Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros
sábado, 27 de diciembre de 2014
viernes, 26 de diciembre de 2014
miércoles, 24 de diciembre de 2014
martes, 23 de diciembre de 2014
Reflexión
Entre los contenidos más
estables del blog figura un gadget que dice: "temo el silencio de los
buenos", sobre ese
silencio quiero reflexionar con estas líneas.
Es frecuente oír comentarios parecidos a este:
"total para que voy a hablar sí no voy a arreglar nada...". Diría que
hay una cierta mentalidad utilitarista que se va abriendo camino a pasos
agigantados; ha calado también mucho ese afán de tener todo “ya”, enseguida y
con demasiada frecuencia queremos también arreglar todo rápidamente, no podemos
esperar.
Sin embargo me parece interesante aprender a esperar, lo decía una
persona a la que admiro mucho, en concreto decía: “he aprendido a esperar y no
es poca ciencia…”. Pero en esta sociedad donde nos movemos la velocidad se ha
impuesto y nos está pasando factura.
Pero vuelvo al tema del artículo, opino que hay
que hablar aunque pocos escuchen, hay que decir las cosas que inteligentemente
pensamos que hay que decir, independientemente del arreglo que puedan tener,
entre otras cosas porque si los posibles arreglos están vinculados a personas
hay que tener en cuenta que los cambios llevan tiempo.
La velocidad, la
precipitación suelen estar muy relacionadas con el aturdimiento; recuerdo una anécdota que
leí: un chico montado en su bicicleta y a toda velocidad, casi atropella a un
anciano que solamente acertó a preguntarle: “pero chico dónde vas? Y el muchacho le contestó: “no lo sé, pero tengo mucha prisa”.
El hombre
que tiene inteligencia y voluntad porque Dios se la ha dado tiene que saber a
dónde va y cuando tiene que hablar o callar, pero callar por comodidad, para no
complicarse la vida, etc. no deja de ser cobardía, dejar que triunfe el mal.
Seguiré otro día con este tema.
lunes, 22 de diciembre de 2014
domingo, 21 de diciembre de 2014
Sobre la lectura
Leer es alimentarse y el peligro más común no es el empacho,
sino la anemia.
Cuando un lector normal no entiende, el que no entiende es el
que lo ha escrito.
Ninguna ley moral obliga ni a empezar ni a terminar un libro. Si
empiezas y no te gusta, vete a por otro. Hay millones. Terminar un libro malo
demuestra tanta disciplina como estupidez.
En los grandes lectores, la avidez puede convertirse en vicio. Entonces,
deja de ser alimento, para ser droga.
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