Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor
n ¿Cuál es la Buena Noticia para el hombre? Compendio
del Catecismo 422-424La Buena Noticia es el anuncio de Jesucristo, «el Hijo de
Dios vivo» (Mt 16, 16), muerto y resucitado. En tiempos del rey Herodes
y del emperador César Augusto, Dios cumplió las promesas hechas a Abraham y a
su descendencia, enviando «a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para
rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, y para que recibiéramos la
filiación adoptiva» (Ga 4, 4-5).n Para salvarnos Dios envió a su Hijo, que es Jesús, el Cristo, o Jesucristo. Como afirma la fe de la Iglesia, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre. Además de Salvador y Redentor, Jesucristo es el modelo para los hombres, especialmente para los cristianos. A pesar del pecado, Dios seguía amando a los primeros padres y a sus descendientes, y quiso restaurar lo que el pecado había destruido.
n Prometió que salvaría a los
hombres de su pecado, recuperando el don de la gracia: volverían a ser hijos de
Dios y herederos del cielo, aunque sin recobrar los dones preternaturales.
n Para que los hombres no se
olvidaran de que iba a enviar al mundo un Salvador, Dios les recuerda con
frecuencia esa promesa por medio de Abrahán, Jacob, Moisés, David... Son los
Profetas, sobre todo, los que hablan del Mesías, del Salvador que habrá de
venir: Isaías (7,14) proclama que nacerá de una "virgen";
Miqueas (5,2) señala incluso dónde va a nacer: en "Belén".
n "Tanto amó Dios al mundo
que le envió a su Hijo unigénito" (Juan 3,16). El Señor se llama
Jesús, que quiere decir "Salvador". El arcángel San Gabriel se lo
dijo así a San José: La Virgen "dará a luz un hijo, a quien pondrás por
nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1,21). Él
nos lo dijo y porque lo demostró con sus obras. Nos dijo: "Yo y el
Padre somos una misma cosa; quien me ve a mí ve al Padre; nadie conoce al Padre
sino el Hijo". Jesucristo cura a los mudos, a los ciegos, a los
leprosos...; resucita a su amigo Lázaro, al hijo de la viuda de Naín...;
perdona los pecados...; y todo esto lo hacía por su propia virtud y poder,
porque es Dios.
n Jesucristo murió verdaderamente
y resucitó también de verdad. Se apareció repetidas veces a sus discípulos, y
éstos lo atestiguaron. Sus enemigos querían ocultar esta prueba de su divinidad
(cfr. Mateo 28,11-15).
n La resurrección de Cristo es la
mayor prueba de que es Dios, pues resucitó por su propia virtud. Jesucristo
es igual a nosotros, menos en el pecado y el error.
n Tuvo madre como tenemos
nosotros; trabajó con sus manos; tuvo hambre y sed, comía y bebía; se cansaba;
tuvo amigos y lloró cuando murió su amigo Lázaro; se alegraba con sus
discípulos, con los niños... Jesucristo no sólo es perfecto Dios, sino que
además es perfecto hombre.
n Jesucristo venció a la muerte,
resucitó y subió al cielo. Como Dios, está en todas partes y todo lo ve y lo
oye. Jesucristo está en el cielo y en la Eucaristía. Podemos hablar con Él: nos
escucha y nos habla, no con palabras sino en nuestro corazón. Tenemos que
aprender de Jesús. Él mismo ha dicho: "Yo soy el camino, la verdad y la
vida" (Juan 14,6).
n Debemos cultivar la amistad con
Jesús.
n Si queremos tratarle, lo
encontraremos en el evangelio, en la oración y en el sagrario.
n Un
propósito para avanzar
n Lee todos los días el Evangelio
durante unos minutos, para conocer mejor la vida y doctrina de Jesús.
n Haz una breve visita al
Santísimo en el Sagrario para estar con Cristo, realmente presente.
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