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domingo, 8 de junio de 2014

Elegancia 2

La elegancia es la presencia de lo bello en la figura, en los actos y movimientos y en la compostura. Aristóteles decía que la compostura (por supuesto, él la llamó de otra manera: afabilidad) versa sobre lo que resulta agradable o desagradable en los dichos y hechos respecto de los hombres con quienes se convive. Esto no es otra cosa que las buenas maneras de las que hoy tanto se habla y tan poco se practican.

Santo Tomás de Aquino, por su parte, afirmaba que la compostura o decoro es una virtud que regula los movimientos externos del cuerpo.

Mantener la compostura exige cuidado, tiempo, arreglo en definitiva. Esto obliga a dedicarse atención, a ocuparse de uno mismo y de la propia apariencia. Si uno no quiere mostrarse desaliñado debe cuidar su exterioridad, cortarse las uñas, cambiarse de ropa, prestar atención, evitar las manchas y los malos olores. Perder la compostura es una forma de perder la dignidad y la belleza.

LAS ELEGANCIAS INTERIOR Y EXTERIOR

Hemos llegado a través de la belleza a la dimensión moral de la elegancia, algo que constituye el fondo y sustrato de la otra dimensión, corporal y externa: quien no vive en armonía con sus sentimientos y sus tendencias, quien no sabe lo que quiere y no obra como debe, quien vive en discordia consigo mismo y con los demás, quien no conoce la serenidad y la mesura en sus deseos y acciones, quien es desconsiderado con la realidad que le rodea, quien no reproduce dentro de sí, en su voluntad, afectos e inteligencia, ése no puede ser elegante porque no es bueno, ni dueño de sí mismo.

El universo interior es lo más importante de la persona; por encima de su coche o de su armario, y ese universo abarca desde nuestras opiniones, nuestros criterios, hasta nuestros gustos, preferencias. Mientras unos tienen pensamientos vulgares, chabacanos, prosaicos, groseros, a otros sus pensamientos les llevan por ámbitos culturales y artísticos, presididos por la delicadeza y la finura de espíritu. Pensamos en función de lo que somos (elegantes o vulgares), porque la elegancia siempre va unida a la sencillez, que no a la simpleza.

El gusto estético es otra cualidad de la elegancia interior. No todo el mundo posee la misma capacidad para captar la belleza, y por lo tanto para elegir lo mejor, lo más bello. La cultura en todas sus manifestaciones es el alimento que va depurando nuestros gustos estéticos, que no son algo estático, sino que se van transformando; por tanto, la elegancia es siempre dinámica, por eso cada época tiene sus cánones de belleza y elegancia que responden a la sensibilidad estética de un tiempo determinado. La elegancia tiene siempre un toque de vanguardismo. No es justo identificar lo elegante con lo clásico.

Juan Garcia Inza

3 comentarios:

  1. Enhorabuena por los dos artículos dedicados a la elegancia, falta nos hace. Un saludo

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    1. La cuestión está en que se ha impuesto la comodidad por encima de cualquier otra argumentación y con frecuencia no pensamos sí el cómo nos vestimos o a veces desvestimos va con nuestra edad, tipo, condición, etc.

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    2. Opino que hemos perdido en nuestra sociedad la conciencia de nuestra identidad, andamos desorientados y así nos va

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