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martes, 20 de marzo de 2012

El poder de la educación


Se cuenta que el legislador Licurgo fue invitado a dar una exposición sobre educación. Aceptó pero pidió seis meses para prepararse la conferencia.
El hecho causó extrañeza porque de todos era conocido que Licurgo tenía muy buena preparación en esa materia.

Llegó al fin el día de la exposición, la sala estaba llena, expectante, y apareció Licurgo seguido de un criado que llevaba cuatro jaulas, en cada una de ellas iba un animal, dos liebres y dos perros.
A una señal de Licurgo, el criado abrió dos jaulas dejando salir a una de las liebres y a un perro; este último corrió detrás de la liebre, la cazó y la mató.

El público quedó enmudecido por lo salvaje de la acción.
A continuación Licurgo volvió a dar la orden al criado para que liberara a la segunda liebre y al segundo perro que contrariamente a lo esperado, se acercó a la liebre y empezaron a jugar los dos animales.

Entonces habló Licurgo: “Señores acabáis de asistir a una demostración de lo que puede la educación. Ambas liebres son hijas de la misma madre, igualmente alimentadas y han recibido los mismos cuidados. Exactamente igual los perros. La diferencia entre ellos reside en la educación…” Y prosiguió su discurso diciendo las excelencias del proceso educativo.
La educación basada en una concepción exacta de la vida, transformaría el mundo. Debemos educar a nuestros hijos, esclarecer sus inteligencias, pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándoles a despojarse de sus imperfecciones.

Recordemos que la sabiduría por excelencia, consiste en volvernos mejores.
Licurgo fue un legislador griego que vivió en el s. IV a. de C.

El verbo educar es originario del latín “educcere” y significa “extraer de dentro”. La educación por tanto no es un mero proporcionar información, sino trabajar el interior de las personas y como dice Pedro Salinas “quiero sacar de ti, tu mejor tú”.

Los textos han sido sacados del libro “Después de la muerte” de León Denis.  

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