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viernes, 14 de junio de 2013

Aportación al Año de la Fe


Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor
n   ¿Cuál es la Buena Noticia para el hombre? Compendio del Catecismo 422-424La Buena Noticia es el anuncio de Jesucristo, «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16), muerto y resucitado. En tiempos del rey Herodes y del emperador César Augusto, Dios cumplió las promesas hechas a Abraham y a su descendencia, enviando «a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva» (Ga 4, 4-5).

n  Para salvarnos Dios envió a su Hijo, que es Jesús, el Cristo, o Jesucristo. Como afirma la fe de la Iglesia, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre. Además de Salvador y Redentor, Jesucristo es el modelo para los hombres, especialmente para los cristianos. A pesar del pecado, Dios seguía amando a los primeros padres y a sus descendientes, y quiso restaurar lo que el pecado había destruido.

n  Prometió que salvaría a los hombres de su pecado, recuperando el don de la gracia: volverían a ser hijos de Dios y herederos del cielo, aunque sin recobrar los dones preternaturales.
n  Para que los hombres no se olvidaran de que iba a enviar al mundo un Salvador, Dios les recuerda con frecuencia esa promesa por medio de Abrahán, Jacob, Moisés, David... Son los Profetas, sobre todo, los que hablan del Mesías, del Salvador que habrá de venir: Isaías (7,14) proclama que nacerá de una "virgen"; Miqueas (5,2) señala incluso dónde va a nacer: en "Belén".

n  "Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo unigénito" (Juan 3,16). El Señor se llama Jesús, que quiere decir "Salvador". El arcángel San Gabriel se lo dijo así a San José: La Virgen "dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1,21). Él nos lo dijo y porque lo demostró con sus obras. Nos dijo: "Yo y el Padre somos una misma cosa; quien me ve a mí ve al Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo". Jesucristo cura a los mudos, a los ciegos, a los leprosos...; resucita a su amigo Lázaro, al hijo de la viuda de Naín...; perdona los pecados...; y todo esto lo hacía por su propia virtud y poder, porque es Dios.
n  Jesucristo murió verdaderamente y resucitó también de verdad. Se apareció repetidas veces a sus discípulos, y éstos lo atestiguaron. Sus enemigos querían ocultar esta prueba de su divinidad (cfr. Mateo 28,11-15).

n  La resurrección de Cristo es la mayor prueba de que es Dios, pues resucitó por su propia virtud. Jesucristo es igual a nosotros, menos en el pecado y el error.
n  Tuvo madre como tenemos nosotros; trabajó con sus manos; tuvo hambre y sed, comía y bebía; se cansaba; tuvo amigos y lloró cuando murió su amigo Lázaro; se alegraba con sus discípulos, con los niños... Jesucristo no sólo es perfecto Dios, sino que además es perfecto hombre.

n  Jesucristo venció a la muerte, resucitó y subió al cielo. Como Dios, está en todas partes y todo lo ve y lo oye. Jesucristo está en el cielo y en la Eucaristía. Podemos hablar con Él: nos escucha y nos habla, no con palabras sino en nuestro corazón. Tenemos que aprender de Jesús. Él mismo ha dicho: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14,6).
n  Debemos cultivar la amistad con Jesús.

n  Si queremos tratarle, lo encontraremos en el evangelio, en la oración y en el sagrario.
n  Un propósito para avanzar

n  Lee todos los días el Evangelio durante unos minutos, para conocer mejor la vida y doctrina de Jesús.
n  Haz una breve visita al Santísimo en el Sagrario para estar con Cristo, realmente presente.



 

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