Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros
sábado, 5 de septiembre de 2015
viernes, 4 de septiembre de 2015
jueves, 3 de septiembre de 2015
El síndrome de la rana hervida
Imaginen
una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una
rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al
cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le
parece agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a
subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que gusta a
la rana. Pero no se inquieta y además el calor siempre le produce
algo de fatiga y somnolencia. Ahora
el agua está caliente de verdad. A la rana le empieza a parecer desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se
limita a aguantar y no hace nada más.
Si la
hubiéramos sumergido de golpe en un recipiente con el agua a
cincuenta grados, se habría puesto a salvo de un enérgico salto.
“Es
un experimento rico en enseñanzas, dice el autor. Nos demuestra que
un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las
veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía”.
Si nos
fijamos en lo que está sucediendo en nuestra sociedad en las últimas
décadas, estamos experimentando una lenta deriva a la que nos vamos
acostumbrando.
Un
montón de cosas que nos habrían horrorizado hace 10, 15 o 20 años,
fueron poco a poco banalizándose suavemente y viéndose normal; hoy nos dejan indiferentes a la mayoría de la gente.
En
nombre del progreso y de la ciencia, las peores violaciones de la
libertad individual, la dignidad, la integridad de la naturaleza, la
belleza y la alegría de vivir, se
efectúan lenta e inexorablemente con la complicidad constante de las
víctimas, ignorantes o despojadas.
Los
negros cuadros anunciados para el futuro, en lugar de suscitar
reacciones y medidas preventivas, sólo preparan psicológicamente el
pueblo para aceptar condiciones decadentes de vida DRAMATICAS.
El
BOMBARDEO PERMANENTE "políticamente correcto" de
informaciones por parte de los medios de comunicación, saturan los
cerebros, que ya no pueden dar sentido a las cosas...
Así
que si usted no es como la rana medio cocida, pegue el salto y salga
de la cazuela antes de que sea demasiado tarde.
Es lo
que denunciaba ya San Agustín (430 dp. JC) :
A
fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo ...
A
fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo...
A
fuerza de tolerarlo todo, terminas aceptándolo todo ...
A
fuerza de aceptarlo todo, finalmente lo aprobamos todo
miércoles, 2 de septiembre de 2015
Relatos que pueden interesar
La
abadía de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, en
Frattocchie (Italia), toma su origen de la supresión de la abadía
de Nuestra Señora de las Catacumbas de San Calixto, cerca de Roma.
Los trapenses habían sido expresamente deseados y llamados por el
Papa León XIII en 1883 para que fuesen los custodios de estos santos
lugares que constituyen el célebre cementerio de los primeros siglos
de la Iglesia junto a la vía Apia.
Hace 40 años, el Padre José ingresó al monasterio, tras haber llevado una vida vinculada a la música de rock (fue un importante batería de destacados artistas argentinos). Destaca que Dios encuentra al hombre donde el hombre está, y manifiesta, “no hace como nosotros que preparamos un escenario, mi experiencia personal es que Dios me vino a buscar donde yo estaba. Yo no reniego del pasado, al contrario, fue el lugar que Él eligió para encontrarse conmigo”.
José Otero, monje trapense de la abadía de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, explicaba esto:
“Un día pasó Jesús por acá, y me dijo sígueme, y yo acepté y dije me voy atrás de este, que tiene la verdad y la vida”. Y así comenzó, tenía 24 años cuando tuvo una conversión. Un amigo suyo lo visitó una noche en el lugar donde él trabajaba. El amigo cumplía años de casados con su esposa, y lo invitaron a su casa a comer un pedazo de tarta. Después a la mañana siguiente lo llevaron a misa. “Me regalaron la maravilla de la misa”, cuenta emocionado. En ese momento él no iba a misa, mientras que sus amigos iban todos los días. Y a partir de ellos Rolando y Mimí, el hoy padre José Otero, empezó a visitar a los benedictinos de Buenos Aires. “Y ahí fue mi conversión”, indica. Así comenzó a empaparse de todo lo que era la vida monástica. Como quien se sabe amado, cuenta que en un momento determinado hizo la opción entre seguir con su profesión o entrar en el monasterio y optó por entrar en el monasterio.
Acerca de la dinámica en el Monasterio, el Padre José, dice que la estructura de la vida monástica es ordenar todas las cosas para contar con el tiempo necesario que facilite una vida de oración. Describe este momento, priorizando los oficios divinos, “a las tres y cuarto de la mañana nos levantamos y rezamos, vigilia, laudes, nona, vísperas, y lo más importante es la lectio divina”. Cuentan también con tiempo para el encuentro fraterno, ya que los domingos aprovechan para charlar con los hermanos, caminar en la viña que tienen donde producen vino castelli romani, vino blanco.
El Padre José Otero, reflexiona diciendo que una de las necesidades más grandes que tiene el mundo de hoy es ver encarnada la religión en un grupo de gente, no en personas aisladas, un grupo de personas que se dedique a manifestar que el evangelio es posible, que Jesucristo vive donde dos o más se reúnen en su nombre.
Ante la pregunta qué es lo que lo motiva a elegir todos los días esta vida en el Monasterio, declara que su renovación diaria es el encuentro con Jesús en la Eucaristía, conocer la misericordia de Dios, que es conocer su verdad, experimentar en carne propio el perdón. “Yo pienso que en el cielo vamos a estar permanentemente con la boca abierta, absortos, de todas las novedades que vamos a encontrar en Dios”.
“En la Eucaristía de cada día, junto con la comunidad, se experimenta que Dios está con nosotros, como Él lo prometió, estaré con ustedes hasta el fin del mundo”, concluye.
Hace 40 años, el Padre José ingresó al monasterio, tras haber llevado una vida vinculada a la música de rock (fue un importante batería de destacados artistas argentinos). Destaca que Dios encuentra al hombre donde el hombre está, y manifiesta, “no hace como nosotros que preparamos un escenario, mi experiencia personal es que Dios me vino a buscar donde yo estaba. Yo no reniego del pasado, al contrario, fue el lugar que Él eligió para encontrarse conmigo”.
José Otero, monje trapense de la abadía de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, explicaba esto:
“Un día pasó Jesús por acá, y me dijo sígueme, y yo acepté y dije me voy atrás de este, que tiene la verdad y la vida”. Y así comenzó, tenía 24 años cuando tuvo una conversión. Un amigo suyo lo visitó una noche en el lugar donde él trabajaba. El amigo cumplía años de casados con su esposa, y lo invitaron a su casa a comer un pedazo de tarta. Después a la mañana siguiente lo llevaron a misa. “Me regalaron la maravilla de la misa”, cuenta emocionado. En ese momento él no iba a misa, mientras que sus amigos iban todos los días. Y a partir de ellos Rolando y Mimí, el hoy padre José Otero, empezó a visitar a los benedictinos de Buenos Aires. “Y ahí fue mi conversión”, indica. Así comenzó a empaparse de todo lo que era la vida monástica. Como quien se sabe amado, cuenta que en un momento determinado hizo la opción entre seguir con su profesión o entrar en el monasterio y optó por entrar en el monasterio.
Acerca de la dinámica en el Monasterio, el Padre José, dice que la estructura de la vida monástica es ordenar todas las cosas para contar con el tiempo necesario que facilite una vida de oración. Describe este momento, priorizando los oficios divinos, “a las tres y cuarto de la mañana nos levantamos y rezamos, vigilia, laudes, nona, vísperas, y lo más importante es la lectio divina”. Cuentan también con tiempo para el encuentro fraterno, ya que los domingos aprovechan para charlar con los hermanos, caminar en la viña que tienen donde producen vino castelli romani, vino blanco.
El Padre José Otero, reflexiona diciendo que una de las necesidades más grandes que tiene el mundo de hoy es ver encarnada la religión en un grupo de gente, no en personas aisladas, un grupo de personas que se dedique a manifestar que el evangelio es posible, que Jesucristo vive donde dos o más se reúnen en su nombre.
Ante la pregunta qué es lo que lo motiva a elegir todos los días esta vida en el Monasterio, declara que su renovación diaria es el encuentro con Jesús en la Eucaristía, conocer la misericordia de Dios, que es conocer su verdad, experimentar en carne propio el perdón. “Yo pienso que en el cielo vamos a estar permanentemente con la boca abierta, absortos, de todas las novedades que vamos a encontrar en Dios”.
“En la Eucaristía de cada día, junto con la comunidad, se experimenta que Dios está con nosotros, como Él lo prometió, estaré con ustedes hasta el fin del mundo”, concluye.
martes, 1 de septiembre de 2015
lunes, 31 de agosto de 2015
domingo, 30 de agosto de 2015
Aforismos
La belleza
es prescindible para sobrevivir, pero imprescindible para vivir.
La estética
es una dimensión; la belleza un gozo.
Los genios
han roto muchas convenciones. Pero no basta romperlas para ser un genio.
Se pueden
programar eventos, pero no se pueden programar creaciones.
Nunca sacrificar
lo amable a lo perfecto.
(Juan Luis Lorda, Aforismos. Ed. Rialp)
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