De «punki» y drogadicto que casi muere
apaleado a padre de 9 hijos: un fin de semana cambió su vida.
Ricardo
Pareja Meseguer es ahora marido, padre de nueve hijos y evangelizador
digital. Su vida, como reconoce este catalán de casi 50 años, es un milagro.
Sigue vivo por la gracia de Dios, pues antes de conocer la Iglesia era punk,
con su estrafalaria estética y su cresta, estaba metido en el mundo de la droga
y borracho todo el día en la calle. El empeño de su tía, que rezaba por él en
todo momento, y una paliza que le propinaron unos neonazis en la que perdió la
visión en un ojo, fueron el desencadenante que acabaron llevándole a Dios.
Unas
catequesis del Camino Neocatecumenal lograron que
de un día para otro dejara la vida punk, todos los vicios y
arreglara las cosas con su familia. Ya estando en esta realidad eclesial
conoció a la que hoy es su mujer, ella también entró en la Iglesia, y juntos
crearon esta familia numerosa.
Vida punk, drogas y alcohol
“Yo era uno de esos ‘punkies’ de mediados de los 80 que
estaba metido en la droga, siempre borracho, iba con una cresta de gallo y
encadenado con cadenas gruesas, no me lavaba, andaba con unos colegas donde el
amor libre y la homosexualidad eran el ambiente dominante. Realmente estaba
hecho un asco y nadie daba un céntimo por mi vida”, explica Ricardo.
Todo
estalló cuando estudió en una academia de peluquería. Era una persona muy
tímida y pasó una mala experiencia. “En esa situación –cuenta este barcelonés-
conocí una chica punk y me fascinó ese mundo. Entrar en él era como salir de
golpe de la timidez y echarle cara a todo y como no, para esta hazaña
necesitaba la ayuda del alcohol y de las drogas”.
La
paliza con la que casi le matan
Su
vida se convirtió en una espiral de vicios y malas compañías. Su familia temía
que cualquier día llegara una llamada diciéndoles que su hijo estaba muerto. Y
esto estuvo a punto de suceder. “Cuando peor estaba, el Señor, que ya
había intentado atraerme con lazos de amor sin éxito, me hizo vivir una
experiencia que cambió mi vida para siempre… Un día me
cogieron un grupo de neonazis, me golpearon con barras de hierro en la cabeza
hasta que todo yo era brechas de sangre. Me dejaron medio muerto en mitad
de la vía pública mientras la gente deambulaba sin hacer ni decir nada”,
recuerda.
Finalmente,
una ambulancia le trasladó al hospital. Allí estuvo dos
semanas ingresado y le dijeron que nunca más vería con uno de sus ojos.
La convivencia que cambió su vida
Poco
antes de que le dieran el alta, su tía que siempre había rezado por él
y le hablaba de Dios apareció con un matrimonio. Le invitaron a una
convivencia. Y sin nada que perder acabó yendo.
En aquella
convivencia quedó fascinado con las catequesis. En una entrevista en Misioneros Digitales
explica que “muchas cosas me impactaron. Por ejemplo, descubrir que en las
Escrituras estaba mi vida, que no eran solo historias que pasaron, sino que era
totalmente actual para mí. Que Dios me amaba tal como yo era a
pesar de que era despreciable, que me quería tanto que había muerto y
resucitado por mis pecados. Que me esperaba una vida plena de la mano de
Cristo, que yo me había pasado la vida buscando el sentido y el sentido era
amar y esto no lo podía realizar yo, que es un don de Dios”.
Tras
esta convivencia regresó a Barcelona y entró en una comunidad neocatecumenal de
la parroquia de San Luis Gonzaga. Su vida dio un vuelco total, y entonces
conoció a Merche, que no era creyente, y que acabó siendo su esposa y madre de
sus nueve hijos. “El Señor nos permitió un noviazgo
santo, ¡qué regalo! Era como un tesoro preciado para mí. El Señor me colmaba
con creces… ¿merecía yo ese derroche de gracias? Sentía, sin duda, que no
me lo merecía pero el Señor es infinitamente bondadoso. Tiempo después Merche
entró a la Iglesia y nos casamos”.
La
conversión es diaria
Ricardo
recuerda el cambio radical de su vida, pero también las luchas enormes a lo
largo de los años. “Después de mi conversión, de casarme con Merche, aunque ya
nunca consumí drogas, sí bebía con asiduidad y eso me volvió a traer
problemas”, confiesa. Ya han pasado 10 años sin abusar del alcohol. Pero
también “he tenido mis crisis de fe, porque la conversión es
diaria, aunque en esto, mi esposa ha sido un instrumento de Dios y una ayuda
perfecta”.
Su vida tenía
ya un orden. La relación con sus padres experimentó un cambio total. “Estaba
recobrando la alegría perdida entre las falsas carcajadas de cuando estás
colocado. Ya no necesitaba aparentar ni llamar la atención con una
indumentaria. Podía estar limpio y perfumado, era un joven contento con su
vida porque hasta lo más oscuro de mi vida pertenecía a mi historia de
salvación”.
Sus hijos conocen su historia
Tampoco
ha ocultado nunca a sus hijos cuál ha sido su pasado. Ricardo afirma que “siempre les he hablado con franqueza de mi historia” porque
“la vida es un misterio de alegrías y sufrimientos, de vigor y enfermedad, de
luchas y noches oscuras. Pero todo es historia de salvación”.
“Mis
hijos –agrega este padre- me conocen, saben que muchas veces me equivoco, que a
veces soy duro, cabezón, gritón y muchas más cosas, y aunque siempre hay un
tiempo en la adolescencia en el que parece que yo soy como el enemigo, la
verdad es que es un tiempo que pasa y a la luz de la fe ellos también descubren
que lo que a su padre le pasa también en parte les pasa a ellos. Para nada somos perfectos, una familia tan numerosa la hace
grande el Señor, porque nos reconciliamos, rezamos los unos por los otros y eso
es lo más”.
El mundo necesita apóstoles
Ricado
Pareja es consciente de la necesidad de Dios que hay en el mundo y por ello
evangeliza también a través de Internet. A tiempo y a destiempo. En la
entrevista explica que “los divorcios superan en muchos países a las bodas, los
jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo, la capacidad de sufrimiento, no
saben lo que es el amor. Todo es sexo y libertinaje. No podemos estar
impasibles a este terrorismo que nos sacude. Los ancianos nadie los quiere
porque ya no producen sólo son un gasto y cuidarlos nos destruye. Estamos
construyendo una sociedad individualista donde todo se realiza a través de una
pantalla, sin el trato humano, sin que se puedan conocer personalmente al otro
y amarlo. Donde sólo hay un dios que es el dinero. En nuestra mano está decir
la verdad, y la verdad es que el que tiene el Espíritu de Jesucristo tiene un
corazón dispuesto a amar. Esto es lo que esta sociedad necesita,
porque si tú has experimentado que Cristo te ama, tú ya no abortas, ni metes a
tus padres en el asilo, ni dejas a tu mujer por otra más joven. El problema
está en el corazón y Dios es un renovador de corazones. Por eso, que
mejor aprovechar estos medios que llegan a tanta gente”.
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