Opiniones personales. Opiniones ajenas. Mafalda. Otros

domingo, 1 de junio de 2014

La otra cara de la moneda

Y si ayer hablé de libertad, hoy le toca el turno a la responsabilidad, ni libertad sin responsabilidad; ni responsabilidad sin libertad.
Libre y responsable son conceptos paralelos e inseparables. Somos responsables de nuestros actos libres, principalmente de los que comportan un deber moral.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la lengua la responsabilidad es “la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.
El ejercicio de la responsabilidad individual depende de cada uno. En principio, en un contexto de libertad, y desde la perspectiva de una persona sana, es decir, libre de trastornos psicológicos graves,  todos podemos elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con quienes queremos estar, qué queremos ser. Podemos incluso decidir no tomar ninguna decisión acerca de nuestra vida.
Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o personas que nos rodean. Expresiones como “ella/el me está volviendo loca/o”, “esta persona me saca de quicio”, “todo lo que me pasa es por su culpa”, “esta situación es injusta”, son expresiones que ponen de manifiesto nuestra falta de responsabilidad.
La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que consideramos nos merecemos. Otra cosa es reconocer que las personas, con su comportamiento, pueden entristecernos, especialmente si éstas son parte importante en nuestras vidas, pero ¿hasta qué punto vamos a dejar que ese comportamiento siga afectándonos?.
Tal y como decía Victor Frankl, aún en las circunstancias más adversas nadie puede privarnos de esa libertad interior. Víctor Frankl es un psiquiatra de origen judío que durante muchos años vivió bajo el cautiverio de los nazis, encarcelado en un campo de exterminio. En su libro “El hombre en busca de sentido” exponía que sus carceleros, si bien podían torturarle, privarle de libertad, insultarle, o incluso quitarle su propia vida, nunca podían decidir sobre la interpretación que el mismo hiciera de esos hechos, en el ejercicio responsable de su libertad interior. Durante su cautiverio Víctor Fankl ayudó a muchísimas personas a salir adelante en condiciones infrahumanas, haciéndoles ver este aspecto tan importante, conjuntamente con la búsqueda de aquello que le daba sentido a sus vidas, aquello por lo que merecía la pena seguir viviendo. Víctor Frankl se ganó el respeto no sólo de sus compañeros de cautiverio, sino también de sus propios carceleros, y dio muestras de que, en último término, la felicidad depende de nosotros, es decir, de la responsabilidad que asumamos sobre nuestras propias vidas, sobre las consecuencias de nuestras decisiones, aún en las peores circunstancias.
Responsabilidad plena sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad tiene sus aspectos positivos y “negativos”. Al hacernos responsables plenos de nuestra vida ya no buscamos en las circunstancias, los hechos externos, los comportamientos o las actitudes de los demás justificaciones para nuestra tristeza o vacío interior, ya que no sería compatible con el propio concepto de responsabilidad personal, e implica tomar decisiones, ser proactivos, ser protagonistas de nuestras vidas y, por tanto, como aspecto “negativo” cierto grado de ansiedad ocasionado por la incertidumbre que genera el no saber cuál será el resultado de nuestras acciones. ¿Significa esto que ya no podemos o debemos sentirnos tristes? Claro que sí podemos. En ocasiones hay motivos objetivos para ello. No somos máquinas, tenemos sentimientos y emociones pero, ¿cómo gestionamos esas emociones?, ¿lo hacemos de forma responsable?.
¿Cuál es el aspecto positivo de una responsabilidad plena con nuestro bienestar y felicidad?. En cierta forma, al tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad plena sobre nuestro bienestar y nuestra felicidad, nos liberamos de muchas ataduras, tomamos el control, y las riendas de nuestra vida.
Recordemos siempre, por tanto, que nadie, absolutamente nadie, puede privarnos de nuestra libertad interior para interpretar y pensar como queramos. Todo es cuestión de tomar conciencia, ejercer nuestra plena responsabilidad sobre este hecho y, lo más importante, querer cambiar y comprometerse con ese cambio.
La responsabilidad se aprende desde pequeños con el proceso de educación y formación y dura toda la vida. La responsabilidad es un valor que inicia ejercitándose en la familia, en ella la persona va creciendo sobre elementos fundamentales para ejercitar la responsabilidad.
En la familia es el lugar en donde comenzamos a responder a nuestros primeros retos u obligaciones. Ayudar en casa es un actitud que nos prepara para ser responsables más adelante.
Quien aprende a responder a las pequeñas responsabilidades, sabrá poco a poco responder a las siguientes. Hay personas que por las circunstancias de la vida hay tenido que ser responsables desde muy pequeños, pero también hay quienes nunca les enseñaron a ser responsables, porque durante su vida les resolvieron las pocas o muchas responsabilidades que tenían.
Comenzar a ser responsables desde pequeños, garantiza que la vida del hombre comprometido con la realidad del otro. Hoy en día ser responsable es una de las nuevas categorías contemporáneas, que tenemos que fortalecer desde el ámbito de la educación, ya que es fundamental en el desarrollo integral de la persona.


Respondemos ante Dios y ante la sociedad.

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