Sirva esta entrada sobre la conversión de un filósofo como homenaje a Carmen Martínez en el primer aniversario de su fallecimiento. (cfr entrada del día 8 de septiembre de 2012)
Que Dios se puede aparecer a las personas de las
maneras más insospechadas y en los lugares más extraños es algo indudable. Si
no que se lo cuenten a Sylvain Clement, un filósofo que vivió una
conversión radical viniendo desde el ateísmo, la desesperación y el nihilismo.
Pero Dios aconteció de manera fulgurante y le cambió el corazón y pese a que al
principio se resistió una vez que experimentó el verdadero amor, su vida
recobró un sentido tal que nunca quiso volver a lo anterior.
El sinsentido en su vida
La historia comienza en septiembre de 1994 cuando este
joven tenía apenas 22 años, edad suficiente para haber experimentado ya el
sinsentido de la vida de tal forma que hasta el suicidio rondaba ya por su
cabeza.
Sylvain caminaba por la basílica de Nuestra Señora
de Longpont sur Orge junto a su amiga Emmanuelle, a la que conoció en un
centro para personas discapacitadas en el que trabajaron juntos. “En el
fondo deseaba recorrer un largo camino de vida juntos pero esto requería un
compromiso. Además, ella había decidido antes de conocernos retirarse durante
nueve meses a una comunidad religiosa para pensar sobre una posible vocación”.
“Este era nuestro paseo de despedida. Era uno de los
primeros católicos que conocí. Yo no creía en Dios ni en el diablo –y para
decirlo todo, no creía ni en la buena gente ni en mi mismo-, me empeñaba en
ponerle mil objeciones aunque fui tocado por la sencillez de su alegría
y la sinceridad de su fe”, recuerda Sylvain Clement en Famille Chretienne.
¿Cuál es el sentido de la vida?
Sin embargo, sobre el acechaban muchos años de
desesperanza. “Sobre todo, en ese día en mí se manifestaba la sombra de la
desesperación que había tenido durante años. Estaba absorbido por el abismo
de la nada al igual que un meteorito es succionado por un agujero negro”.
Su pasado le atormentaba. De este modo, recuerda que
“desde los 16 años sin descanso me asaltaban las siguientes preguntas: ¿cuál
es el sentido de mi vida? ¿Qué hacer con ella? ¿Por qué merece la pena ser
vivida? ¿Por qué el sufrimiento?...Esas preguntas me llegaban hasta el corazón
y la mente”.