¿Qué es el fundamentalismo? ¿Quiénes son
fundamentalistas?
Muchos expertos sostienen que no
procede de la religión, sino de la psicología: el sentimiento de inseguridad y
el miedo a ser cuestionado
El término fundamentalismo se ha
vuelto polivalente y por esa razón, es un tanto ambiguo el uso frecuente que
hacemos de él. Se lo suele usar como sinónimo de dogmatismo, de integrismo, de
autoritarismo, de terrorismo, de fanatismo, un sinfín de conceptos que no se
corresponden con el término. Aunque por otra parte es una categoría lo
suficientemente amplia como para abarcar múltiples fenómenos, culturalmente muy
diversos.
El uso original lo encontramos en
un movimiento cristiano evangélico conservador opuesto a las tendencias
liberales o modernistas de la teología de finales del siglo XIX y comienzos del
siglo XX. En 1909 la Iglesia Presbiteriana del Norte declara como fundamentales
(The fundamentals) cinco principios que no podrían ser cuestionados por
la exégesis moderna.
Recién en 1920 aparece por primera
vez en un periódico de Nueva York el término “fundamentalistas”, para designar
a cristianos bautistas que se defendían de interpretaciones críticas y
racionalistas de la Biblia. Con el tiempo se fue asociando el término a toda
postura religiosa que defiende una interpretación literal (literalismo) de sus
textos sagrados (Biblia, Corán, etc), o a quienes promueven una aplicación
intransigente y sumamente estricta de su doctrina.
El término ha ido tomando varias
acepciones, pero a partir de los atentados en Nueva York del 11 de setiembre
del 2001, el término se volvió de uso masivo para referirse a los grupos
islamistas. Varios autores hoy escriben también sobre agrupaciones
fundamentalistas de origen judío, hindú y budista.
Por otra parte, sociólogos como
Peter Berger sostienen que el fundamentalismo no procede de la religión,
porque hay laicistas y secularistas fundamentalistas que no están dispuestos a
cuestionar sus opiniones, ni su militancia, ni su agresividad, ni su desprecio
por los que discrepan con ellos. Comienzan a hacerse visibles también
fundamentalismos ideológicos y políticos que atentan contra la democracia del
mismo modo que los fundamentalismos religiosos.
Podemos ver como algunas
ideologías que defienden un relativismo dogmático, tildan de “fundamentalista”
a todo el que pretenda discrepar con sus ideas, lo cual nos muestra cuanto se
abusa del término para descalificar en forma fanática a quien simplemente
piensa distinto. Como vemos, el fundamentalismo en la actual crisis
sociocultural en que vivimos, se ha tornado un fenómeno muy complejo y
cambiante.
Rasgos fundamentales
Para muchos estudiosos de la
religión y la cultura contemporánea, el fundamentalismo es una consecuencia de
la crisis de la modernidad y del relativismo ético y religioso que viven las
instituciones religiosas, pero a pesar de sus variadas manifestaciones podemos
encontrar algunos rasgos básicos y comunes:
- Un sentimiento de
minoría: el fundamentalismo se siente minoritario, y
aunque crezcan y sean una mayoría en un determinado contexto, no pierden
el sentimiento de minoría postergada y combatida. El sentimiento de
minoría de élite les sitúa de frente a la “mayoría” apóstata o profana.
Siempre son “la víctima”, que teniendo la verdad absoluta ante la “mayoría
desviada”, justifican ser ofensivos y agresivos, porque “en realidad se
están defendiendo”.
- Pensamiento maniqueo y
sectario: Dividen la realidad y las personas en
“nosotros-ellos”, “santos-pecadores”, “amigos-enemigos”, “los que están
dentro – los que están fuera”, lo cual los incapacita para cualquier
diálogo y los predispone a la confrontación violenta o a ignorar al
distinto.
- Oposición a la
modernidad: Muchos distinguen el fundamentalismo del
integrismo, porque la crítica a la modernidad del fundamentalista es solo
en los aspectos que van en contra de la ideología de su grupo, o critican
todo pensamiento que relativice sus “fundamentos”. Pero a diferencia de
los integrismos, los fundamentalistas ven con buenos ojos los progresos
tecnoeconómicos de la modernidad y utilizan toda la tecnología posible
para la difusión de su mensaje. Difunden un mensaje que no dialoga con
nadie, sino que simplemente debe ser recibido y aceptado sin vacilaciones.
- Tienen un proyecto
socio-político: A diferencia del sectarismo que muchas veces
solo busca el beneficio del líder y del grupo, viviendo de espaldas a la
sociedad, el fundamentalismo entiende que debe dar relevancia pública a
sus postulados y que estos deberían ser asumidos por todos, sin excepción.
Los postulados ideológicos del fundamentalismo no pueden separar ámbitos
de la vida social o política, todo ha de ser regido por su doctrina.
- Referencia a una
tradición de pureza original: Se creen los
poseedores de la auténtica interpretación de sus doctrinas y la referencia
de mayor pureza ideológica o religiosa. No están dispuestos a aceptar los
problemas de la interpretación de los textos y muchos menos a entender que
no es posible obtener un sentido neutro y objetivo de la literalidad del
texto.
- Obediencia ciega a la
autoridad: Todo es claro y sencillo siguiendo las
indicaciones de la autoridad, por lo tanto, todo lo que se necesita es
obedecer fielmente sin vacilaciones. La renuncia a pensar por uno mismo es
condición necesaria para ser parte de la comunidad fundamentalista.
En un contexto sociocultural donde
la inseguridad es moneda común en muchos aspectos de la vida, la comunidad
fundamentalista es un refugio seguro para personalidades necesitadas de
certezas sólidas e inamovibles. Algunos estudiosos de la psicología de la
religión entienden que hay rasgos de personalidad que son más propensos al
fundamentalismo, como las personas con pensamiento dogmático y rígido, con
resistencia a lo nuevo y a lo diferente.
El fundamentalista suele ser muy
egocéntrico, incapaz de distinguir el mundo real del mundo del yo, incapaz de
aceptar la visión ajena sobre la realidad. La inseguridad interior en la que
muchos viven, les mueve a buscar estructuras rígidas que brinden solidez y
seguridad, con un discurso paranoide que desconfía de cualquier matiz que se
pueda hacer sobre su institución o doctrina.
La incapacidad para el diálogo y
para la escucha del que piensa distinto es la nota común de los
fundamentalismos. El relativismo y el fundamentalismo son las dos caras de una
misma moneda: un clima de gran inseguridad, de miedo al conflicto y de olvido
del otro.
Necesitamos generar espacios de
diálogo sincero y formar conciencias críticas que nos permitan encontrarnos con
el otro y ensanchar la mirada sobre la realidad.
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