Y si ayer hablé de
libertad, hoy le toca el turno a la responsabilidad, ni libertad sin
responsabilidad; ni responsabilidad sin libertad.
Libre y responsable son
conceptos paralelos e inseparables. Somos responsables de nuestros actos
libres, principalmente de los que comportan un deber moral.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la lengua la
responsabilidad es “la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho
para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.
El ejercicio de la responsabilidad individual depende de cada uno. En
principio, en un contexto de libertad, y desde la perspectiva de una persona
sana, es decir, libre de trastornos psicológicos graves, todos podemos
elegir libremente qué hacer con nuestra vida, hacia dónde dirigirnos, con
quienes queremos estar, qué queremos ser. Podemos incluso decidir no tomar
ninguna decisión acerca de nuestra vida.
Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones que
tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o
personas que nos rodean. Expresiones como “ella/el me está volviendo loca/o”,
“esta persona me saca de quicio”, “todo lo que me pasa es por su culpa”, “esta
situación es injusta”, son expresiones que ponen de manifiesto nuestra falta de
responsabilidad.
La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra
felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado
de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad
del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen
de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que
consideramos nos merecemos. Otra cosa es reconocer que las personas, con su
comportamiento, pueden entristecernos, especialmente si éstas son parte
importante en nuestras vidas, pero ¿hasta qué punto vamos a dejar que ese
comportamiento siga afectándonos?.
Tal y como decía Victor Frankl, aún en las circunstancias más adversas
nadie puede privarnos de esa libertad interior. Víctor Frankl es un psiquiatra
de origen judío que durante muchos años vivió bajo el cautiverio de los nazis,
encarcelado en un campo de exterminio. En su libro “El hombre en busca de
sentido” exponía que sus carceleros, si bien podían torturarle, privarle de
libertad, insultarle, o incluso quitarle su propia vida, nunca podían decidir
sobre la interpretación que el mismo hiciera de esos hechos, en el ejercicio
responsable de su libertad interior. Durante su cautiverio Víctor Fankl ayudó a
muchísimas personas a salir adelante en condiciones infrahumanas, haciéndoles
ver este aspecto tan importante, conjuntamente con la búsqueda de aquello que
le daba sentido a sus vidas, aquello por lo que merecía la pena seguir
viviendo. Víctor Frankl se ganó el respeto no sólo de sus compañeros de
cautiverio, sino también de sus propios carceleros, y dio muestras de que, en
último término, la felicidad depende de nosotros, es decir, de la
responsabilidad que asumamos sobre nuestras propias vidas, sobre las
consecuencias de nuestras decisiones, aún en las peores circunstancias.
Responsabilidad plena sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad tiene
sus aspectos positivos y “negativos”. Al hacernos responsables plenos de
nuestra vida ya no buscamos en las circunstancias, los hechos externos, los
comportamientos o las actitudes de los demás justificaciones para nuestra
tristeza o vacío interior, ya que no sería compatible con el propio concepto de
responsabilidad personal, e implica tomar decisiones, ser proactivos, ser
protagonistas de nuestras vidas y, por tanto, como aspecto “negativo” cierto
grado de ansiedad ocasionado por la incertidumbre que genera el no saber cuál
será el resultado de nuestras acciones. ¿Significa esto que ya no podemos o
debemos sentirnos tristes? Claro que sí podemos. En ocasiones hay motivos
objetivos para ello. No somos máquinas, tenemos sentimientos y emociones pero,
¿cómo gestionamos esas emociones?, ¿lo hacemos de forma responsable?.
¿Cuál es el aspecto positivo de una responsabilidad plena con nuestro
bienestar y felicidad?. En cierta forma, al tomar conciencia de que tenemos una
responsabilidad plena sobre nuestro bienestar y nuestra felicidad, nos
liberamos de muchas ataduras, tomamos el control, y las riendas de nuestra
vida.
Recordemos
siempre, por tanto, que nadie, absolutamente nadie, puede privarnos de nuestra
libertad interior para interpretar y pensar como queramos. Todo es cuestión de
tomar conciencia, ejercer nuestra plena responsabilidad sobre este hecho y, lo
más importante, querer cambiar y comprometerse con ese cambio.
La responsabilidad se aprende desde pequeños con el proceso
de educación y formación y dura toda la vida. La responsabilidad es un valor
que inicia ejercitándose en la familia, en ella la persona va creciendo sobre
elementos fundamentales para ejercitar la responsabilidad.
En la familia es el lugar en donde comenzamos a responder a
nuestros primeros retos u obligaciones. Ayudar en casa es un actitud que nos
prepara para ser responsables más adelante.
Quien aprende a responder a las pequeñas responsabilidades,
sabrá poco a poco responder a las siguientes. Hay personas que por las
circunstancias de la vida hay tenido que ser responsables desde muy pequeños,
pero también hay quienes nunca les enseñaron a ser responsables, porque durante
su vida les resolvieron las pocas o muchas responsabilidades que tenían.
Comenzar a ser responsables desde pequeños, garantiza que la
vida del hombre comprometido con la realidad del otro. Hoy en día ser
responsable es una de las nuevas categorías contemporáneas, que tenemos que
fortalecer desde el ámbito de la educación, ya que es fundamental en el
desarrollo integral de la persona.
Respondemos ante Dios y
ante la sociedad.
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