Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

sábado, 27 de octubre de 2018

Una historia real


Una de las causas que explican el fracaso de tantos matrimonios -no la única-, es la distorsión del significado de la palabra “amor”. No pienso disertar, solo voy a contar un hecho real y cada uno que saque sus consecuencias.

Hace ocho años a una amiga mía le diagnosticaron una rara enfermedad neurológica y degenerativa, los médicos no sabían bien cómo iba a evolucionar y mucho menos cómo podían atajarla. Desconcierto para ella, para su marido e hijos, amistades, etc. Empezó entonces ocho largos años de pruebas buscando que era lo mejor para ella, ¿ingresarla en alguna residencia en donde pudiera tener un trato más especializado?, se hizo la prueba, en la primera que estuvo sólo admitían a ella, no al marido, así que se decidió su traslado a otra porque su marido quería estar con ella; aquello tampoco dio resultado, como consecuencia de esa cruel enfermedad perdió la capacidad de hablar, entendía todo, nos conocía pero no se podía expresar.

El marido decidió que se volvían a su casa y allí mi amiga se vio que estaba mejor, al menos más tranquila; el marido ha estado con ella mañana, tarde y noche, la ha atendido en todas sus necesidades, si quería tomar una cerveza, se la tomaba sentado a su lado, manifestando una entrega y dedicación encomiable, adivinaba lo que mi amiga podía necesitar o le hacía ilusión. Ocho años con la misma actitud hasta que mi amiga ha muerto.

En esa relación ha habido lo que es el verdadero amor, se ha llevado a la práctica lo que la iglesia dice a los que se casan: “en la salud y en la enfermedad…”. Y su marido dentro del dolor lógico, pidiéndole a Dios que durase porque la necesitaba tener a su lado y también decía que su cariño hacia ella había aumentado precisamente en los años que ha durado la enfermedad.

Por eso me indigna que se pretenda desdibujar lo que une de verdad al matrimonio confundiéndolo adrede con la "chispa de la ilusión", "atracción física" o como se le quiera llamar.

Dejémonos de patrañas que no dan ningún buen resultado y vamos a la realidad, a lo que nos perfecciona como personas. Ese hombre ha sido feliz cuidando a su mujer, precisamente porque la quería de verdad.

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