La honestidad es el amor a la dignidad humana en uno mismo. La justicia,
el amor a la dignidad humana en los demás.
La honestidad solo tiene una fórmula: entrega generosa al
prójimo y a los propios deberes.
Honestidad es reunir la inocencia de los niños, la generosidad
de los jóvenes y la responsabilidad de los mayores.
No se puede ser bueno sin compromisos exigentes con cosas
nobles. Al que le faltan, se lo comen los instintos y la pereza.
Uno siempre es más indulgente consigo mismo que con los demás. Por
eso, la honestidad consiste en invertir la tendencia.
Honrado es el que es capaz de reconocer lo malo que tiene él y
lo bueno que tienen los demás.
Hace falta grandeza para aceptar que un compañero lo hace mejor.
Y todavía más para alegrarse.
La envidia y los demás pecados capitales no se pueden extirpar
de nuestra conciencia. Pero hay que mantenerlos enanos como los bonsáis.
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