Es curioso
que se utilice esta expresión: "pensamiento único" para criticar la
postura del adversario político, sea del signo que sea, asumiendo que tiene el
monopolio de los medios para establecer y comunicar ese pensamiento.
Pero más
allá de las divergencias políticas, hay cuestiones en las que todos los
partidos establecidos, e incluso los que quieren llegar a establecerse y de
momento se auto-atribuyen poco menos que la impecabilidad, parecen estar de
acuerdo. Son esas cuestiones sociales que se consideran axiomas indiscutibles y
a las que la omnitolerante democracia no puede menos que no tolerar. Entre
ellas está el aborto, en el que parecen unirse en extraño maridaje polos que en
principio parecen opuestos pero que a la hora de la verdad, no lo son tanto.
La
aceptación social del aborto, dijo Julián Marías, es "la gran
perversión de nuestro tiempo"; a mi modo de ver, uno de las enfermedades
más graves de la civilización occidental. No conozco abolicionistas del aborto
que quieran criminalizar a las mujeres, no se trata de una guerra entre hombres
y mujeres, ni entre creyentes o ateos. Se trata de una guerra entre seres
humanos gestantes y otros que tienen la capacidad de que dejen de serlo: entre
quienes ponemos la vida por delante de la libertad, y los que ponen la libertad
por delante de la vida cuando se trata de vidas humanas, aunque paradójicamente
pongan la vida por delante de la libertad cuando se trata de vidas animales.
Como todo
axioma indiscutible, no cabe la disidencia cuando hablamos del aborto. Quien no
quiera aceptarlo mejor que se calle y que, en todo caso, aparque su opinión
contraria a la esfera de la intimidad casera. ¡Hablar en público va contra la
ley!, y eso lo dicen, precisamente, quienes defienden como supremo bien ¡la
libertad de expresión! Me gustaría ver a esos devotos del librepensamiento
defender con toda energía a quien declara posiciones que no comparten.
Si resulta
enfermizo que la sociedad actual acepte una barbaridad como el aborto, parece
que todavía es más preocupante querer silenciar a quien no está de acuerdo. Si
vivimos en una sociedad libre no podemos menos que aplaudir que alguien tenga
la gallardía de decir lo que piensa aunque contravenga la corriente dominante.
Más aún, cuando está defendiendo la vida de quienes no tienen voz para
defenderse.
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