Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros
sábado, 2 de junio de 2012
viernes, 1 de junio de 2012
Coherencia
(Desconozco quien es el autor del artículo que hoy traigo al blog. Me parece muy interesante y lo publico. Pido perdón al autor por no citarlo, la razón es que ha llegado a mí anonimamente.)
Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.
Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser sinceros, personas en las que se pueda confiar y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es un medio que fortalece el carácter y desarrolla la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.
En primera instancia, el problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
Una madre con varios hijos a los que adora y estando felizmente casada, se encontraba en la reunión de los miércoles con sus amigas, cada sorbo de café se acompañaba de comentarios a favor de la familia pequeña (matrimonio, con un hijo o sin él). Nunca en su vida se había visto tan incómoda, sin palabras ni objeciones, avergonzada... ¿Por qué callar? ¿Por qué no defender sus convicciones y lo que representa la razón de su vida? No se trata aquí de discutir sobre el motivo del diálogo, sino de la actitud, de la pasividad con que enfrentamos los temas álgidos, los importantes y los superfluos. ¿De cuántas cosas nos avergonzamos sabiendo que son correctas?
Lo mismo sucede con los compañeros de la universidad y sus “aventuras” a veces arriesgadas; al disimular ante los negocios poco transparentes que se dan en una empresa; ante la infidelidad de nuestras amistades hacia su pareja... Debemos ser valientes para superar el temor a ser señalados como extraños, anticuados o retrógrados, porque un carácter débil inspira poco respeto y jamás lograremos demostrar la importancia de vivir de acuerdo a unos principios y valores.
Podemos suponer que actuando en base a nuestras propias convicciones basta para ser coherentes, pero existe el riesgo de adoptar una actitud traducida en un “soy como soy y así pienso”. Efectivamente, la coherencia exige esa firmeza y postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la obstinación.
Todo indica que en algunos momentos exigimos coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevarnos a reflexionar si trabajamos con intensidad y en equipo, si correspondemos con creces a los cuidados que recibimos en casa, si somos leales y verdaderos amigos de nuestros amigos.
Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.
¿Qué se necesita para ser coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos. Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.
Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:
- Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
- Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tu actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción
- Se prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.
- Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.
- Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.
- Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdasla cordura. Serenidad , cortesía y comprensión
La experiencia demuestra que vivimos con mayor tranquilidad y nuestras decisiones son más firmes, al comportarnos de manera única; que a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona. Por este motivo, la unidad de vida aumenta nuestro prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.
<><>
>
Es el valor que nos hace ser personas de una pieza, actuando
siempre de acuerdo a nuestros principios.
| <><>
>
Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.
Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser sinceros, personas en las que se pueda confiar y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es un medio que fortalece el carácter y desarrolla la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.
En primera instancia, el problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
Una madre con varios hijos a los que adora y estando felizmente casada, se encontraba en la reunión de los miércoles con sus amigas, cada sorbo de café se acompañaba de comentarios a favor de la familia pequeña (matrimonio, con un hijo o sin él). Nunca en su vida se había visto tan incómoda, sin palabras ni objeciones, avergonzada... ¿Por qué callar? ¿Por qué no defender sus convicciones y lo que representa la razón de su vida? No se trata aquí de discutir sobre el motivo del diálogo, sino de la actitud, de la pasividad con que enfrentamos los temas álgidos, los importantes y los superfluos. ¿De cuántas cosas nos avergonzamos sabiendo que son correctas?
Lo mismo sucede con los compañeros de la universidad y sus “aventuras” a veces arriesgadas; al disimular ante los negocios poco transparentes que se dan en una empresa; ante la infidelidad de nuestras amistades hacia su pareja... Debemos ser valientes para superar el temor a ser señalados como extraños, anticuados o retrógrados, porque un carácter débil inspira poco respeto y jamás lograremos demostrar la importancia de vivir de acuerdo a unos principios y valores.
Podemos suponer que actuando en base a nuestras propias convicciones basta para ser coherentes, pero existe el riesgo de adoptar una actitud traducida en un “soy como soy y así pienso”. Efectivamente, la coherencia exige esa firmeza y postura, pero se necesita un criterio bien formado para no caer en la obstinación.
Todo indica que en algunos momentos exigimos coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevarnos a reflexionar si trabajamos con intensidad y en equipo, si correspondemos con creces a los cuidados que recibimos en casa, si somos leales y verdaderos amigos de nuestros amigos.
Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.
¿Qué se necesita para ser coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos. Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.
Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:
- Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
- Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tu actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción
- Se prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.
- Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.
- Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.
- Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas
La experiencia demuestra que vivimos con mayor tranquilidad y nuestras decisiones son más firmes, al comportarnos de manera única; que a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona. Por este motivo, la unidad de vida aumenta nuestro prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.
| <><>
>
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
Frases para reflexionar
Frases de distintos
autores
Los jóvenes hoy en día
son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al
respeto a sus maestros
Es peor cometer una
injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte en injusto y quien
la padece no
La moral es lo que hace a uno sentirse bien y lo inmoral es lo que hace a
uno sentirse mal. Ernest Hemingway (1896-1961
Hay que ser buenos no para los demás, sino para estar
en paz con nosotros mismos. Achile Tournier (1847-1906)
La moral es la ciencia por excelencia; es el arte de
vivir bien y de ser dichoso. Blaise Pascal (1623-1662)
Frases de Sócrates
La única cosa que sé es
saber que nada sé; y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que
creen saberlo todo.
|
||||
|
Desciende a las profundidades de ti
mismo, y logra ver tu alma buena. la felicidad la hace solamente uno mismo con
la buena conducta
Mi consejo es que te cases: si
encuentras una buena esposa serás feliz, si no, te harás filósofo
Cuatro características corresponden
al juez: Escuchar cortesmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y
decidir imparcialmente
Las nociones de bien y de mal son
innatas en el alma humana
Solo es útil el conocimiento que nos
hace mejoresmartes, 29 de mayo de 2012
La historia de Tommy
John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre
Tommy, un estudiante de su clase de la Teología de la Fe.
Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología de la Fe.
"¡No!", le dije muy enfáticamente.
"¿Por qué no?", me respondió, "yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo."
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle: "¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios... pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."
“Sí, muy enfermo", me respondió, "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."
“¿Me puedes hablar sobre eso?", le pregunté. "Por supuesto, ¿qué quiere saber?", me contestó.
"¿Qué se siente al tener solo 24 años y estar muriendo?", le dije.
(¡Se acordó!)
"Pero cuando los cirujanos me quitaron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue cuando empecé a buscar seriamente a Dios. Y cuando el cáncer se extendió a mis órganos vitales, de verás que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada.
Entonces, un día me dí la vuelta ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba.
"Lo sé, Tom."
"¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá... al mundo entero por mí?“
"Sí, Tom, les diré. Haré todo lo mejor que pueda.."
Recuerdo que hace unos doce años, yo estaba de pie observando a mis
alumnos de la universidad mientras entraban al aula para nuestra primera clase
de Teología de la Fe.
Ese fue el primer día que vi a Tommy.
Mis ojos y mi mente se fijaron en él. Estaba peinando su larga melena rubia, que caía 20 centímetros por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una melena tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en ese tiempo.
Sé que no es lo que está sobre la cabeza lo que cuenta, sino lo que está
dentro, pero como ese día no estaba muy mentalizado, mis emociones se alteraron
y de inmediato etiqueté a Tommy bajo la "E" de extraño... muy
extraño.Ese fue el primer día que vi a Tommy.
Mis ojos y mi mente se fijaron en él. Estaba peinando su larga melena rubia, que caía 20 centímetros por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una melena tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en ese tiempo.
Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología de la Fe.
Objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente, o quejándose por medio
de un suspiro o gemido sobre la posibilidad de un Dios Padre que nos ama
incondicionalmente. Así y todo, vivimos en una paz relativa durante el
semestre, aunque tengo que admitir que a veces sí llegaba a molestarme.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó
en un tono algo cínico, "¿Cree usted que alguna vez encontraré a
Dios?""¡No!", le dije muy enfáticamente.
"¿Por qué no?", me respondió, "yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo."
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle: "¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios... pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.
Un tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me alegré
sinceramente.
Más adelante me llegó una triste noticia: supe que Tommy padecía un cáncer
terminal.
Antes de que yo pudiera buscarlo, él vino a verme.
Cuando entró en mi despacho tenía un aspecto demacrado y su larga melena
había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz
tenía la misma firmeza que antes.
"Tommy, he pensado mucho en ti... oí que estás enfermo", le dije
en un tono desenfadado.“Sí, muy enfermo", me respondió, "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."
“¿Me puedes hablar sobre eso?", le pregunté. "Por supuesto, ¿qué quiere saber?", me contestó.
"¿Qué se siente al tener solo 24 años y estar muriendo?", le dije.
"Bueno, podría ser peor."
"¿Peor, cómo qué?"
"Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida."
"Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me
dijo el último día de clase.""¿Peor, cómo qué?"
"Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida."
(¡Se acordó!)
Continuó diciendo, "Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría
alguna vez a encontrar a Dios. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió
mucho. Entonces usted dijo: 'Pero Él te encontrará a ti'.
He estado pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda
era muy intensa en aquel entonces.""Pero cuando los cirujanos me quitaron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue cuando empecé a buscar seriamente a Dios. Y cuando el cáncer se extendió a mis órganos vitales, de verás que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada.
¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún
resultado?.
Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar y tratar y tratar... y
eventualmente, uno deja de tratar.
Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar lanzando mis llamadas
inútiles por encima de ese muro de ladrillos a un Dios que posiblemente no
estuviera ahí, me rendí....
Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la
muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara
haciendo algo más provechoso.
Pensé en usted y en su clase, y recordé otra cosa que usted nos había
dicho: 'La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente
triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama, que
los ama'.
Y decidí abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca
de mí.Entonces, un día me dí la vuelta ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba.
Me imagino que yo me portaba como un entrenador de animales aguantando el
aro para que saltaran: '¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.'
Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había encontrado!
Usted tenía razón, me encontró aún
después de que yo había dejado de buscarlo."Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había encontrado!
"Tom", le dije casi sin aliento, "yo creo que estás
diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar.
Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de
encontrar a Dios: es la de no hacerlo una posesión particular, un solucionador
de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad, sino abrirse al
amor.
Sabes, el apóstol Juan dijo: 'Dios es Amor y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él.'
Le pedí que viniera a mi clase a contarlo, me llamó a los pocos días y me
dijo que estaba preparado para la clase. Que quería hacer eso por Dios y por
mí. Así que fijamos la fecha, pero Tom no pudo llegar... Tenía una cita mucho
más importante que la mía y mi clase.
Por supuesto que su vida no terminó con la muerte. Sólo cambió. Dio el
gran salto de la fe a la visión. Encontró una vida más hermosa que todo lo que
haya podido ver el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la
mente del ser humano jamás se haya imaginado.
Antes de que muriera, hablamos una última vez.
"No voy a poder llegar a su clase", me dijo.."Lo sé, Tom."
"¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá... al mundo entero por mí?“
"Sí, Tom, les diré. Haré todo lo mejor que pueda.."
Así que vosotros que habéis tenido la paciencia de leer esta simple
historia sobre el amor de Dios, gracias de corazón.
Rev. John Powell
Profesor de Loyola University, Chicago
domingo, 27 de mayo de 2012
Rosauro
Me ha venido a la memoria el personaje
de un tebeo ya antiguo, Rosauro era un niño de meses que devoraba todo, sillas,
mesas, comida, parece ser que tenía un hambre voraz y absolutamente nada se le
resistía a un par de dientes delanteros con los que daba fin a todo.
Siempre me ha llamado la atención una frase que a veces se repite en demasía: “perdono pero no olvido”, lo correcto, lo acertado es que si se perdona de verdad, también hay que intentar olvidar; y esto no sólo por el perdonado sino esencialmente por el bien del que perdona. No guardar resentimientos nos aligera de pesos absurdos en el viaje de la vida y conlleva alegría de vivir. ¿Qué es difícil perdonar?, a veces sí, hay que pedirle ayuda a Dios para poder hacerlo, pero compensa el esfuerzo.
Hay una viñeta de Mafalda con Susanita donde esta última le muestra unos tarros llenos de líquido con unas fechas, a la pregunta de Mafalda sobre que es aquello, Susanita le responde que son lágrimas recogidas en distintos disgustos, he buscado la viñeta pero no la he encontrado, por eso la cuento. No hagamos nosotros algo similar, empaquetar los disgustos que nos hemos llevado en nuestra vida, ponerles fechas y almacenarlos en nuestra memoria, es absurdo, la memoria y la imaginación nos pueden hacer “malas pasadas”, es mejor vivir el presente y proyectarse hacia el futuro como nos aconseja el Dr. Rojas.
Para acabar recojo los datos de un libro que es muy interesante: “Del resentimiento al perdón: Una puerta a la felicidad”. Francisco Ugarte. Ed. Rialp. Madrid 2004. Tiene un formato pequeño y solamente 80 páginas, aconsejo que se lea porque compensa abrir la puerta de la felicidad.
¿Por qué me he acordado?, porque el tema
sobre el que quiero escribir, se asemeja a Rosauro, destruye todo, pero antes
que a los demás, a sí mismo, se trata del resentimiento.
En la vida una se encuentra a personas
que en su memoria albergan sucesos ocurridos de hace 15, 20, 25 o más años; y
los recuerdan con precisión. Me río yo de los ordenadores de potente memoria,
se quedan en nada al lado de estos personajes eternamente agraviados por los
demás y que cultivan el resentimiento como una flor cara, la riegan cada día,
sin ser conscientes que están cultivando su propia infelicidad. Dice el Doctor
Enrique Rojas que: “una personalidad sana
es aquella que vive instalada en el presente, tiene digerido el pasado y está
proyectada sobre el porvenir”. Tener digerido el pasado, cuando se hace una
mala digestión se pasan malos ratos. Las cosas, los sucesos que Dios permite
que nos sucedan son ocasiones estupendas para crecer interiormente, adquirir
paciencia y otras muchas virtudes –valores se dice ahora- y no debemos
desaprovechar esas oportunidades anclándonos en un pasado que ya no se puede
remediar y menos para amargarnos y amargar a los que nos rodean.Siempre me ha llamado la atención una frase que a veces se repite en demasía: “perdono pero no olvido”, lo correcto, lo acertado es que si se perdona de verdad, también hay que intentar olvidar; y esto no sólo por el perdonado sino esencialmente por el bien del que perdona. No guardar resentimientos nos aligera de pesos absurdos en el viaje de la vida y conlleva alegría de vivir. ¿Qué es difícil perdonar?, a veces sí, hay que pedirle ayuda a Dios para poder hacerlo, pero compensa el esfuerzo.
Hay una viñeta de Mafalda con Susanita donde esta última le muestra unos tarros llenos de líquido con unas fechas, a la pregunta de Mafalda sobre que es aquello, Susanita le responde que son lágrimas recogidas en distintos disgustos, he buscado la viñeta pero no la he encontrado, por eso la cuento. No hagamos nosotros algo similar, empaquetar los disgustos que nos hemos llevado en nuestra vida, ponerles fechas y almacenarlos en nuestra memoria, es absurdo, la memoria y la imaginación nos pueden hacer “malas pasadas”, es mejor vivir el presente y proyectarse hacia el futuro como nos aconseja el Dr. Rojas.
Para acabar recojo los datos de un libro que es muy interesante: “Del resentimiento al perdón: Una puerta a la felicidad”. Francisco Ugarte. Ed. Rialp. Madrid 2004. Tiene un formato pequeño y solamente 80 páginas, aconsejo que se lea porque compensa abrir la puerta de la felicidad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)