El hombre es un ser superior porque ha sido
creado por Dios a su imagen y semejanza, tiene inteligencia y voluntad y ha
sido redimido por Cristo. De este hombre hablamos. A lo largo de la historia
siempre ha habido y seguirá habiendo intentos de manipular a la persona. En la
medida que el hombre desarrolle su inteligencia, se forme, se fomente sus
capacidades superiores, en esa misma medida será difícil el manipularle; si
además se fomenta el crecimiento de su espiritualidad, lo que le hace semejante
a Dios Creador, será mas difícil todavía.
El hombre creado por Dios a su imagen y
semejanza, quiere decir que nos parecemos a Dios, pero el hombre precisamente
porque es libre tiene la facultad de rebelarse contra Dios, el “seréis como
dioses” sigue teniendo mucho atractivo, pero cuando el hombre se rebela contra
Dios, no le obedece, descubre que no es dios, que no es feliz. Decía S. Agustín
que su corazón estaba inquieto hasta que descubrió a Dios.
Todo hombre quiere ser feliz, es una afirmación
cierta; la segunda cuestión es a que se llama felicidad, que se entiende por
felicidad y consecuentemente que medios ponemos para ser felices; y en estas
cuestiones está el meollo.
El hombre animal simplemente buscará la
felicidad en satisfacer animalmente sus instintos, sus necesidades más
primarias.
El hombre consciente de que es un ser superior,
que piensa, que puede dirigir en cierto modo su vida, pondrá el concepto de
felicidad en un plano mas alto, tropezará con sus limitaciones, ante las que
tendrá al menos dos formas de comportarse: a) rebelarse y nada más y b) admitirlas, meterse hacia dentro y buscar
al Ser Superior que le hace participar en cierto modo de sus prerrogativas:
“Nos hiciste Señor para Ti y mi corazón está inquieto hasta que no descanse en
Ti” (S. Agustín).
Para un cristiano la felicidad no existe fuera
de Dios, en la medida que metamos a Dios en nuestra vida, que vivamos con Él
seremos felices, pero no hay otra forma de felicidad posible.
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