LA VOLUNTAD (1)
La dinámica volitiva.
Persona y libertad.
Definición de persona según
Boecio (s. VI): “Persona es la sustancia individual de naturaleza racional”.
El hombre está dotado de
razón, es capaz de pensar, reflexionar, razonar etc.
INTRODUCCIÓN
Por nuestra inteligencia los
seres humanos estamos abiertos a la verdad y también, por propia
naturaleza, estamos abiertos hacia el bien tendemos hacia él. Y ese bien puede ser sensible o inteligible.
La
voluntad es una función intelectual. Es el apetito de la
inteligencia o apetito racional, por el cual nos inclinamos al bien
conocido intelectualmente. Lo que los deseos e impulsos son a la sensibilidad,
es la voluntad a la vida intelectual. (Yepes).
1. LA EXPERIENCIA
DE LA VOLUNTAD EN EL SER HUMANO
a) La distinción entre desear y querer
Hemos
de empezar haciendo una distinción importante: el acto voluntario (o
volitivo) se expresa a través del verbo querer, distinto a desear,
unido a motivaciones, instintos, pasiones, impulsos, emociones, etc.
—El
deseo tiende hacia un bien sensible, percibido o imaginado (los deseos o
impulsos son las tendencias hacia los bienes captados por la sensibilidad)
—El querer
tiene por objeto un bien inteligible, racional, consciente (es la inclinación o
tendencia hacia el bien captado intelectualmente, del que vamos a tratar
ahora).
Muchas veces se producen
equivocaciones; en el lenguaje corriente se dice: “quiero”, mientras que
debería decirse: “deseo”, y al revés. Y esto porque en la experiencia cotidiana
resulta difícil a veces distinguir entre las tendencias sensibles (deseo) y las
del orden intelectual (querer).
Sin embargo, aunque un mismo
objeto puede ser querido y deseado a veces, en otras ocasiones se ve clara la diferencia
entre la voluntad y el deseo:
ü Por
una parte, la diferencia entre las dos tendencias se percibe cuando el bien
concebido intelectualmente no es sensible, de tal modo que podemos
tener un bien sin deseo.
ü Por
otra, la diferencia se ve más clara cuando hay oposición entre la voluntad y
el deseo. Ejemplo: quiero la salud y para ello me privo de bienes sensibles
muy deseables. El criterio de la voluntad es, pues, vencerse.
Ello no significa que la voluntad
se identifique con el esfuerzo, pues, por el contrario, cuanto más fuerte
es la voluntad, menos esfuerzo ha de hacer. Pero, psicológicamente, la
voluntad, sólo se percibe claramente en el esfuerzo. (Dejarse llevar por el
deseo no requiere ningún esfuerzo). (La voluntad, como la inteligencia, para
que se desarrolle, hay que ejercitarla)
b) La distinción entre lo
voluntario y lo involuntario
¿Cuándo consideramos una
acción involuntaria?:
-
cuando la hemos hecho por ignorancia. En este caso decimos que
ha sido hecha “sin querer”, porque la persona ignoraba las circunstancias
concretas en las que se desarrollaba la acción; no ha habido advertencia
previa;
-
también decimos que una acción es
involuntaria cuando la persona ha sido obligada
a realizarla, por algún agente externo, en contra de su querer;
-
incluso, llamamos involuntaria a una acción
realizada por miedo. (En realidad el
miedo es un mixto de voluntario e involuntario, dependiendo en mayor o menos
medida de la objetividad de ese temor)
Teniendo en cuenta esta
descripción negativa, podemos concluir de forma positiva (con Aristóteles) que
lo voluntario es “aquello cuyo principio está en uno mismo y que conoce las
circunstancias concretas de la acción”. Una acción voluntaria, por tanto,
parte del sujeto, sin que éste esté violentado por ningún agente externo y
existe en el sujeto un cierto conocimiento del fin.
Aunque se puede precisar
que, en realidad, en la vida humana cotidiana lo voluntario se encuentra
entrecruzado con lo involuntario. En ocasiones es difícil determinar con
precisión la voluntariedad o responsabilidad concreta de una acción. Es la
conciencia moral la que suele presentarnos con juicio certero la voluntariedad
y responsabilidad de una acción determinada. Con ello entramos ya en el terreno
de la Ética.
2. NATURALEZA DE LA VOLUNTAD
2.1. Objeto de la voluntad
Toda facultad se define por
su operación y por su objeto.
La operación de la voluntad es querer (no conocer); y su
objeto es querer el bien captado previamente por la inteligencia.
Si lo expresamos en términos
metafísico, esto quiere decir que así como el objeto de la inteligencia es
el conocimiento del ser (de la realidad) en cuanto que verdadero, el
objeto de la voluntad es querer ese ser, esa realidad, que le presenta la
inteligencia en cuanto bueno, es decir, en razón de su bondad
ontológica. Por eso se dice que las cosas no son buenas porque son queridas,
sino que son queridas porque son buenas.
¿Puede la voluntad querer el
mal por sí mismo? ¿El mal como tal?
Ø En primer lugar, decir que el objeto de la
voluntad es el bien equivale a decir que el mal nunca es deseado por sí mismo, que no puede ser
amado. Y en efecto, no es difícil demostrar que, incluso cuando “se quiere el
mal”, es siempre algún aspecto de bondad el que efectivamente se ha visto: un
placer, una emoción, la cesación de un mal mayor, etc.
Hemos de tener presente que,
debido a la imperfección del conocimiento humano, lo que éste capte como
bueno puede no corresponder con la bondad real.
Ø Por otra parte, si el objeto de la
voluntad es el bien concebido por la inteligencia, se sigue que no puede
quererse lo que no se conoce: como decían los clásicos “nada es querido si
no es previamente conocido”.
2.2 Espiritualidad de la voluntad
La voluntad es una
facultad operativa de orden espiritual que se sigue del acto de entender,
por ello está a al mismo nivel ontológico que la inteligencia.
à Lo mismo que la inteligencia, la voluntad no depende de las coordenadas espacio-tiempo
(en las que se encuentran las realidades materiales).
à También se puede apreciar la relativa
independencia de la voluntad con respecto a la materia cuando se reconoce que la voluntad es capaz de moverse por valores
abstractos (el honor, la justicia, la fama, la lealtad, nobleza, amistad,
amor, solidaridad, etc.). Esos valores no son sensibles, y, sin embargo,
despiertan nuestra voluntad y la mueve a obrar.
à Por otro lado, es un hecho de experiencia que ningún bien creado satura el deseo de felicidad del ser humano. El querer del
hombre siempre está abierto a algo más; en otras palabras, la voluntad “siempre
quiere más” porque apunta “más alto”. La voluntad siempre aspira a un amor
mayor, a una mayor felicidad, a una vida más plena. Este es uno de los argumentos
antropológicos donde se advierte que la estructura del hombre requiere
por su misma naturaleza la plenitud de bondad, verdad y felicidad que no se
da en esta vida, sino en una vida ultraterrena. El deseo de felicidad que no se
satura nunca en la tierra apunta a un destino trascendente de la persona
humana.
2.3.
Fases del acto voluntario
(Los llamados requisitos del acto voluntario)
En
la psicología moderna se consideran cuatro fases, que básicamente responden a
la concepción heredada de la filosofía clásica:
j Concepción del fin. Tiene que proceder
de la inteligencia consciente, es decir, de la reflexión de un sujeto que posee
inteligencia.
k La deliberación
de los medios de consecución. Es totalmente necesaria para que haya acto
voluntario. La deliberación es siempre acerca de los medios, y no sobre el fin,
en ella son sopesados los motivos a favor o en contra de la realización del
acto. En la deliberación la razón aporta datos, escucha consejos, etc. En los
procesos de toma de decisiones es un momento decisivo.
l La elección
que consiste en decidir cómo y con qué medios llevar a cabo la acción.
Es el ámbito del preferir. La decisión a favor de uno de los
motivos, es el núcleo del acto voluntario, porque es propiamente la fase de la
voluntad en la que ella dice: “yo quiero” o “yo no quiero”.
m La ejecución
de la decisión. Tras la decisión la voluntad del sujeto procede a llevar a cabo
los actos que conducen a la consecución del fin.
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