En los niños, la alegría es
inconsciencia; en los jóvenes, ansiedad; y en los ancianos, virtud.
El corazón de los niños es ingenuo; el de
los jóvenes, impetuoso; y el de los mayores, artítrico, a no ser que lo
alimenten de entusiasmo.
Los niños se caracterizan porque no han
alcanzado el pleno uso de razón y los adultos porque lo consiguen en momentos
excepcionales.
La culpa de lo que hacen los jóvenes la
tienen los mayores, porque los jóvenes llegaron al mundo sin saber nada.
Los jóvenes son una mezcla de entusiasmo
y pereza, de inseguridad y contundencia, de rebelión y mimetismo. Maduran
cuando se equilibran estas tensiones.
(Del libro “Aforismos”. Juan Luis Lorda.
Edit. Rialp)
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