Me hacía ver una
amiga que la vida era como un viaje en tren, se puede elegir entre dos tipos de
tren, el que va despacio y por parajes bonitos y el que va deprisa a su
destino. Los dos responden a dos formas de vivir la vida, la primera es más
placentera, pero al ser más largo el trayecto tiene más peligro de sufrir
averías, necesitar más combustible, encontrar condiciones meteorológicas
adversas, etc.
La segunda necesita
un trazado más recto, lo que hace necesario atravesar montañas, cruzar ríos,
etc., y eso conlleva cruzar por puentes y sobre todo pasar por bastantes
túneles si el terreno es montañoso. Dentro del túnel no se ve paisaje alguno,
la única luz es la que lleva el tren.
Aplicando el ejemplo
a la vida pienso que tenemos que ser conscientes que sí se quiere vivir con
rectitud, hay que tener muy clara la
meta a la que nos dirigimos; tendremos que soportar túneles, períodos de
oscuridad y la única luz será la que personalmente llevemos cada uno. Lo que sí
está claro es que la intensidad de la luz personal dependerá de varios
factores, sólo voy a señalar dos: las propias convicciones y las disposiciones
que personalmente nos fomentemos.
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