Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

martes, 27 de noviembre de 2012

Nos están cerrando el portón


Soy consciente que este cuentecillo ya lo he publicado, lo vuelvo a hacer ahora porque me sigue pareciendo muy interesante; algún nombre hay que ponerle a la raza y el autor le ha puesto “española”, pero opino que vale cualquier otra, el mal es por desgracia universal. El motivo de su publicación es para intentar que todos pensemos y reflexionemos. Yo no culpo sólo a los políticos, me parece que hay muchos interesados en “amaestrar” a las personas, entretenernos con lo fácil, engañarnos con ídolos que al final resultan que son como los gigantes, vistosos, enormes, pero de cartón y nada más. Aprendamos del cuento y escarmentemos en cabeza ajena. Volvamos a la cultura del esfuerzo.
¡¡¡CUIDADO!!! ¡NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!

“Hace ya unos meses, anduve de vacaciones por la provincia de Zamora, y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano donde elaboraban unos jamones caseros muy afamados por toda la zona. Al pasar por una de las pocilgas, me llamó la atención la magnífica y extraña raza de una   hembra que amamantaba a una camada de lechones. Por curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo, de qué raza eran esos cerdos.
- Son de raza “española”… pero espere que llamo a mi padre, que él le cuenta cómo se consigue esta raza.

Por la puerta de la cocina emergió D. Nicolás, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas y me invitó a sentarme a la mesa del porche donde reposaba un enorme botellón de aguardiente de no menos de 60º.
-¿Ud. sabe cómo se cazan los cerdos   salvajes del monte? me espetó el paisano sin más trámite, mientras me servía un vasito chato de ese fortísimo aguardiente.

- Bueno, creo que los perros  los acorralan y con un fusil los abaten, le contesté    prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo…
En este caso, no es así. -me dijo don Nicolás- y prosiguió: cuando le diga cómo los cazo y como los “amanso”, Ud. entenderá porqué se les llama de raza “española” y si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué a los españoles nos va como nos va.

En el fondo de la finca, detrás de aquel bosque de álamos y hasta la orilla del río, hay un monte agreste sin cultivar. En ese monte abundan las manadas de cerdos salvajes.
Para cazarlos comienzo por buscar un claro sin maleza, donde tiro unos puñados de maíz en el suelo. Cuando los cerdos lo descubren, van a comer todos los días, y solo tengo que reponerles diariamente la ración. Una vez acostumbrados, construyo una cerca en uno de los lados del claro y sigo poniéndoles alimento. Durante unos días desconfían, pero terminan por volver. Entonces hago otra cerca formando una “L” con la anterior, y les sigo poniendo comida hasta que de nuevo dejan de desconfiar y regresan a comer. Y así sucesivamente, hasta que casi cierro los cuatro lados y solo dejo una abertura para un portón. Para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a las cercas y entran y salen casi con naturalidad…

Otro día coloco el portón, lo dejo abierto y sigo poniendo maíz, hasta que encuentro la piara comiendo, entonces cierro la puerta. Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos. Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil, ya que se olvidaron de buscarlo por sí mismos, y aceptan la esclavitud.
Nosotros, los españoles debemos darnos cuenta que los gobernantes suelen proceder de la misma manera que yo con los cerdos… Nos tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales, empleos públicos, cargos políticos, jubilaciones millonarias para esos políticos, sueldos para liberados y asesores, dinero para los sindicatos y partidos, leyes proteccionistas, sobornos electorales, etc.… Todo a costa del sacrificio de las libertades que nos van confiscando migaja a migaja…

Y muchos españoles (y un tanto por ciento muy elevado de personas de cualquier pais), no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace.
¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda” que reparte el gobierno, lo hace con el dinero que el pueblo le entrega para bien administrarlo?.

¡Sigamos así – sin más -, y que Dios nos ayude cuando nos cierren el portón!
Don Nico apuró de un trago lo que quedaba del cuarto vasito, me saludó y se fue renqueando por la puerta de la cocina.

Y yo, mareado por el alcohol, y más aún,  trastornado y apabullado por la verdad, saludé al hijo y me volví  por el polvoriento camino de regreso a casa…

CUIDADO ¡NOS ESTÁN CERRANDO EL PORTÓN!

 

 

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