Pablo J. Ginés | Cortesía ReligionenLibertad.com
"Nunca
quise ser católica, ni siquiera quería ser cristiana. Cuando mi marido me convenció de que me
sumase en su búsqueda espiritual hace 15 años, a través de
religiones grandes y pequeñas, lo hizo sobre todo por contentarlo",
explica la norteamericana Misty en
su testimonio de CatholicSistas.
"Yo
llevaba viviendo más de
diez años como una atea declarada, no podía pensar que
existiese La Verdad ,
ni mucho menos que se pudiese encontrar. No
podía aceptar que Dios fuese real", recuerda del inicio de
su itinerario.
"Un
día, leyendo un artículo sobre el proyecto genoma humano -yo escribía de temas
técnicos- sentí la necesidad de contemplar mi mano. Lo que antes era una ingeniosa máquina de carne y hueso
ahora se me revelaba como un puro milagro de la creación. Fue
exactamente en ese momento: un
segundo antes yo era atea; al siguiente, era creyente. Supe con
absoluta certeza que sólo un diseñador inteligente (Dios) podía haber creado
algo tan maravilloso como yo".
Pero
una cosa es el dios de los deístas, un relojero que pone en marcha la Creación y se retira,
irrelevante en la vida, y otra cosa es un Dios personal que interviene y se
relaciona con sus criaturas.
Misty
tenía amigos meramente deístas, pero para ella "era impensable que Dios
crease un universo glorioso, con gente asombrosa, como mi esposo, para luego
retirarse. Me daba cuenta de que la belleza que llenaba de lágrimas mis ojos ya
incluso cuando era atea podía interpretarse sólo como un sello personal de un
Dios que ama y se deleita en su creación. Si creó la tierra majestuosa, nos dio
el gozo de la música y una mente para apreciarlo, no tenía sentido que lo
hiciese para darle la espalda".
"Así
que mi esposo agnóstico y yo empezamos a hacer preguntas a la gente que decía
saber algo de Dios: los creyentes. Todos los creyentes. Cada vez que
encontrábamos una persona de fe, le invitábamos a cenar y respetuosamente le
asediábamos a preguntas. Visitamos sus iglesias y templos, fuimos a su culto,
leímos ad nauseam sobre
qué creían y por qué y cómo vivían sus creencias". "Lo que al principio más nos atraía era
el budismo, sin duda porque celebridades prominentes de
Hollywood hacían de él una religión ´guay´. Pero pese a nuestros mejores
esfuerzos, no pudimos aceptar que el budismo fuera verdadero", explica
Misty.
Ella y
su marido habían aceptado la lógica de la postura pro-vida pocos años antes.
"Incluso cuando era atea veía que se trataba de un tema de derechos
humanos. Así que nos
perturbó escuchar a una budista que decía respetar toda la vida pero nos
describía cómo ayudaba en abortos".
El
budismo ofrecía una
moral relativista: "tal cosa sólo es mala si es mala para
ti". "Esto no nos encajaba: o el aborto es malo en todos los casos
porque quita una vida humana, o no es malo nunca. La idea de que la moralidad
de una acción se base en que yo quiera que sea buena o mala parecía simplemente
un self-service ridículo.
Nos estremecía imaginar un mundo en que la gente decidiera por sí misma si
matar, robar o mentir está bien o mal". Además, en el centro budista de su
zona, cuando traían algún maestro importante, cobraban varios cientos de dólares por un retiro
espiritual de pocos días. "La sabiduría de sus santos
vivientes venía por lo general con un precio caro en la etiqueta". Para el
marido de Misty esto era un argumento eliminatorio: la sabiduría, la verdad, también debía
ser accesible a los pobres. A Misty no le convencía el Más Allá
budista. Incluso si uno es un budista muy virtuoso y purificado, al final la
recompensa consiste en renunciar a todo "yo" al entrar en el Nirvana.
Para eso pueden ser necesarias muchas reencarnaciones... donde tampoco se
mantiene tu "yo", tu persona. En el cristianismo, el individuo
mantiene su "yo", su personalidad e individualidad, su ser Pedro o
Susana, incluso en la unión con Dios. En el budismo, todo eso (es decir, la
persona) desaparece. "Pensaba
en la gente que yo amaba y me parecía terrorífico imaginar que lo que les hace
ser quienes son -su alma- desaparecería". No era atractivo.
Misty,
gran amante del café, hacía bromas con respecto al mormonismo, que prohibe esta
sustancia por crear cierto grado de dependencia. Pero invitaron a una familia
mormona a comer en casa. "Después de los budistas, era un placer poder
volver a servir carne", dice Misty. Les atraían por su sentido de
comunidad y su defensa de la vida y la familia.
El
padre de aquella familia mormona fue la
primera persona que les habló de Jesucristo con pasión, con un
amor palpable por Él. "Tenía una relación personal con Jesús. Era como leer sobre Abraham Lincoln
toda tu vida y descubrir de repente que está vivo aún, de
verdad, y que personas que conoces son sus amigos", explica Misty. Así
"fue un mormón
quien nos hizo dar cuenta de que la clave era Jesús". Misty
y su marido, sin embargo, habían leído mucho sobre la historia de Joseph Smith
y la fundación del mormonismo. No
podían aceptar que Smith fuese de verdad un profeta de Dios.
Decidieron
buscar entre los amigos de Jesús: los protestantes. ¿Y los católicos? Misty
tenía una compañera de trabajo católica que iba a misa cada domingo pero decía que
"no necesito creer en todas esas cosas sobre Jesús; me gusta la idea de
que Dios vino a vivir con nosotros pero no
me importa si pasó de verdad o no". Conocían dos jóvenes
católicos que sí eran reverentes con su fe, pero muy silenciosos, no hablaban
de ello.
En
cambio los evangélicos que conocían eran entusiastas, les invitaban a eventos, les acompañaban y acogían en cuanto
cruzaban la puerta de sus locales y antes. Por el contrario,
aunque decidieron acudir varias veces a misas católicas, nunca nadie en misa
les recibió, les acogió ni se presentó a saludarles. "De hecho, una vez
que nos acercamos a un
sacerdote para plantearle si podíamos hacerle preguntas sobre la fe nos dijo,
gruñendo: ´llamad a la diócesis´", recuerda Misty.En
Fairfax, Virginia, vivieron por primera vez lo que era una Pascua vibrante,
intensa, en una congregación evangélica "ardiente" (que, detalla
Misty, hoy ha abandonado la Iglesia Episcopal ). "Te sentías como en un
concierto de rock, era gente gozosa por ser cristiana", reconoce.
Gran
sentido de comunidad, como los mormones. Pero, ¿y la doctrina? Invitaron a
comer a muchos pastores distintos... y cada uno enseñaba una doctrina distinta,
aunque todos decían estar "basados en la Biblia ". Un pastor episcopaliano les decía
que el aborto nunca es aceptable; otro les decía que a veces sí. Lo mismo con
la ordenación de mujeres, el matrimonio de divorciados, etc...
"Cuanto
más leíamos de Historia del Cristianismo, más nos dábamos cuenta de que las iglesias protestantes habían
cambiado La Verdad
por lo que fuese culturalmente aceptable en su época. Y si La Verdad existía, sabíamos
intuitivamente que no se decidía por comité".
Así
pasaron a estudiar la historia del catolicismo. "Leímos que los primeros
católicos, apenas 100 o 200 años después de Jesús, creían en la Eucaristía como el
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús; creían en el bautismo de niños. En
la confesión, el purgatorio, el infierno. Estaban contra el aborto y, sí,
también contra la anticoncepción. Vimos que el canon de la Biblia se recopiló porque
los libros apoyaban la tradición oral de la Iglesia , y no al revés".
Esa
consistencia histórica, el conservar las doctrinas, les llevó al catolicismo a
pesar de los ejemplos poco inspiradores de católicos que conocían.
Ellos
habían estado dispuestos a seguir La
Verdad donde estuviese: a raparse el pelo con los budistas o
mudarse a Utah con los mormones. Y descubrieron
que el catolicismo es exigente: "¿nunca más mentir?;
¿nunca más chismorrear?, ¿ir a misa cada domingo después de muchos años de
dedicarlos a dormir?, ¿renunciar a la anticoncepción por la regulación natural
de la fertilidad?".
Lo
hicieron, convencidos de que para rendirse a Cristo tenían que rendirse a las
enseñanzas de Cristo en la
Iglesia.
"Jesús
estuvo siempre ahí, conduciéndonos por este camino, asegurando que tuviésemos la gracia para encontrar la verdad,
aceptarla y vivir según ella", concluye Misty. Actualmente vive en Alaska
cuidando y educando a sus cinco hijos en casa.