“Pronunciamos,
declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre
de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue
asunta [no
“ascendió”] en cuerpo y alma a la gloria celeste”. (S.S. Pío XII. 1-Noviembre de 1950)
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