Recibí
un correo electrónico que decía: “humano es errar, pero más humano es echar la
culpa a los demás”; lo que no decía el citado correo es que esta actitud no
conduce a nada más que a engañarse uno mismo.
Me comentaba una vez una persona cuando
tenía ya la muerte muy cercana, que al
final sólo queda Dios y tú. Conviene tenerlo en cuenta, al final no vamos a
tener a quien culpar de lo que hayamos hecho mal; puede ser una razón entre
muchas para que valoremos la virtud, el valor de la fortaleza que, entre otras
manifestaciones, todas muy importantes, está también el hacernos frente a
nosotros mismos. He leído y no recuerdo donde, una idea que puede ayudar: “la
única guerra digna es la que cada uno mantiene consigo mismo”.
Conviene
conocerse, saber cuáles son nuestros puntos débiles para batallar contra ellos.
Pero hace falta fortaleza y por desgracia tampoco está de moda; se suele (salvo
excepciones) educar con bastante blandenguería; los profesores tampoco se
atreven a exigir por temor a la reacción de los padres y se oculta la verdad sistemáticamente
por temor a contristar y así no vamos a ninguna parte.
La
fortaleza es necesaria para educar y la persona a la que se le ha exigido
estará contenta porque se le ha preparado para la vida; podrá doblarse bajo el
peso de la injusticia, de la mentira, de la calumnia, de situaciones difíciles,
pero no se romperá, resistirá.
Por
eso es necesario la fortaleza, que tiene dos vertientes, atacar los defectos
propios y resistir lo que contraría etc.
(Sigo mañana para no cansar)
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