LA CONVIVENCIA: DEBERES Y DERECHOS
El
efectivo reconocimiento de la dignidad personal de todo ser humano exige el
respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona. Se trata de
derechos naturales, universales e inviolables, y no se puede renunciar a ellos
por ningún concepto. Nadie, ni una persona en particular, ni en grupo, ni la
autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y mucho menos eliminarlos, porque
tales derechos se derivan de la naturaleza humana que no cambia.
Por
todo lo visto, podemos afirmar tajantemente que el ser humano es siempre un
valor en sí mismo y por sí mismo, y como tal exige ser considerado y tratado. Y
al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable,
un instrumento, una cosa.
La
dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres
entre sí. De aquí que sean absolutamente inaceptables las más variadas formas
de discriminación que, por desgracia, continúan dividiendo y humillando a la
familia humana: desde las raciales y económicas a las sociales, culturales y
religiosas, desde las políticas a las geográficas, etcétera.
Toda
discriminación constituye una injusticia completamente intolerable, no tanto
por las tensiones y conflictos que puede acarrear a la sociedad, cuanto por el
deshonor que impone a la dignidad de la persona; y no sólo a la dignidad de
quien es víctima de la injusticia, sino todavía más a la de quien comete la
injusticia.