No se puede evitar hablar
de izquierdas y derechas porque este invento de la izquierda ha sido la prisión
de la cultura política moderna. Es grotesco que el pensamiento político siga
dependiendo de cómo se sentaban las facciones en el parlamento francés.
La parte mala de la
modernidad se habrá superado el día en que, en lugar de preguntarse si es
progresista o conservador, se pregunten si es verdadero o falso.
La necesidad de optar
entre derechas e izquierdas es una de las grandes trampas de la cultura
moderna, cuando la esencia de la vida política consiste en convivir. El esquema
solo puede gustar a los revanchistas.
Ser de izquierdas ya solo
significa una vaga vocación social con un legado impresentable.
La derecha es invento de
la propaganda de izquierda. Han metido allí a todos sus enemigos: la Iglesia,
los liberales, el capital, los socialismos de Hitler y Mussolini, y hasta los
comunistas ortodoxos de la nueva Rusia.
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