Los cinco sentimientos básicos
Por
Enrique Rojas
Los sentimientos son el modo habitual de vivir la afectividad. Y los voy a definir así: son estados de ánimo positivos o negativos, que nos acercan o nos alejan de la persona o las circunstancias que aparecen delante de nosotros. El estado de ánimo es el tono afectivo de ese momento, el modo de estar ahora. Son un termómetro de nuestra vida privada.
La diferencia principal
entre los sentimientos y las emociones es que las segundas son más intensas y
agudas, y que, además se acompañan de manifestaciones físicas (llanto,
taquicardia, opresión precordial, pellizco gástrico, dificultad respiratoria,
sudoración excesiva, etc.). Hay una frontera borrosa entre unos y otras. Todos
los sentimientos
son dobles, tienen dos caras opuestas: alegría-tristeza, amor-odio, paz-miedo,
felicidad-desdicha y compañía-soledad. Buena parte de nuestro proyecto personal
se fundamenta en cómo hemos sabido construir de forma sana la afectividad.
Alegría-tristeza. La alegría
es un estado psicológico subjetivo de gozo por haber conseguido un deseo, un
reto o una meta que uno se había propuesto. Uno se siente a gusto, contento,
optimista, sonriente. Satisfecho, grato, vivaz. En la tristeza ocurre todo lo
contrario, el paisaje interior está presidido por la pena, la congoja, el
decaimiento, la melancolía, las ganas de llorar… y es producido por alguna
circunstancia negativa que afecta claramente a esa persona (salvo en las
depresiones endógenas que son debidas a un desorden bioquímico cerebral)
Amor-odio. El amor es el
movimiento de la voluntad hacia algo que descubrimos como bueno y valioso para
nosotros. Es el gran motor de la vida que nos empuja a desarrollar nuestra
propia existencia. Amar es elegir, seleccionar a alguien, preferir, prometer a
alguien nuestro futuro como entrega. Y este tiene, además, muchos matices,
aunque donde se ve de la forma más nítida es en el amor de la pareja. Podemos
seleccionar las siguientes modalidades: amor a temas ideales (la justicia, el
derecho, el bien, la verdad, el rigor en la investigación, etc.) el amor a
formas de vida (en contacto con la naturaleza, por el trabajo bien hecho, amor
a la gran ciudad o al pueblo, etc.), el amor al Renacimiento, al Barroco, a la
Ilustración, al Romanticismo, a la democracia… a las instituciones de un país…
el amor de amistad, el amor a los padres, el amor de pareja, a los hijos, el
amor a Dios. En todos ellos late el mismo “ritornello”: se busca esa
inclinación como algo bueno y positivo para cada uno. El amor humano verdadero
vence al tiempo y a la distancia.
El odio es un sentimiento
negativo de rechazo hacia alguien, por algún motivo importante, que es difícil
que desaparezca del escenario mental (se repite en su interior de forma
obsesiva) y que se puede convertir en un motor de vida, que busca la revancha,
la venganza, el desquite, el ajuste de cuentas buscando el mejor momento para
devolver el golpe en el sitio y lugar
más doloroso; es un veneno del que hay que huir, porque amarga la vida y se
lleva lo mejor de la persona.
Paz-miedo. La paz es la
serenidad en el orden interior. Es vivir de acuerdo con unas normas éticas y
morales y ser coherente con ellas. La moral es el arte de usar de forma
correcta la libertad; es saber comportarse con dignidad, mirando a los otros
seres humanos de la mejor forma posible. La paz es una de las puertas del
castillo de la felicidad.
El miedo es un temor que se
vive como amenaza y que conduce a estar en guardia, al acecho, a adelantarse en
negativo. Se vive el presente empapado de un futuro incierto, con malos
presagios. El miedo es un temor con objeto, mientras que la ansiedad es un
temor sin objeto concreto, en donde el peligro viene de todas partes y de
ninguna.
Felicidad-desdicha. La
felicidad consiste en estar contento con uno mismo al comprobar que hay una
buena relación entre lo que yo he deseado y lo que yo he conseguido. Es
sentirse uno relativamente bien con el proyecto personal de vida, en donde sus
cuatro principales ingredientes van funcionando relativamente bien: amor,
trabajo, cultura y amistad. La felicidad es autorrealización, vida lograda.
Para mi debe responder a esa ecuación: logros/expectativas; moderar las
ambiciones, no pedirle a la vida lo que no nos puede dar. La felicidad absoluta
no existe, nosotros debemos aspirar a una felicidad relativa que consiste en la
mejor realización del programa personal de vida.
La desdicha o la infelicidad
es debida a que los grandes argumentos de la vida han sido mal planteados o han
tenido un curso evolutivo muy distinto y negativo de lo que uno había
programado. Especialmente en dos segmentos, amor y trabajo. Ambos llevan la voz
cantante y si eso ha ido funcionando mal, la desdicha está a la vuelta de la
esquina.
Compañía-soledad. Estar
acompañados es percibir que hay personas a nuestro alrededor que nos quieren y
comprenden y se interesan por uno. Comprender es aliviar, es ponerse en el
lugar del otro y no juzgarlo y ayudarlo a mejorar en lo que necesite. La
compañía es amistad y amor, es reciprocidad bien conjugada. Sin amigos no se
puede vivir. Es la empatía fundamental y básica.
La soledad es estar y
sentirse que nadie es cercano, que no contamos con ninguna persona que nos
pueda hablar, escuchar, aconsejar. Es subjetivo, ya que podemos sentirnos solos
rodeados de una multitud. Hay una soledad buena, que nos ayuda a la cultura, a
la lectura y a encontrarnos con nosotros mismos: aquí me refiero a la soledad
mala, en la sociedad actual es una epidemia devastadora y a pesar de las redes
sociales y todos los sistemas de comunicación de masas, cada vez hay más gente
sola.
En esta se hospedan un
cúmulo de sentimientos que van desde la frustración al resentimiento, el
desamor o la melancolía, pasando por no contar con nadie para compartir la
vida. Es la muerte social. Y asoma desdibujado un panorama poblado de una
neblina espesa presidida por la incomunicación, el tormento de estar encerrado
sin una ventana de aire fresco, un sótano sin vistas al exterior.
Educar los sentimientos es
diseñar raíces y alas, aprender a gestionarlos de forma equilibrada, porque es
una relación con uno mismo y con el otro.