Neil Armstrong valoraba más haber
pisado donde pisó Cristo que aquella
huella sobre la Luna
Fue un hombre muy religioso,
contrapunto de la pretensión de Khruschev de que Yuri Gagarin «no había visto a
Dios» en el espacio.
Corrían los años sesenta, y en la
carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética era importante "ser el
primero". Los rusos, con Yuri Gagarin, fueron los primeros en conseguir que un hombre
completara un viaje espacial completo. Fue en 1961, y Nikita Khrushev aprovechó la
ocasión para una ocurrencia atea, proclamando en una reunión del Politburó:
«Gagarin voló al espacio, pero no vio a Dios allí». El héroe ruso murió en 1968 en un
accidente de avión, sin llegar a ver la siguiente gran hazaña de la navegación
extraterrestre.
El 21 de julio de 1969 el Apolo XI,
con aquella histórica tripulación (Neil Armstrong, Edwin "Buzz" Aldrin,
Michael Collins), llegó a la órbita de la luna, y cuando el módulo tocó su superficie Armstrong
descendió, dejó su huella y pronunció en directo, para millones de telespectadores, aquella
frase: "Un pequeño paso por un hombre, un gran paso para la Humanidad".
Tras los pasos de Cristo
Su fallecimiento a los 82 años ha
recordado sobre todo este momento, aunque también que llegó a la NASA tras un
brillante historial militar que incluye 78 misiones de combate como piloto naval en
Corea.
A diferencia de Gagarin, Armstrong
era un hombre muy religioso y profundamente cristiano. Quizá la historia más
conocida en ese sentido es la que sucedió en Jerusalén en 1988.Neil visitó Jerusalén ese año, y le pidió a Thomas Friedman, un profesor experto en arqueología bíblica que le hizo de guía por la ciudad, que le llevase a un lugar donde pudiese tener la certeza de que había caminado Jesucristo.
El profesor, una de cuyas alumnas, Ora Shlesinger, ha relatado la historia más de una vez, llevó a Armstrong a los restos de escaleras del templo construido por Herodes el Grande que aún se conservan. "Estos peldaños constituían la principal entrada al templo", le dijo: "No hay duda de que Jesús subió por ellos".
Armstrong se concentró entonces profundamente y rezó durante un rato. Al terminar, se volvió a Friedman, y, emocionado, le dijo: "Para mí significa más haber pisado estas escaleras que haber pisado la Luna".