Es la virtud por la cual una persona reconoce, interior
y exteriormente, los regalos recibidos y trata de corresponder en algo por lo
que recibió. Esencialmente, la gratitud consiste en una disposición interior,
un corazón agradecido, pero cuando es genuino trata, de alguna forma, de
expresarse en palabras y en obras. Consecuentemente, incluye tres elementos:
reconocimiento de que un regalo ha sido recibido; apreciación expresado en
agradecimiento; y en cuanto sea posible, corresponder de alguna manera lo que
se le ha dado de forma gratuita sin ninguna obligación por parte del que da.
Entre los ejemplos del Evangelio resalta la historia
de los diez leprosos (Lucas 17). Solo uno regresó a darle gracias a Jesús por
su curación milagrosa. Jesús lo puso de ejemplo y se entristeció por los otros
nueve. Sin duda la gratitud es necesaria para entrar en una auténtica relación
con Dios o con la persona que nos haya agraciado.
Sin embargo, la persona ingrata es aquella que no
expresa gratitud en parte porque se encuentra merecedora de todo o también porque
es incapaz de detectar lo que recibe.
Que duda cabe que es una virtud muy necesaria en el día a día.
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