Comentario: Quizás explica esta noticia el afán de muchos porque no se estudie filosofía…
Filósofa
como forma de vida. Desde 2011 es presidente del Instituto Europeo de la
Filosofía y la Religión en Heiligenkreuz (Viena), y hasta esa fecha había sido
profesora de la Universidad de Mónaco de Baviera, Bayreuth, Tübingen y
Eichstätt, además de ocuparse de la cátedra
de Filosofía de la Religión y de la Ciencia Religiosa comparada
en la Universidad Técnica de Dresde.
Todo un currículum que le acredita como merecedora de ser escuchada. Un
currículum, también, que le podía
haber llevado a la increencia más absoluta, como sucedió a
tantos grandes filósofos. Sin embargo, Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz ha vivido
la experiencia contraria: de la religiosidad natural, básica, a la reflexión
profunda y enraizada de la fe.
En una entrevista concedida al diario italiano L´Osservatore Romano , la catedrática
asegura que la gran filosofía se alimenta normalmente de un potencial religioso:
«Me encontré con Romano
Guardini y con Edith Stein. Los dos fueron mis maestros
póstumos. El corazón de mi trabajo son el siglo XIX y el XX porque se concentra
en ellos un gran legado: la filosofía de la religión, explica.
La reflexión filosófica iluminó mi fe
Cuando
era adolescente, formaba parte de un grupo de jóvenes cristianos: Allí pudimos
expresar nuestra crítica a la Iglesia, pero fuimos guiados inteligentemente a
una reflexión más profunda por una joven teóloga. Estas discusiones abiertas,
pero también acudir a
la Eucaristía, han sido importantes para reforzarme en la fe,
comienza a explicar.
La reflexión filosófica, apunta no obstante, me iluminó y fortaleció muchas proposiciones de la fe que
no tenía claras: me convertí verdaderamente estudiando Filosofía.
Vivió en un mundo mayormente masculino —más aún en su época de estudiante
universitaria, los años sesenta—, y sólo conoció una profesora en toda su
carrera.
A través de la lectura, conocí muchas mujeres importantes, desde el
cristianismo antiguo hasta el Renacimiento italiano y alemán. En el siglo XX
fueron especialmente Edith Stein,
Ida Friederike Görres y Simone Weil. Me ocupé objetivamente de
la teología feminista desde los años setenta, sobre todo de la historia de la
mujer y de la ´imagen´ masculina de Dios.
En ese momento, la ideología comenzó a dirigirse cada vez más hacia lo que la
catedrática llama una liturgia de la mujer, una construcción de una especie de matriarcado. Y fue
ahí cuando comenzó su crítica: Era un conjunto de ideales que sonaban irreales
y, más aún, cojos.
Comenzó a juzgar críticamente a figuras
como Simone de Beauvoir, con su propuesta de masculinización de
la mujer, y sobre todo la ideología de género, que «ha degradado el cuerpo a la
corporeidad neutral: Sobre este tema se pueden aprender muchas cosas buenas
leyendo la historia de las mujeres cristianas hoy en día olvidadas, enfatiza.