Nos han perdido el respeto
Es mi impresión, y como tal lo
cuento. Servidor, como toda persona de bien, acepta las sentencias judiciales y
las acata, no como otros que cuando algo no les agrada salen a
la calle y la arman. Pero una cosa es acatarlas y otra que todo me parezca
perfecto. El último derecho que estoy dispuesto a perder es el del pataleo,
aunque sea un pataleo pacífico.
En pocos días dos
pronunciamientos judiciales me han disgustado profundamente, y
los dos han saltado a la prensa el mismo día.
El primero es el que anula la no renovación en su puesto de una profesora de
religión tras haber contraído matrimonio civil con un
divorciado. El obispado de Almería había considerado que no era
posible seguir dando clases de religión y moral católicas y vivir en pública
contradicción con la doctrina que tiene que explicar. Pues nada. Admitida en su
puesto y con derechos todos los atrasos.
No es cierto que una cosa es el
trabajo y otra la vida de cada cual. El más tonto entiende que un alto directivo de
Coca-Cola no pude pedir una Pepsi en público. Y el más lerdo
entiende que el director general de Mercedes no puede ir a las reuniones en un
Volvo. Incluso hasta somos capaces de comprender que es
difícil ser profesor de Islam y exhibirte en público a medio día en Ramadán con
vaso de tintorro, bocata de jamón y un pitillo en la boca. Más
aún, tengo mis dudas de que un juez se atreviera a mantener en su puesto al
islamista. Ya se sabe cómo son. Los católicos, sin embargo, no somos nada.
El otro caso, que no sentencia, es
que el juez haya decidido archivar la causa contra el supuesto artista
que decidió emplear formas consagradas para montar una exposición
con ellas y construir la palabra “pederastas”. Parece ser, según su
señoría, que en ello no hay ofensa, ni animus injuriandi, ni nada de nada.
Pura expresión artística: “en ningún caso puede considerarse que la obra
ejecutada por el querellado sea idónea para fomentar, promover o incitar al
odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, en este caso la
Iglesia Católica o sus miembros”.
Vuelvo a la comparación. Imaginen
que un españolito de a pie roba un Corán en una mezquita y con sus páginas, en
una exposición, forma la palabra “terroristas”. Se lía la de
Alá. Y si un juez dijere que no pasa nada, hasta los de Podemos saldrían a la
calle pidiendo respeto. La verdad es que no se llegaría a juicio.
Pero es la Iglesia. Y a la
Iglesia hace tiempo que se nos ha perdido el respeto porque
saben que nos pueden hacer pis en a boca y responderemos que agradecidos por el
champán.
La culpa la
tenemos nosotros a base de confundir la misericordia con la bajada de
pantalones, la bondad con la estulticia y el
amor al prójimo con la claudicación. El deporte que mejor se nos da es el de la
claudicación. ¿Qué no nos dejan hacer una procesión? Pues no se hace. ¿Qué
asaltan una capilla? Seamos comprensivos. ¿Qué montan una exposición blasfema
en Pamplona con formas consagradas? Se grita un poquito y ya.
Nos han tomado
la medida. Somos gente inane, colectivo acomplejado, católicos de chichinabo. Nos pueden sacudir en los dos
carrillos, en el trasero, la delantera, espinillas y colodrillo y seguiremos
sonriendo.
Hombre, Jorge, que son los jueces. Sí. Se
acata. Pero me hago una pregunta sin mayor maldad: ¿si la profesora de Almería
hubiera sido el islamista comiendo jamón, la sentencia hubiera sido la misma?
¿Y si lo de la Eucaristía profanada fuera un Corán despedazado? Es preguntar
por preguntar. Pero me temo que no.
Nos han
perdido el respeto.
(Artículo publicado en Infocatólica y firmado por Jorge)
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