Enrique Rojas dice de sí mismo que es un
médico que escribe, un psiquiatra al que le gusta
transmitir su conocimiento y que en sus libros ha tenido la fortuna
de acertar a tocar teclas sensibles de la sociedad contemporánea: la ansiedad,
la depresión o el vacío existencial del «hombre light». En su consulta hay un
airoso diván blanco, guiño al visitante con funciones meramente decorativas. No
lo usa nunca porque él es de la escuela del tú a tú.
-«No te rindas» es un título con indiscutible gancho en estos tiempos.
-Es la leyenda que utilizó Tony Blair («Don't give up») cuando se
puso al frente de los laboristas. Un grito de guerra para una circunstancia muy
difícil. En el libro explico que lo que te hace crecer como persona son las
derrotas. Lo que enseña la derrota no lo enseña el éxito, y esto es plenamente
aplicable para el fracaso económico y profesional. Y también explico cómo puede
encontrarse la felicidad en las circunstancias más adversas.
-Pues ya me dirá. No parece fácil.
-Recojo casos históricos. Tomás Moro muere decapitado en 1535 en
Londres y por sus cartas desde la prisión sabemos que es feliz hasta el último
momento porque muere por sus ideales. Y Boris Cyrulnik escapó de Auschwitz con
seis años después de que mataran a sus padres y salió fortalecido de esa
experiencia. Es el padre de la resiliencia.
-La famosa resiliencia.
-Sí, cuando en el ser humano se da esa propiedad de los metales de
doblarse sin partirse...
-No todos lograríamos vernos reflejados en esas biografías
ejemplares.
-Pero son aplicables a la realidad. Triunfar muy pronto es un gran
desastre. La derrota te enseña a seguir luchando y a no creerte nada. No hay
quien pueda con alguien que ha superado derrotas importantes.
-¿Con qué herramientas hemos de enfrentarnos al fracaso o al dolor?
-Hay tres fórmulas para no rendirse: la primera, distinguir entre
metas y objetivos. Las metas son muy amplias y vagas, y los objetivos son
medibles. Por ejemplo, una persona que sufra anorexia no avanza por la meta
genérica de curarse de la enfermedad, sino con objetivos por etapas como «no
pesarme cada día», «luchar por no vomitar», «comer en familia» o «no mirarme al
espejo». La segunda cuestión importante es tener una buena educación de la
voluntad, a la que la psicología moderna considera más importante que la
inteligencia. Y, en tercer lugar, nunca hay que sentirse derrotado y hundido.
Como dejó escrito Unamuno, «no darte por vencido ni aun vencido, no darte por
esclavo ni aun esclavo». El mensaje de optimismo es que hay que entrenar a la
persona no para el éxito, sino para el esfuerzo.
-No parece que eso case con la percepción más común de la
felicidad.
-La gente cree que la
felicidad es una especie de paraíso permanente en donde tú te instalas y «après
moi, le déluge», que dirían los franceses. O sea, después de mí, el diluvio. Y
la felicidad es para mí un estado de ánimo, un estar contento con uno mismo y comprobar
que hay una buena relación entre lo que uno ha deseado y lo que ha conseguido.
La felicidad es una vida lograda cuando haces balance de los cuatro grandes
temas: amor, trabajo, cultura y amistad. Y no depende de la realidad, sino de
la interpretación de la realidad que tú haces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario