Es el valor que nos hace ser personas de
una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios. Añadiría que la
coherencia es el soporte humano de la fidelidad porque nos lleva a tener una
conducta recta basada en principios firmes que los adquirimos a través de la
formación que toda persona debe recibir.
La coherencia nos obliga a que tengamos una unidad entre nuestro
comportamiento y nuestras creencias. Da autoridad.
Decía JPII: “En un mundo secularizado, ¿quién ayudará a los que dudan y están
tentados de indiferencia, sino los cristianos transparentes, felices de creer y
valientes para manifestar su fe?”.
Tenemos que ser personas fiables, convencidas de lo que creemos y
procuramos vivir y eso siempre, en nuestro trabajo, con nuestra familia,
amistades, etc., solas o acompañadas.
“El lenguaje comprensible para todos es el testimonio”, dijo Benedicto XVI. Se podría cambiar la
palabra testimonio por coherencia y la frase no perdería su sentido.
Esforzarnos por ser coherentes porque lo necesita la sociedad en la que
vivimos; la coherencia hace que se fortalezca el carácter y como abunda la
blandenguería, la falta de fortaleza, el venirse abajo por cualquier cosa, el
sentimentalismo que no tiene nada que ver con el querer de verdad, urge que
tratemos de ser coherentes.
La frase de Gabriel Marcel: “Cuando
uno no vive como piensa, acaba pensando como vive”, por desgracia sus
efectos están a la vista y eso hace que haya un ambiente en el que la verdad
está oculta muchas veces y esta realidad dificulta la convivencia en esta
sociedad en la que vivimos, nadie se fía de nadie, nadie confía en nadie. Y al
final la soledad.
Buscando en internet ideas sobre este tema encontré que en cardiología hay
un término que se llama coherencia y que según decía elimina el stress. Quizás
nos pueda servir, muchas veces lo que nos quita la paz son las consecuencias de
nuestra falta de coherencia.
Y acabo con una pregunta, ¿nos animamos a intentar ser coherentes?