La mejor inversión: la familia
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Fernando Pascual, L.C.
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La mejor
inversión que puede hacer un gobernante para promover el bien de su pueblo es
la familia.
Porque
la familia es el lugar donde se establecen las relaciones más profundas y más
enriquecedoras entre las personas. Porque la familia permite el nacimiento de
nuevos hijos, abre espacios para las generaciones futuras. Porque la familia
educa y transmite los valores más profundos, aquellos que permiten la
convivencia social y el desarrollo de los pueblos.
Invertir
en la familia es una urgencia de cualquier estado verdaderamente justo. Dejar
de lado a la familia, o incluso promover su destrucción, es simplemente avanzar
hacia el suicidio colectivo.
A
través de valientes políticas familiares será posible que la vivienda resulte
asequible para las parejas jóvenes. Será posible que el nacimiento del hijo no
sea un aumento de costos, sino una alegría en el hogar. Será posible que no
paguen más cara el agua los que tienen más hijos (y más necesidades). Será
posible una reducción de impuestos, de costos en los transportes públicos, en
la sanidad, en la adquisición de libros de texto.
Hacen
falta urgentes políticas familiares, hay que invertir generosamente en la
familia. Porque miles de esposos no pueden tener los hijos que desearían.
Porque miles de hijos son abortados porque el estado, las regiones o los
municipios no apoyan a las madres en dificultad. Porque muchos países necesitan
sangre joven no sólo para mantener el “equilibrio demográfico”, sino sobre todo
para dar esperanza e ilusiones a pueblos enteros que agonizan por falta de
niños.
A las familias que tienen
hijos, que se lanzan a la aventura de la vida, un gracias profundo y un apoyo incondicionado. Porque van
contra corriente, porque vencen esa indiferencia de cierta clase política, ese
anquilosamiento de estructuras administrativas incapaces de detectar la
urgencia de tantos rincones del planeta anémicos de esperanza. Porque, en la
estrechez de unos pocos metros cuadrados, han permitido que unos niños puedan
jugar, reír, soñar y, sobre todo, descubrir que el mundo es muy hermoso cuando
hay amor como el que se tienen y les tienen sus padres. Con poco dinero en el
banco y con mucha alegría en sus corazones generosos y buenos.
Lo malo es que nuestros políticos no hacen nada, los de antes porque no querían y los de ahora porque no se atreven y por ese camino no mejoramos
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