Cuentan de un granjero que quiso crear una raza
porcina especial, partiendo de un cerdo salvaje de unas características
extraordinarias; el granjero fue a su territorio y les echó maíz, los cerdos
llegaron, lo vieron y se lo comieron y él siguió echándoles a diario; después
construyó una parte de un cercado y siguió echándoles maíz y le construyó la 2ª
parte del cercado y así sucesivamente hasta que los encerró y los domesticó.
A las personas nos pueden también intentar
atraer con falsos reclamos de felicidad porque todas las personas,
todas, queremos ser felices, la cuestión está en preguntarnos que
es y donde está la felicidad. Para los cerdos salvajes el atractivo estaba en
el maíz, pero ese alimento les hizo perder la libertad. Algo así nos puede
ocurrir a las personas, a veces buscamos la felicidad donde nunca la vamos a
encontrar. y cuando estamos entretenidos, se nos puede manejar como a los
cerdos.
Hace días leí en un periódico una noticia,
decía mas o menos: “se están haciendo estudios para demostrar que el hombre es
como cualquier animal”. Y me acordé de unas palabras de Juan Pablo II, decía
dentro del contexto: “¿Pero de qué hombre hablamos?, ¿de un hombre puro
animal o de un hombre redimido por Cristo?. Y es que aquí está la madre del
cordero. Lo primero que tenemos que situar es “que es el hombre”.
Mañana la continuación….
Muy interesante la reflexión.
ResponderEliminarImpulsar la autoestima personal y el arte del encuentro para evitar el individualismo.
Carmen Martínez Albarracín