Comienza
septiembre y quiero que la primera reflexión que les propongo sea sobre una
realidad que me sorprende. No voy a hablar de política pero me llama la
atención que con lo que está cayendo, y no me refiero al calor precisamente,
algunas personas, líderes políticos, -o al menos eso se creen ellos- las únicas
ideas que proponen son supuestas medidas para arrancar a Dios de la vida de los
ciudadanos, como si en eso estuviera la solución del paro, pederastia,
violadores, violencia machista, y un largo etcétera. No se dan cuenta que
aunque en el supuesto, muy supuesto (perdonen la redundancia) de conseguirlo
sería echar piedras sobre el propio tejado; sería como querer sustituir la
presa de hormigón de un pantano por un papel, el agua se saldría del pantano y
arrasaría con todo lo que encontrara a su paso con los consiguientes destrozos
irreparables.
El hombre
necesita a Dios y no tanto al contrario, por lo que más nos vale dejarnos de
decir y hacer tonterías y reflexionar no sobre cómo quitar a Dios de nuestra
vida, sino más bien cómo volverlo a integrar en ella y probablemente las cosas
nos irían mejor.
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