La virtud es
una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a las personas no
solo hacer actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas
sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y
lo elige a través de acciones concretas.
La vida es
el tiempo de crecer, un crecimiento interior para alcanzar la plenitud
asequible como persona.
Las personas
con esos hábitos firmes de hacer el bien son atrayentes, previsibles, se puede
confiar en ellas.
La virtud no
se improvisa, se adquiere si la persona quiere realmente conseguirlo, si es
tozuda en su empeño.
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