Massimiliano Tresoldi con 21 años sufrió un
grave accidente en un vehículo. Con insalvables lesiones
cerebrales, el diagnóstico fue coma irreversible. Así pasaron casi diez
años.
Hasta que la noche del 28 de diciembre de 2000,
Lucrezia, su madre, le dijo que estaba muy cansada y que rezara “él solo”...
Fue entonces cuando Max movió el brazo, se hizo el signo de la cruz y la abrazó:
había despertado del coma.
Han pasado catorce años desde aquel día de los
Santos Inocentes en que Max volvió a estar con los suyos.
Ni Lucrezia -mamma Ezia, como la conocen todos
en Carugate, un pueblo a 20 km de Milán–, ni su marido Ernesto, ni sus demás
hijos, habían perdido la esperanza.
A pesar de los diagnósticos más desoladores -“no
colabora”, decía siempre el expediente clínico–, mamma Ezia veía aspectos
positivos.
“Aunque sus condiciones fueran realmente críticas, después
de diez días mi hijo respiraba con autonomía, sin estar conectado a una máquina”,
relata.
Después, fue un ligero movimiento de un meñique y luego
una sonrisa... pero los médicos decían que eran ilusiones de
Ezia.
Tras ocho meses de hospital, Lucrezia y Ernesto
decidieron llevarlo a su casa.
Todos les aconsejaban lo contrario: se atarían
para siempre a los mil y un cuidados que Max necesitaba.
Hoy Ezia afirma que “aunque Max estaba en un estado
vegetativo, él percibía sensaciones (los ruidos, los olores de la
familia...). Quizá por esto logró realizar todos los pequeños progresos que con el
tiempo consiguió”.
Todos los días, y como si su hijo la escuchase, mamma
Ezia rezaba “con él” antes de dormir. Pero la noche del 28 de diciembre de
2000 Ezia estaba muy cansada.
“Acosté en su cama a Massimiliano, pero le
dije que si quería rezar tendría que hacerlo solo. En ese momento Max levantó
el brazo y se
hizo el signo de la cruz; después, me abrazó tan fuerte que casi me corta la
respiración. El
signo de la cruz fue su primer gesto voluntario después de diez años en coma”.
A partir de ese día, la vida de Max, de Lucrezia, de todos,
dio un giro de 180 grados.Ahora,
el fisioterapeuta y el logopeda son visitas habituales en casa.
Nadie se explica cómo es posible que Max siga teniendo las mismas lesiones
cerebrales que cuando estaba en coma.
“Esto explica lo poco que se sabe del cerebro
humano”, señaló Lucrezia al diario italianoAvvenire.
Se sabe tan poco, que fue asombroso escuchar a Max decir que “siempre estuvo
consciente” y “recordaba a todos los que habían ido a visitarlo”.
Ezia se acuerda de quienes tienen un familiar en
coma y les asegura que “la fe, la esperanza, la fuerza de
voluntad y el amor son la única ‘medicina’ en estos casos”.