Virtudes morales y madurez humana
El desarrollo armónico de todas las
virtudes morales lleva a la persona a la madurez humana que le es propia, “la
cual se manifiesta, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la capacidad
de tomar decisiones ponderadas y en el modo recto de juzgar los acontecimientos
y los hombres”.
Se adquiere en primer lugar, la
capacidad de juicio: un hombre maduro conoce el sentido de la vida y el valor
de las cosas. A la vez, se considera a sí mismo con realismo y objetividad, ya
que es capaz de decidir su actuación siempre de modo coherente, libre y
responsable, aceptando las consecuencias de sus actos.
El hombre maduro sabe adaptarse a
las circunstancias y resolver sus problemas cediendo y concediendo en todo, cuanto
no se oponga al fin último, o al contrario, exigiendo si es preciso.
Sabe encontrar los caminos que
conducen a la meta buscada; sabe encontrar el lugar de igualdad, de
superioridad o de inferioridad que le corresponde. Participa en la construcción
del bien común sin complejos. Es comprensivo y paciente con los demás. Sabe dar
a cada uno lo suyo.
La adquisición de virtudes es pues
el camino hacia la madurez y plenitud humanas, a las que el hombre ha de tender
según su propia naturaleza: madurez de juicio, madurez de la afectividad y
madurez en la acción.
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