Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

viernes, 1 de junio de 2012

Coherencia

(Desconozco quien es el autor del artículo que hoy traigo al blog. Me parece muy interesante y lo publico. Pido perdón al autor por no citarlo, la razón es que ha llegado a mí anonimamente.)
<><> <><>
  
Es el valor que nos hace ser personas de una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios.

Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.

Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser sinceros, personas en las que se pueda confiar y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es un medio que fortalece el carácter y desarrolla la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.

En primera instancia, el problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.

Una madre con varios hijos a los que adora y estando felizmente casada, se encontraba en la reunión de los miércoles con sus amigas, cada sorbo de café se acompañaba de comentarios a favor de la familia pequeña (matrimonio, con un hijo o sin él). Nunca en su vida se había visto tan incómoda, sin palabras ni objeciones, avergonzada... ¿Por qué callar? ¿Por qué no defender sus convicciones y lo que representa la razón de su vida? No se trata aquí de discutir sobre el motivo del diálogo, sino de la actitud, de la pasividad con que enfrentamos los temas álgidos, los importantes y los superfluos. ¿De cuántas cosas nos avergonzamos sabiendo que son correctas?

Lo mismo sucede con los compañeros de la universidad y sus “aventuras” a veces arriesgadas; al disimular ante los negocios poco transparentes que se dan en una empresa; ante la infidelidad de nuestras amistades hacia su pareja... Debemos ser valientes para superar el temor a ser señalados como extraños, anticuados o retrógrados, porque un carácter débil inspira poco respeto y jamás lograremos demostrar la importancia de vivir de acuerdo a unos principios y valores.
Podemos suponer que actuando en base a nuestras propias convicciones basta para ser coherentes, pero existe el riesgo de adoptar una actitud traducida en un “soy como soy y así pienso”. Efectivamente, la coherencia exige esa firmeza y postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la obstinación.

Todo indica que en algunos momentos exigimos coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevarnos a reflexionar si trabajamos con intensidad y en equipo, si correspondemos con creces a los cuidados que recibimos en casa, si somos leales y verdaderos amigos de nuestros amigos.

Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.

¿Qué se necesita para ser coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos. Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.

Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:

- Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.

- Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tu actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción

- Se prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.

- Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.

- Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.

- Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas la cordura. Serenidad, cortesía y comprensión

La experiencia demuestra que vivimos con mayor tranquilidad y nuestras decisiones son más firmes, al comportarnos de manera única; que a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona. Por este motivo, la unidad de vida aumenta nuestro prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.











<><> <><> <><> <><>


 

 
  

 
 
 

 
 
 
 
 

 
 
 

   




jueves, 31 de mayo de 2012

Cana al aire

Ya estamos a jueves, quien mas, quien menos esperando el fin de semana, así que vamos con un poco de humor que también nos ayuda a pensar...


miércoles, 30 de mayo de 2012

Frases para reflexionar

Frases de distintos autores

La moral es lo que hace a uno sentirse bien y lo inmoral es lo que hace a uno sentirse mal. Ernest Hemingway (1896-1961
Hay que ser buenos no para los demás, sino para estar en paz con nosotros mismos. Achile Tournier (1847-1906)

La moral es la ciencia por excelencia; es el arte de vivir bien y de ser dichoso. Blaise Pascal (1623-1662)

Frases de Sócrates

 Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros

La única cosa que sé es saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo.

Lo que mejor sienta a la juventud es la modestia, el pudor, el amor a la templanza, y la justicia. tales son las virtudes que deben formar su carácter.

Es peor cometer una injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte en injusto y quien la padece no

Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. la felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta

Mi consejo es que te cases: si encuentras una buena esposa serás feliz, si no, te harás filósofo
Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortesmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente

Las nociones de bien y de mal son innatas en el alma humana
Solo es útil el conocimiento que nos hace mejores

martes, 29 de mayo de 2012

La historia de Tommy

John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre Tommy, un estudiante de su clase de la Teología de la Fe.

Recuerdo que hace unos doce años, yo estaba de pie observando a mis alumnos de la universidad mientras entraban al aula para nuestra primera clase de Teología de la Fe.
Ese fue el primer día que vi a Tommy.
Mis ojos y mi mente se fijaron en él. Estaba peinando su larga melena rubia, que caía 20 centímetros por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una melena tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en ese tiempo.
Sé que no es lo que está sobre la cabeza lo que cuenta, sino lo que está dentro, pero como ese día no estaba muy mentalizado, mis emociones se alteraron y de inmediato etiqueté a Tommy bajo la "E" de extraño... muy extraño.
Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología de la Fe.


Objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente, o quejándose por medio de un suspiro o gemido sobre la posibilidad de un Dios Padre que nos ama incondicionalmente. Así y todo, vivimos en una paz relativa durante el semestre, aunque tengo que admitir que a veces sí llegaba a molestarme.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico, "¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?"
"¡No!", le dije muy enfáticamente.
"¿Por qué no?", me respondió, "yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo."
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle: "¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios... pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."


Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.
Un tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me alegré sinceramente.

Más adelante me llegó una triste noticia: supe que Tommy padecía un cáncer terminal.
Antes de que yo pudiera buscarlo, él vino a verme.

Cuando entró en mi despacho tenía un aspecto demacrado y su larga melena había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía la misma firmeza que antes.
"Tommy, he pensado mucho en ti... oí que estás enfermo", le dije en un tono desenfadado.
“Sí, muy enfermo", me respondió, "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."
“¿Me puedes hablar sobre eso?", le pregunté. "Por supuesto, ¿qué quiere saber?", me contestó.
"¿Qué se siente al tener solo 24 años y estar muriendo?", le dije.


"Bueno, podría ser peor."
"¿Peor, cómo qué?"
"Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida."
"Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me dijo el último día de clase."
(¡Se acordó!)


Continuó diciendo, "Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo: 'Pero Él te encontrará a ti'.
He estado pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda era muy intensa en aquel entonces."
"Pero cuando los cirujanos me quitaron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue cuando empecé a buscar seriamente a Dios. Y cuando el cáncer se extendió a mis órganos vitales, de verás que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada.


¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado?.
Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar y tratar y tratar... y eventualmente, uno deja de tratar.

Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar lanzando mis llamadas inútiles por encima de ese muro de ladrillos a un Dios que posiblemente no estuviera ahí, me rendí....
Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso.

Pensé en usted y en su clase, y recordé otra cosa que usted nos había dicho: 'La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama, que los ama'.
Y decidí abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí.
Entonces, un día me dí la vuelta ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba.


Me imagino que yo me portaba como un entrenador de animales aguantando el aro para que saltaran: '¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.'
Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había encontrado!
Usted tenía razón, me encontró aún después de que yo había dejado de buscarlo."

"Tom", le dije casi sin aliento, "yo creo que estás diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios: es la de no hacerlo una posesión particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad, sino abrirse al amor.
Sabes, el apóstol Juan dijo: 'Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.'

Le pedí que viniera a mi clase a contarlo, me llamó a los pocos días y me dijo que estaba preparado para la clase. Que quería hacer eso por Dios y por mí. Así que fijamos la fecha, pero Tom no pudo llegar... Tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase.
Por supuesto que su vida no terminó con la muerte. Sólo cambió. Dio el gran salto de la fe a la visión. Encontró una vida más hermosa que todo lo que haya podido ver el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la mente del ser humano jamás se haya imaginado.

Antes de que muriera, hablamos una última vez.
"No voy a poder llegar a su clase", me dijo..
"Lo sé, Tom."
"¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá... al mundo entero por mí?“

"Sí, Tom, les diré. Haré todo lo mejor que pueda.."

Así que vosotros que habéis tenido la paciencia de leer esta simple historia sobre el amor de Dios, gracias de corazón.
Rev. John Powell

Profesor de Loyola University, Chicago






domingo, 27 de mayo de 2012

Rosauro

        Me ha venido a la memoria el personaje de un tebeo ya antiguo, Rosauro era un niño de meses que devoraba todo, sillas, mesas, comida, parece ser que tenía un hambre voraz y absolutamente nada se le resistía a un par de dientes delanteros con los que daba fin a todo.

        ¿Por qué me he acordado?, porque el tema sobre el que quiero escribir, se asemeja a Rosauro, destruye todo, pero antes que a los demás, a sí mismo, se trata del resentimiento.
        En la vida una se encuentra a personas que en su memoria albergan sucesos ocurridos de hace 15, 20, 25 o más años; y los recuerdan con precisión. Me río yo de los ordenadores de potente memoria, se quedan en nada al lado de estos personajes eternamente agraviados por los demás y que cultivan el resentimiento como una flor cara, la riegan cada día, sin ser conscientes que están cultivando su propia infelicidad. Dice el Doctor Enrique Rojas que: “una personalidad sana es aquella que vive instalada en el presente, tiene digerido el pasado y está proyectada sobre el porvenir”.   Tener digerido el pasado, cuando se hace una mala digestión se pasan malos ratos. Las cosas, los sucesos que Dios permite que nos sucedan son ocasiones estupendas para crecer interiormente, adquirir paciencia y otras muchas virtudes –valores se dice ahora- y no debemos desaprovechar esas oportunidades anclándonos en un pasado que ya no se puede remediar y menos para amargarnos y amargar a los que nos rodean.

        Siempre me ha llamado la atención una frase que a veces se repite en demasía: “perdono pero no olvido”, lo correcto, lo acertado es que si se perdona de verdad, también hay que intentar olvidar; y esto no sólo por el perdonado sino esencialmente por el bien del que perdona. No guardar resentimientos nos aligera de pesos absurdos en el viaje de la vida y conlleva alegría de vivir. ¿Qué es difícil perdonar?, a veces sí, hay que pedirle ayuda a Dios para poder hacerlo, pero compensa el esfuerzo.

        Hay una viñeta de Mafalda con Susanita donde esta última le muestra unos tarros llenos de líquido con unas fechas, a la pregunta de Mafalda sobre que es aquello, Susanita le responde que son lágrimas recogidas en distintos disgustos, he buscado la viñeta pero no la he encontrado, por eso la cuento. No hagamos nosotros algo similar, empaquetar los disgustos que nos hemos llevado en nuestra vida, ponerles fechas y almacenarlos en nuestra memoria, es absurdo, la memoria y la imaginación nos pueden hacer “malas pasadas”, es mejor vivir el presente y proyectarse hacia el futuro como nos aconseja el Dr. Rojas.

        Para acabar recojo los datos de un libro que es muy interesante: “Del resentimiento al perdón: Una puerta a la felicidad”. Francisco Ugarte. Ed. Rialp. Madrid 2004. Tiene un formato pequeño y solamente 80 páginas, aconsejo que se lea porque compensa abrir la puerta de la felicidad.