Cuando a veces he considerado las diversas
agitaciones de los hombres, de los peligros y desgracias a los que se expone,
en la vida, en la guerra… Y de donde nacen tantas querellas, pasiones, empresas
osadas y, con frecuencia, malas, etc., he descubierto que todas las desgracias
de los hombres se derivan de una sola cosa: no saber estar tranquilos en una
habitación.
Solo hay dos tipos de hombres: los justos que se
creen pecadores y los pecadores que se creen justos.
La única cosa que nos consuela de nuestra miseria es
la diversión y, sin embargo, la diversión es la más grande de nuestras
miserias. Porque es ella la que nos impide principalmente pensar en nosotros e,
insensiblemente, nos pierde. Sin la diversión estaríamos llenos de tedio y ese
tedio nos empujaría a buscar un medio sólido de salir de él. Pero la diversión
nos entretiene y nos hace llegar insensiblemente a la muerte.
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