 de abril de 2023

 LA  VOLUNTAD  (1)

La dinámica volitiva. Persona y libertad.

Definición de persona según Boecio (s. VI): “Persona es la sustancia individual de naturaleza racional”.

El hombre está dotado de razón, es capaz de pensar, reflexionar, razonar etc.

INTRODUCCIÓN

Por nuestra inteligencia los seres humanos estamos abiertos a la verdad y también, por propia naturaleza, estamos abiertos hacia el bien tendemos hacia él.  Y ese bien puede ser sensible o inteligible.

La voluntad es una función intelectual. Es el apetito de la inteligencia o apetito racional, por el cual nos inclinamos al bien conocido intelectualmente. Lo que los deseos e impulsos son a la sensibilidad, es la voluntad a la vida intelectual.  (Yepes).

 

1. LA EXPERIENCIA DE LA VOLUNTAD EN EL SER HUMANO

a)  La distinción entre desear y querer

Hemos de empezar haciendo una distinción importante: el acto voluntario (o volitivo) se expresa a través del verbo querer, distinto a desear, unido a motivaciones, instintos, pasiones, impulsos, emociones, etc.

—El deseo tiende hacia un bien sensible, percibido o imaginado (los deseos o impulsos son las tendencias hacia los bienes captados por la sensibilidad)

—El querer tiene por objeto un bien inteligible, racional, consciente (es la inclinación o tendencia hacia el bien captado intelectualmente, del que vamos a tratar ahora).

Muchas veces se producen equivocaciones; en el lenguaje corriente se dice: “quiero”, mientras que debería decirse: “deseo”, y al revés. Y esto porque en la experiencia cotidiana resulta difícil a veces distinguir entre las tendencias sensibles (deseo) y las del orden intelectual (querer).

Sin embargo, aunque un mismo objeto puede ser querido y deseado a veces, en otras ocasiones se ve clara la diferencia entre la voluntad y el deseo:

ü Por una parte, la diferencia entre las dos tendencias se percibe cuando el bien concebido intelectualmente no es sensible, de tal modo que podemos tener un bien sin deseo.

ü Por otra, la diferencia se ve más clara cuando hay oposición entre la voluntad y el deseo. Ejemplo: quiero la salud y para ello me privo de bienes sensibles muy deseables. El criterio de la voluntad es, pues, vencerse.

Ello no significa que la voluntad se identifique con el esfuerzo, pues, por el contrario, cuanto más fuerte es la voluntad, menos esfuerzo ha de hacer. Pero, psicológicamente, la voluntad, sólo se percibe claramente en el esfuerzo. (Dejarse llevar por el deseo no requiere ningún esfuerzo). (La voluntad, como la inteligencia, para que se desarrolle, hay que ejercitarla)

b) La distinción entre lo voluntario y lo involuntario

¿Cuándo consideramos una acción involuntaria?:

-          cuando la hemos hecho por ignorancia. En este caso decimos que ha sido hecha “sin querer”, porque la persona ignoraba las circunstancias concretas en las que se desarrollaba la acción; no ha habido advertencia previa;

-          también decimos que una acción es involuntaria cuando la persona ha sido obligada a realizarla, por algún agente externo, en contra de su querer;

-          incluso, llamamos involuntaria a una acción realizada por miedo. (En realidad el miedo es un mixto de voluntario e involuntario, dependiendo en mayor o menos medida de la objetividad de ese temor)

Teniendo en cuenta esta descripción negativa, podemos concluir de forma positiva (con Aristóteles) que lo voluntario es “aquello cuyo principio está en uno mismo y que conoce las circunstancias concretas de la acción”. Una acción voluntaria, por tanto, parte del sujeto, sin que éste esté violentado por ningún agente externo y existe en el sujeto un cierto conocimiento del fin.

Aunque se puede precisar que, en realidad, en la vida humana cotidiana lo voluntario se encuentra entrecruzado con lo involuntario. En ocasiones es difícil determinar con precisión la voluntariedad o responsabilidad concreta de una acción. Es la conciencia moral la que suele presentarnos con juicio certero la voluntariedad y responsabilidad de una acción determinada. Con ello entramos ya en el terreno de la Ética.

2. NATURALEZA DE LA VOLUNTAD

2.1. Objeto de la voluntad

Toda facultad se define por su operación y por su objeto.    La operación de la voluntad es querer (no conocer); y su objeto es querer el bien captado previamente por la inteligencia.

Si lo expresamos en términos metafísico, esto quiere decir que así como el objeto de la inteligencia es el conocimiento del ser (de la realidad) en cuanto que verdadero, el objeto de la voluntad es querer ese ser, esa realidad, que le presenta la inteligencia en cuanto bueno, es decir, en razón de su bondad ontológica. Por eso se dice que las cosas no son buenas porque son queridas, sino que son queridas porque son buenas. 

¿Puede la voluntad querer el mal por sí mismo? ¿El mal como tal?

        Ø  En primer lugar, decir que el objeto de la voluntad es el bien equivale a decir que el mal nunca es deseado por sí mismo, que no puede ser amado. Y en efecto, no es difícil demostrar que, incluso cuando “se quiere el mal”, es siempre algún aspecto de bondad el que efectivamente se ha visto: un placer, una emoción, la cesación de un mal mayor, etc.

Hemos de tener presente que, debido a la imperfección del conocimiento humano, lo que éste capte como bueno puede no corresponder con la bondad real.

Ø  Por otra parte, si el objeto de la voluntad es el bien concebido por la inteligencia, se sigue que no puede quererse lo que no se conoce: como decían los clásicos “nada es querido si no es previamente conocido”.

2.2 Espiritualidad de la voluntad

La voluntad es una facultad operativa de orden espiritual que se sigue del acto de entender, por ello está a al mismo nivel ontológico que la inteligencia.

à  Lo mismo que la inteligencia, la voluntad no depende de las coordenadas espacio-tiempo (en las que se encuentran las realidades materiales).

à  También se puede apreciar la relativa independencia de la voluntad con respecto a la materia cuando se reconoce que la voluntad es capaz de moverse por valores abstractos (el honor, la justicia, la fama, la lealtad, nobleza, amistad, amor, solidaridad, etc.). Esos valores no son sensibles, y, sin embargo, despiertan nuestra voluntad y la mueve a obrar.

à  Por otro lado, es un hecho de experiencia que ningún bien creado satura el deseo de felicidad del ser humano. El querer del hombre siempre está abierto a algo más; en otras palabras, la voluntad “siempre quiere más” porque apunta “más alto”. La voluntad siempre aspira a un amor mayor, a una mayor felicidad, a una vida más plena.   Este es uno de los argumentos antropológicos donde se advierte que la estructura del hombre requiere por su misma naturaleza la plenitud de bondad, verdad y felicidad que no se da en esta vida, sino en una vida ultraterrena. El deseo de felicidad que no se satura nunca en la tierra apunta a un destino trascendente de la persona humana.

 

2.3.     Fases del acto voluntario (Los llamados requisitos del acto voluntario) 

 

En la psicología moderna se consideran cuatro fases, que básicamente responden a la concepción heredada de la filosofía clásica:

j  Concepción del fin. Tiene que proceder de la inteligencia consciente, es decir, de la reflexión de un sujeto que posee inteligencia.

k La deliberación de los medios de consecución. Es totalmente necesaria para que haya acto voluntario. La deliberación es siempre acerca de los medios, y no sobre el fin, en ella son sopesados los motivos a favor o en contra de la realización del acto. En la deliberación la razón aporta datos, escucha consejos, etc. En los procesos de toma de decisiones es un momento decisivo.

l La elección que consiste en decidir cómo y con qué medios llevar a cabo la acción. Es el ámbito del preferir. La decisión a favor de uno de los motivos, es el núcleo del acto voluntario, porque es propiamente la fase de la voluntad en la que ella dice: “yo quiero” o “yo no quiero”.

m La ejecución de la decisión. Tras la decisión la voluntad del sujeto procede a llevar a cabo los actos que conducen a la consecución del fin.

 

domingo, 9 de abril de 2023

 El yo personal. 

La inteligencia humana:

a)         La realidad como referencia ineludible

b)         La conciencia y su valor en nuestra identidad

Situándonos ante el gran espectáculo de la Naturaleza vemos que toda  la realidad, en términos generales, está compuesta de seres creados ¿Qué es un ser? El concepto ser es el más universal que existe. Sólo se puede describir: ser es todo aquello que es. Distintos seres:

seres naturales: son todos aquellos que forma la Naturaleza (aquellos en los que el ser humano no ha intervenido en su elaboración

seres artificiales: aquellos construidos o inventados por el hombre (Y entre los seres artificiales se distinguen: los seres materiales (aquellos compuestos de materia) y los seres abstractos (aquellos que son inmateriales, son producto de la mente humana)

 A su vez, entre los seres naturales se distinguen:

 los seres inertes: aquellos que carecen de vida y, por lo tanto, de movimiento propio

los seres vivos: seres dotados de vida (concepto abstracto: fuerza o actividad interna, mediante la cual, el ser que la posee ejerce una serie de actividades o funciones). Es decir, son seres dotados de auto movimiento y auto organización, que se mueven sin necesidad de un agente externo que los impulse: seres que crecen, actúan para vivir, se reproducen, etc.

Todos los seres vivos comparten unas características comunes, pero el hombre es distinto porque el hombre además de tener un cuerpo, etc. es persona.

Persona y espíritu son sinónimos; sin embargo, persona y hombre no lo son porque los ángeles son personas celestiales y no tienen cuerpo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son personas y sólo el Hijo que se encarnó tiene un cuerpo humano.

El hombre es algo más que ser vivo, el hombre tiene un cuerpo y un alma, esto le hace ser persona, en la persona humana el modo de realizar las operaciones vegetativas viene modulado por la razón y por la libertad. Es decir, son vividas de modo consciente y libre, de modo personal. Por esta razón el modo “humano” de vivir estas funciones vitales es distinto al de los demás seres vivos. Por ejemplo, la gastronomía es un arte específicamente humano que responde a la necesidad vital de nutrirse: esa necesidad está vivida de modo libre. De esta manera, la sa­tisfacción de esas necesidades básicas es de orden cultural.

Cada persona es distinta, tiene su propia libertad, su propia inteligencia, su propia voluntad, etc. En el hombre, el crecimiento se refiere no sólo al desarrollo de las facultades orgánicas, sino también de las espirituales: conocimiento y la voluntad. Estas facultades espirituales poseen una capacidad de desarrollo ilimitada puesto que siempre podemos conocer y querer más y mejor.

La vida intelectiva: es la propia del ser humano, pues supone dos facultades exclusivas suyas: la inteligencia y la voluntad y una propiedad de ambas que es la libertad. Estas facultades, como iremos viendo, son las que establecen un abismo insalvable entre nosotros y el resto de los seres vivos. Son las que hacen que tanto la actitud como el comportamiento del hombre ante la naturaleza sea enormemente superior y distinto al del animal. Por supuesto que el hombre asume las funciones de la vida vegetativa y de la vida sensitiva, pero al hombre no le basta con nacer, nutrirse, crecer, reproducirse y morir para alcanzar su realización propia. Somos más complicados que una patata o un pájaro. Nuestra vida no es automática, tenemos por delante la tarea de resolverla, y el éxito no está asegurado. 

Este breve análisis del concepto ser nos sitúa ya en nuestro punto de partida: el hombre es un ser natural vivo.

El alma, principio vital le llamó Aristóteles, no tiene mucho que ver con el alma creada por Dios. Para Platón según las distintas funciones que son capaces de realizar los seres vivos, puede haber tres tipos de alma y de vida: un alma vegetativa, un alma sensitiva y un alma intelectiva. Para Aristóteles no hay tres almas sino una sola.

Sólo hay un alma en cada hombre, por la misma razón que cada hombre es una substancia, (somos un solo YO). Si hubiese varias almas en el mismo individuo, un alma vegetativa, un alma sensitiva y un alma intelectiva, constituirían tres substancias diferentes cuya unión no podría ser más que accidental: una viviría, la otra sentiría, pero no viviría; la tercera pensaría, pero no sentiría ni viviría. La idea es absurda por sí misma, y es contraria a los hechos, pues es el mismo hombre el que vive, siente y piensa. Así defiende Aristóteles la existencia de una única alma en el hombre, por la que vivimos, sentimos y pensamos. 

La defensa de la única alma en el hombre se opone a algunas tendencias filosóficas que, debido a su postura, presentan dificultades a la hora de explicar al ser humano, principalmente a los DUALISMOS. Los dos dualismos más representativos son: el de Platón (entre el alma y el cuerpo sólo existe una unión accidental y el verdadero hombre es el alma) y el de Descartes (afirma que son dos substancias distintas) Este dualismo, de origen cartesiano, es inadmisible, y de él surgen una serie de errores, ya que destruye la unidad substancial del ser humano. (No olvidar: el ser vivo es uno).

También frente al dualismo platónico, para el que alma y cuerpo son dos sustancias distintas y accidentalmente unidas y, por tanto, el hombre es el alma; Santo Tomás de Aquino, afirma que el hombre constituye una única sustancia cuyos principios constitutivos son el alma y el cuerpo. El ser humano constituye una unidad y no debe menoscabarse dicha unidad. El término “hombre” no debe aplicarse ni al alma ni al cuerpo solo, sino al alma y cuerpo juntos, a la sustancia compuesta. Es el individuo humano el que percibe, no solamente que razona y entiende, sino también que siente y ejerce sensaciones. Pero no es posible tener sensaciones sin tener un cuerpo, de modo que el cuerpo también y no sólo el alma, ha de ser el hombre.

La realidad como referente ineludible.

Que el hombre sea uno, es un hecho que debe ser aceptado como tal por el filósofo y situado por encima de toda discusión, o lo que es lo mismo, debe tomarse como base de toda teoría metafísica, (frente a los dualismos), caso contrario se cae en contradicciones.

El alma está siempre informando al cuerpo. Es decir, como es normal, el viviente siempre está vivo, (aunque esté inconsciente) pero no siempre está realizando todas sus operaciones vitales (no siempre está comiendo, andando, razonando, eligiendo, etc.) y esto porque el alma posee una pluralidad de capacidades, funciones u operaciones, que no siempre se están ejerciendo en acto. A esas ca­pacidades las llamamos potencias, facultades o capacidades operativas.    En consecuencia, hemos de distinguir:

 

 El alma (principio vital o acto primero del ser vivo) y

Las facultades o potencias operativas (principios del obrar y de sus operaciones o actos segundos)

¿Cuáles son las potencias o capacidades operativas? Pueden ser de dos tipos:

Orgánicas (cuando dependen intrínsecamente de algún órgano corporal, como el tacto o la vista). Así el sentido de la vista depende intrínsecamente del órgano correspondiente (el ojo), pues sin este no se ve.

Espirituales (cuando no hay una dependencia intrínseca del cuerpo, como la inteligencia o la voluntad)". Estas últimas se sir­ven de órganos corpóreos como instrumentos suyos: por ejemplo, para pensar ne­cesitamos el cerebro (órgano utilizado por la inteligencia); pero pensar no se re­duce a la actividad neuronal que tiene lugar en nuestro cerebro. (Para pensar, aunque necesitamos de los sentidos para formar las ideas, no necesitamos de los mismos para pensar: de esta manera yo puedo pensar en el frío sin ne­cesidad de que mi sentido orgánico del tacto esté sintiendo frío.

IMPORTANTE: El alma, ese principio vital, no es ninguna de esas ope­raciones, pero es el principio operativo que hace posible esas operaciones.  La vida es un predicado esencial para el ser vivo puesto que sin este principio el ser no sería de ningún modo. Sin embargo, las operaciones vitales son predica­dos accidentales puesto que el ser vivo continúa siendo tal a pesar de no estar actualmente realizando estas operaciones. Por ejemplo, el hombre sigue siendo hombre aunque no esté pensando actualmente (como sucede durante el sueño); pero un hombre muerto ya no es hombre pues carece de algo esencial para él: la vida.

NOTA. (Por eso una persona discapacitada psíquicamente, sigue siendo persona: ser vivo humano. Sigue teniendo su alma, aunque no pueda ejercer o llevar al acto algunas de sus operaciones, lo mismo que una persona ciega, etc.)

La distinción entre el alma y sus potencias se advierte también en la definición aristotélica del alma cuando dice de ella que «es aquello por lo que primeramente vivimos, sentimos, nos move­mos y entendemos». aristóteles, Sobre el alma, 415b 13. De aquí se deduce que las facultades son previas a los actos; pero nosotros conocemos primero los actos y después las facultades; y a partir de ellas conocemos el principio de esas facultades: el alma.)

 Al tratar de la unión sustancial de la persona volveremos a esta cuestión, pero por el momen­to podemos decir que no aceptar dicha distinción entre el alma y sus potencias lleva a errores antropo­lógicos, como el cartesiano, que identifica al alma con una de sus potencias cuando dice que «yo soy una sustancia pensante».

Hasta tal punto se encuentra condicionada la existencia en Descartes por el acto de pensar que afirma: yo soy, yo existo, esto es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando; porque podría ocurrir que, si yo cesase de pensar, cesase, al mismo tiempo, de existir. Mientras pienso, soy y existo. Así pues: yo soy una cosa que piensa.

La conciencia y su valor en nuestra identidad.

Hasta ahora podemos resumir lo que es la persona, capaz de aprender, actuar pensar, etc. gracias a su inteligencia.

Saber las cosas pasa por partir de la realidad, si partimos de hechos erróneos llegamos a conclusiones falsas.

Ahora damos un paso más, el acto de conocer y la conciencia de conocer que dará paso a la conciencia moral de mi actuación.

Conocer es captar la realidad, poseerla interiormente de una manera inmaterial. Primero actúan los sentidos y después la inteligencia forma los conceptos.

Sentidos externos: tacto, olfato, gusto, oído y vista.

Sentidos internos: memoria, imaginación, sentido común y estimativa.

Hay conocimientos que se pueden demostrar, pero otros no y no por ello son menos reales: el amor.

Distinguir el conocimiento científico del filosófico, sabio, que remos una vida más sabia, más libre, más humana. Filosofar nos hace sabios.

La filosofía tiene una dimensión práctica la configuración de la conducta individual y social.

Los filósofos griegos abundaron mucho en la filosofía, por ejemplo, Platón decía:

Pregunta metafísica…. ¿Qué es la realidad?

Pr. Cosmológica……….. ¿Cuál es el origen del cosmos?

Pr, gnoseológica……….  ¿Cómo alcanzar la verdad?

Pr. Antropológica……..  ¿Quién es el ser humano?

Pr. Ética…………………….  ¿Qué es obrar bien?

Pr. Política………………...  ¿Cómo organizar una sociedad justa?

La capacidad de alcanzar la verdad es la gran prerrogativa del ser humano pero, cómo llegamos a ella?

1.  Adecuación. En el acto de conocer intervienen objeto y sujeto. Según Aristóteles la verdad es la relación de ajuste entre la realidad y lo que decimos.

Tomas de Aquino: “Adecuación entre el entendimiento y la realidad”.

2.  Coherencia. La defiende Hegel, no sirve porque un sistema puede ser muy coherente y ser falso.

3.  Utilidad. Filósofos norteamericanos de los s. XIX y XX. Cae por su peso, no siempre lo que es útil es verdadero. Lo útil es un concepto relativo, variable. Tampoco una creencia es verdadera porque produzca efectos satisfactorios. Las verdades a veces son amargas.

4.  Consenso. Viene desde Sócrates. En el s. XX, Apel y Habermas. Llegar a la verdad a través del diálogo. La verdad no depende del consenso sino al contrario la verdad tendría que dar lugar al consenso.

Fiabilidad y criterios de verdad

Llegar a la verdad es difícil. Existen la duda, la opinión y la certeza. No todo es opinable, hay cosas que se saben claramente.

Las certezas se apoyan muchas veces en la confianza. La autoridad, la tradición.

Niveles de conocimiento: opinión-ciencia-sabiduría

Criterios de verdad: evidencia-tradición-autoridad

Grados de fiabilidad: duda-opinión-certeza.

Realismo. Idealismo. Escepticismo. Relativismo. Subjetivismo.

Ley natural. Leyes positivas. La conexión con la ley natural les da su legitimidad.

La conciencia es una exigencia que tenemos con nosotros mismos. Es una brújula para el bien y un freno para el mal. Luz de la inteligencia para distinguir el bien del mal.

El ejercicio de la conciencia es incompatible con el relativismo moral.

La conciencia es un juicio de la razón, no una decisión de la voluntad.