Hace años fue
a una tienda en un pueblo de Sevilla a comprar “Klinex”, los pedí al vendedor y
me contestó que no tenían, entonces la persona que venía conmigo volvió a insistir
pero pronunciando “Kleenex”, a lo que el mismo vendedor dijo que Kleenex sí que
tenían. Me acuerdo de esta anécdota porque los pañuelos de papel fueron uno de
los primeros productos de usar y tirar que llegaron a España, después ya vino
una larga lista, desde las lentillas a las botellas de refrescos, leche, etc.
La
mentalidad de usar y tirar se ha abierto paso y se ha afianzado en nuestra
sociedad. Bien es verdad que esos productos en su mayoría nos facilitan la
vida; el problema es que a veces la mentalidad de usar y tirar la empleamos
para aspectos que nunca han debido ser de uso, disfrute y desecho. Me refiero
por ejemplo al matrimonio, “se ha acabado el amor…”, dicen algunos a modo de
razón poderosísima para proceder a la ruptura matrimonial, como si el amor
fuera un kg de azúcar o de otro producto que igualmente se acaba. Los que
siguen este blog han podido ver la foto del matrimonio que llevan casados 65
años y la explicación que daba la mujer como razón de esa fidelidad.
Hay cosas
que no son de usar y tirar, sino de conservar con esfuerzo, con empeño, con
sacrificio y buen humor –que no están reñidos-, porque son más las
consecuencias favorables que el esfuerzo que nos puede costar.
“¿Usar y
tirar?”, sí pero no aplicado a todo indiscriminadamente. Hay que pensar, hay
que razonar para evitar el lamentar.
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