Día 6
En este sexto día que tu intención
sea pedir a Dios que te haga ser un
instrumento de paz en tu familia para que con amor puedas vencer cualquier
discordia familiar.
Reflexión. Mi familia, mi iglesia doméstica.
“Ojalá hubiera tenido otro papá; ojalá mi hermano fuera más cariñoso; ojalá
hubiera nacido en otra familia…” Y así se nos puede ir la vida, inconformes,
con una fe “ojalatera”. ¡No, ya basta! “Esta es la familia que tenías que tener para que hoy seas
lo que eres”.
¿Qué nos ha venido enseñando Cristo?
En ningún momento nos ha dicho que no tendremos problemas, sino que nos muestra
el camino para encontrar soluciones. Jesús parte de la base de que en general
el mundo es difícil y está lleno de contradicciones; nunca nos ha prometido que
no tendremos problemas, lo que sí nos ha asegurado es que encontraremos caminos hacia las soluciones y armas para
vencer los obstáculos; el único requisito es confiar en Él y vivir en
obediencia.
Lo grande de la vida, la paz y la
felicidad no es evitar los problemas si no encontrar soluciones, sobre todo en
el ambiente familiar.
Qué fácil es amar y recibir a aquel
hermano dulce y tierno con el que nos llevamos estupendamente, pero qué tal
abrazar a aquel que nos insulta, que nos irrita y nos hace perder los estribos.
Por qué nos costará tanto aplicar aquí el dicho: “Ámame cuando menos lo merezca
porque es cuando más lo necesito”.
¿Cómo se enfrentan y se vencen las
batallas cuando hay conflictos familiares? ¡De rodillas! Así es, hablando menos y rezando más. El verdadero MILAGRO de la paz familiar comenzará cuando
caigas de rodillas delante de Dios, reconociendo tus miserias y tu parte de
responsabilidad en ese conflicto y hagas lo que a ti te corresponde dejando a
un lado el victimismo.
Ese pariente que te ofendió
seguramente te hirió en lo más profundo y te hizo sufrir. Pero ¿por un segundo
te has puesto a pensar que antes de haberte lastimado a ti, lastimó y ofendió a
Dios? ¿Acaso eso no te duele?
El arma más poderosa que tienes para
vencer en esa batalla familiar es la oración. Pide confiado a Dios que convierta, tanto tu alma como
la de tus familiares y que a ti te señale el camino que te permita llegar a sus
corazones.
Ejercicio: Una vez más acudamos a ese gran
regalo que Dios nos dio para ser nuestro custodio y mensajero, nuestro ángel de
la guarda. Invoca al
Espíritu Santo y a tu ángel custodio que traigan a tu mente a ese
pariente-familiar que quizás sin tú saberlo, es al que más necesitas recordarle
cuanto le amas.
Pídele a tu angelito que haga fuerza
con el de él/ella para que pueda recibir el mensaje que tu corazón le quiere
mandar. Puedes decirle algo como: “Quiero recordarte que te amo y te acepto tal
y como eres, de la misma
manera en que Dios me ama y me acepta
a mí tal y como soy”.
Día 7
En este séptimo día que tu intención
sea pedir a Dios tu corazón esté siempre
lleno de amor para que cada vez que sea necesario des el primer paso hacia el
perdón.
Reflexión. El primer paso para un verdadero
perdón es la humildad de reconocer que yo también he
ofendido y “necesito” ser perdonado. En ese bendito acto de humildad, donde de
rodillas le pido perdón a Dios y le digo lo
que me ha dolido haberle ofendido a través de mis actos y comportamiento tan
faltos de caridad,
no solo Él me perdonará y me recibirá con los brazos abiertos cual hijo
pródigo, sino que aparte del regalo de su bendito perdón, me dará entre muchas otras gracias sobrenaturales, la
capacidad y la fortaleza que necesito para yo poder perdonar a los demás. No hay manera de que yo
por mis propias fuerzas logre experimentar un perdón profundo y sincero hacia
mis semejantes; para lograrlo es necesario que viva en mi alma la Vida Divina
de Dios.
El perdón es un acto de la voluntad
el cual requiere de una sola migajita de ella para que comience a hacer efecto
en nuestra alma. Recordemos que el perdón conviene…
Casi seguro que muchos de nosotros
hemos tenido que perdonar y nos han perdonado aquello que parecía imperdonable.
Luego de que todo pasa, uno voltea atrás y no puede más que decir ¡Bendito sea
Dios y bendita nuestra capacidad de amar y de perdonar!
Ejercicio: Haz todo lo que esté de tu parte
para acudir al sacramento de la
reconciliación lo antes posible. Recuerda que Dios siempre será Dios, contigo y sin ti… Y
tú, sin su Gracia Sacramental, sin su Vida Divina, ¿quién eres? ¡Venga, a dar
el primer paso!