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jueves, 2 de octubre de 2014

El secreto de la eficacia

El artículo que publico corresponde al escrito en la Razón el día 28-9-2014 con ocasión de la Beatificación de D. Álvaro del Portillo, sucesor de San Josemaría al frente del Opus Dei.


La santidad del número dos (Yago de la Cierva)

Es casi universal la tendencia a atribuir el éxito de una institución a las dotes de liderazgo de su jefe: a su empuje, a su capacidad de arrastre, a su visión anticipadora… y tantas veces olvidamos que para que una organización funcione el número uno necesita un número dos tan bueno como él.

La calidad del número dos se manifiesta en mil aspectos: en saber cohesionar a todos en torno al número uno; en conseguir llegar a donde él no llega (nadie es billete de 50 euros que a todos gusta) en sentirse siempre puente y nunca barrera para los que quieren llegar a él; y más difícil todavía: alentar al número uno cuando las cosas no salen, y ayudarle a corregir sus defectos con claridad delicada pero firme.


Eso y mucho más, fue Don Álvaro. La Iglesia Católica celebra a un número dos excelente, que quiso ser siempre y sólo, número dos, incluso cuando el número uno ya no estaba en la Tierra. Hasta disfrutaba recordando la etimología árabe de su nombre: Álvaro, “el hijo”. Un ejemplo y un acicate para los que nunca seremos jefes pero podríamos ser mejores números dos (o tres, o cinco, o diecisiete), allí donde estemos. 

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