Día 2
En este
segundo día que tu intención sea pedir a Dios que haga crecer tu capacidad
de comprender y disculpar las faltas de tus semejantes.
Reflexión. “Mi Señor,
dame esa paz que sólo tú sabes dar…”. Es cierto, duele y mucho cuando recibimos
ofensas y desprecios de los demás sobre todo de aquellos a quienes el amor nos
une o de aquellos que se supone son quienes nos deberían de amar
incondicionalmente como los papás. Pero ¿sabes? Cuando logramos observar y
comprender que esa persona que nos lastimó habla desde su dolor, desde sus
huellas de abandono; cuando logras comprender que esa persona también fue
lastimada en un momento y que por medio de gritos y ofensas lo único que está
haciendo es vociferar que necesita amor desesperadamente, todo cambia…
Comprendes que esa persona solo nos dio lo que tenía para dar, es decir, lo que
sabía dar.
¿Cómo
disculpo a ese que tanto me irrita? ¿Cómo tolero sus defectos? Es fácil, “yo
me domino”… Si elijo irritarme, perderé la paz y eso no conviene a mi alma…
Nuestro Señor nos pide que aceptemos con paciencia los defectos del prójimo…
Sencillito, que los aceptemos tanto como Dios acepta los nuestros… ¡Qué tal!
Tenemos que razonar así: si el Señor
no ha transformado todavía a esa persona, no ha eliminado de ella tal o cual
imperfección, ¡es que la soporta como es! Espera con paciencia el
momento oportuno, y yo debo actuar como Él. Mi deber es rezar y esperar con
paciencia a que haya una conversión en su corazón. ¿Por qué ser más exigente y
más precipitado que Dios?
“En ocasiones
creo que mi prisa está motivada por el amor, pero Dios ama infinitamente más
que yo, y sin embargo ¡se muestra menos impaciente!” (La paz interior/Jacques
Philippe)
Ejercicio. Hoy en la noche cuando reces trae a
tu mente a esa persona que tú pienses es la que más te ha lastimado. Lleva
sinceramente tu pensamiento y corazón al suyo y desde tu alma dile: te disculpo y te perdono porque ahora comprendo que solo
me diste lo que tenías para dar.
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