Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

domingo, 2 de noviembre de 2014

Reflexión

Me enseñó mi padre que había que odiar el delito y compadecer al delincuente; lo escribo cuando una vez más la corrupción vuelve a estar tristemente de moda en España. En estas líneas no pretendo acusar a nadie ni eximir de culpabilidad; lo que pretendo es reflexionar yo y hacer reflexionar a quien me lea sobre las causas de esta lacra.

Ciertamente el afán desmedido por el "dios dinero" es una de las causas, pero a mi juicio hay otra  que no está de moda y pasamos de puntillas en esta sociedad descafeinada y con leche desnatada, (a este café le llaman "desgraciado" en el argot de la hostelería). Me refiero a la descristianización, si no hay Dios, si no hay creencias firmes, todo está permitido y así nos va.

Me contaba un profesional de la economía que, cuando alguien le proponía algo que rozaba la moral, él contestaba con una frase que se hizo famosa entre sus clientes y conocidos: "hacer esto... no me lo permite mi religión" y el asunto quedaba zanjado.


Vuelvo al comienzo, odio el delito pero compadezco al delincuente que vive sin Dios y bastante pena lleva esa vida consigo aunque a los ojos de algunos les pueda parecer envidiable. No es oro todo lo que reluce, dice el refrán.

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