El cristianismo es un
brote de ingenuidad sana que renace entre las viejas y amargadas espinas de la
tierra.
Que unos pobres pescadores
se repartieran por el mundo predicando que un ajusticiado es Hijo de Dios, es
una osadía tan extrema que solo puede ser verdad.
Que haya que amar al
enemigo e incluso rezar por él, es una de las mejores demostraciones de la
verdad cristiana, porque en esta tierra, no se haya dicho nada más difícil y, a
la vez, más hermoso.
La verdad del cristianismo
se manifiesta en que conecta con todo lo honrado: el amor a la familia, a los
débiles, al trabajo y a la sobriedad. Por eso, los que son honrados sintonizan;
y los que no, braman.
Cuando a alguien le irrita
la inocencia cristiana es que es corrupto.
Los cristianos sabemos que
tenemos preparado un cielo. Los que no creen solo saben que tienen preparado un
hoyo.
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